Entre el ulular de las sirenas de los 'cacharritos' y los sones de salsa, sevillanas y canciones de moda de las distintas casetas, los ecos del debate político se han quedado afónicos en nuestra Melilla ferial pero no más allá del Estrecho, donde no ha pasado inadvertido el extraño 'mérito' de Ramón Antón para recibir la Medalla de la Policía Local. Las ediciones de 'ABC', 'El Plural.com' o 'Público' así lo avalan sobradamente.
Me cuentan que se ha colado de rondón, que se han quedado estupefactos al ver el tenor del curriculum en la parte que aludía a su participación, como espectador y acompañante de delegado gubernativo de la época, en la ejecución del anarquista Salvador Puig Antich, en el año 74, bajo el execrable tardofranquismo y mediante el muy español 'garrote vil'.
Resulta muy curioso que nadie haya visto, entre los méritos, tan claro demérito si me apuran, pues aunque fuera en cumplimiento del deber, no es nada de lo que alguien pueda vanagloriarse, salvo abierta comunión con la pena de muerte y la dictadura franquista.
Sencillamente resulta inexplicable que Ramón Antón, quien supo imprimir mayor profesionalidad y notables mejoras al cuerpo de la Policía Local durante sus ocho años como consejero de Seguridad Ciudadana, se vea ahora envuelto en una polémica espesa y hedionda, si me apuran, por un curriculum que no deja de ser tan extraño como curioso.
Como dijo el socialista Dionisio Muñoz en el Pleno del pasado lunes, en un historial profesional se incluyen aquellos hechos de los que uno se siente orgulloso. 'En cumplimento del deber' no hay hechos propios, sino obligados y, aunque uno pueda vanagloriarse de participar en actos a los que el puro y estricto deber le haya podido conducir, no parece que una ejecución pueda ser nunca motivo de gloria ni de jactancia profesional de ningún tipo.
Lo de la participación de Antón en el 'asesinato' del anarquista no ha hecho más que enlodar un debate recurrente cada vez que se conceden medallas oficiales a cuerpos uniformados o a personas que han estado al frente de los mismos. No obstante hay que distinguir entre el deber y la devoción, entre el ejercicio pulcro de las obligaciones y la entrega más allá de lo exigible. En tal sentido, el debate siempre está abierto y entiendo tanto a los detractores de las medallas a quienes las reciben por ejercer su profesión, como a los defensores de las mismas porque consideran que por encima del deber hubo un celo y una entrega que merecen ser reconocidos.
En todo caso, la Medalla de la Policía Local a Ramón Antón es una propuesta de su sucesor Javier Calderón y un forma de cerrar página en un punto y a parte para el destacado policía, que hoy en día ha pasado a ser asesor del grupo popular en la Asamblea, porque su vinculación con el Gobierno de la Ciudad es aún tan estrecha como vigente.
Errores flagrantes al margen, no por la concesión de la Medalla, que simplemente respeto, sino por el controvertido detalle antes comentado, los ecos de la política siguen afónicos como digo mientras Melilla sigue envuelta en la Feria y la celebración de un Aid el Fitr que promete prolongarse para muchos hasta el fin de semana.
La ciudad entera está de fiesta y la diversión se mueve a ritmo de rebujitos, mojitos y cocolocos en las distintas casetas, pero especialmente en la de la Asociación de la Prensa, que se ha convertido en el auténtico exitazo de estos festejos, gracias al buen hacer de Julio Montero 'el gallego' y su exquisita coctelera.
En ese marco, el lunes pasado mis compañeros de la prensa me eligieron Miss Prensa Canalla. ¿Y por qué prensa canalla?, me preguntaba un poco después Domingo de Cablemel, con su particular look tuneado estilo 'Caiga quien caiga'. “Porque el periodista, amigo, es canalla por naturaleza, debe prestar oídos al mayor de los enemigos, compaginar con quien le cae bien y lo contrario, y hasta aparentar que comparte lo que en realidad le repatea. De otro modo, la prensa no se enteraría de la misa a la mitad y no tendría la mayoría de las fuentes a su alcance”.
De ahí el título de canallesca que mis compañeros entendieron me correspondía a mí en primer término en la categoría femenina de Miss y a Sergio Gálvez, singular rockero donde los haya, en el de Míster.
No es un título por tanto de belleza sino de socarronería y, en todo caso, a la veteranía, que a estas alturas aún no me ha formado callos en los dedos pero sí me ha criado algún que otro 'espolón' para la posteridad.
Mis apreciados seguidores, los que más me quieren y más suelen releerme, podrán sacar punta a lo que digo, pero como estamos en Feria, sólo les diré una cosa: 'A mí plín y que ustedes lo disfruten”.
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