El secretario de Estado de Seguridad, Francisco Martínez, se acostó el pasado martes pensado en que al día siguiente viajaría a las turísticas Islas Baleares.
Sin embargo, le despertaron a destiempo para informarle de que debía volar a Melilla. Tal vez fue la precipitación del viaje o el poco tiempo de que dispuso para cambiar el ‘chip’, pero la conclusión al finalizar el día es que su visita resultó absolutamente prescindible. No se entiende muy bien a qué vino. Quizás sólo quería apoyar las palabras del delegado del Gobierno, Abdelmalik El Barkani, y confirmar que él también cree en la existencia de esas “mafias” que nadie ve y que ni la Guardia Civil ni la Gendarmería consiguen desarticular a pesar del “excelente clima de cooperación” entre ambos gobiernos. Así definió ayer mismo el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, las relaciones con el país vecino tras hablar con su homólogo marroquí durante media hora sobre el medio millar de inmigrantes que echó abajo parte de nuestra valla fronteriza.
Aterrizó en Melilla el secretario de Estado y rápidamente se dirigió a ver el estropicio en la alambrada acompañado de los responsables de la Oficina de Prensa de la Delegación para inmortalizar el momento. También se reunió con los mandos de la Guardia Civil y la Policía Nacional. E igualmente se tomaron unas instantáneas del momento para luego facilitarlas a la prensa. Probablemente el coronel de la Guardia Civil, Ambrosio Martín Villaseñor, aprovechó el encuentro para confirmar al secretario de Estado que él también cree en la existencia de “mafias”, aunque todavía no haya conseguido desarticular ninguna.
A falta de otras ideas, el secretario de Estado presentó la solución que traía bajo el brazo. La expuso personalmente ante la prensa, aunque no explicó porqué no la había podido comunicar telefónicamente desde Madrid: Instalar a “más velocidad” la valla antitrepa y mandar otro centenar de policías.
Después, tras un almuerzo de ‘trabajo’ con las ‘caras largas’ que requería la situación, más fotos. Esta vez en el paso fronterizo de Beni Enzar. Pasado el susto de la mañana con 500 inmigrantes saltando la valla, en alguna de las fotografías, el secretario de Estado parece que incluso sonríe.
Más tarde, visita a los miembros del Grupo Especial de Actividades Subacuáticas de la Guardia Civil. Aquí ya no cabe ninguna duda. El secretario de Estado sonríe en la foto de familia con el delegado del Gobierno y los agentes de la Benemérita.
No estaban ayer tan alegres los vigilantes de Serramar, pero la apretada agenda del secretario de Estado le impidió a éste pasarse por el CETI para animarles o, al menos, no hubo tiempo de hacerse una foto con ellos. Allí, el número dos del Ministerio del Interior hubiera podido comprobar personalmente cuáles son las condiciones de vida de las 2.300 personas que residen en unas instalaciones cuya capacidad máxima es de 480. También hubiera podido escuchar a los vigilantes, saber de qué manera realizan su trabajo, cuál es el riesgo de que cualquier día haya que lamentar alguna desgracia por el insoportable nivel de sobreocupación y cómo llevan los propios empleados de Serramar el hecho de cobrar sus nóminas con retraso. Además, seguro que también hubiera tenido unos minutos para atender las quejas de los golfistas del otro lado de la valla y convencer a los inmigrantes de que retiraran las chabolas que afean el paisaje a la ‘multitud’ de turistas que viajan hasta Melilla para practicar este deporte.
El secretario de Estado viajó ayer a nuestra ciudad para contemplar en persona todo lo que hubiera podido ver en el telediario o al día siguiente en los periódicos. Y sin embargo, desperdició la ocasión de ver cómo se encuentra el CETI y de comprobar la situación de los inmigrantes allí acogidos, un terreno vetado a la prensa.
Francisco Martínez se durmió el martes con la idea de ir a las Islas Baleares a hacer ‘turismo’ y cuando se despertó, decidió que las circunstancias no le iban a hacer cambiar de planes aunque el avión en el que viajaba aterrizara en Melilla.
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