Abdelmonaim es uno de los marroquíes expulsados del CETI hace dos meses. Antes vivió en Bulgaria, Serbia, Hungría y Austria y solicitó asilo en Suiza.
Su nombre es Abdelmonaim pero, si algún día puede, se lo cambiará. “Me gustaría llamarme José”, cuenta. Este joven de 25 años es uno de los marroquíes que llevan viviendo a la intemperie dos meses, desde que fueron desalojados del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) al serles denegada su solicitud de asilo en España.
En su caso, pidió la protección del Estado español por profesar el cristianismo, elección que le ha traído multitud de problemas en Marruecos. “No sólo no me siento musulmán. Estoy en contra del sistema marroquí. Escribí mensajes en Facebook criticando el extremismo y recibí amenazas de salafistas”, asegura a El Faro.
Huida de Marruecos
Abdelmonaim llegó a Melilla a finales de 2015, pero su huida de Marruecos había empezado cuatro años antes. Y dirigirse a suelo español no fue la primera elección que tomó.
“En 2011 me fui en avión de Casablanca a Estambul”, relata. Una vez en suelo turco, cruzó de forma clandestina la frontera de Grecia, pero fue devuelto al punto de partida. Volvió a intentarlo y de nuevo fue rechazado. Entonces descartó la ruta griega y se decantó por entrar en la vecina Bulgaria. Y allí tuvo más suerte.
“Encontré trabajo en un restaurante árabe”, continúa. Sin embargo, era un empleo ilegal y no tenía su situación regularizada. Tras meditar sobre su situación, decidió abandonar los Balcanes y acercarse hacia Europa Central.
De los Balcanes hasta Suiza
De esta forma, dejó atrás Bulgaria y accedió a Serbia. Allí también se buscó la vida de la misma forma. “Vendiendo kebab y shawarma”. Siguió después hasta Hungría, luego Austria y al final, Suiza, donde solicitó asilo político.
Pero no tuvo fortuna. “Me denegaron la petición y me dijeron que tenía 24 horas para abandonar el país”. Así, regresó a Austria.
Deportado
“Encontré otro trabajo en Salzburgo”, añade. Pero también sin un contrato de empleo. Intentó regularizar su situación, aunque no lo consiguió y fue deportado. En esta ocasión, a Bulgaria.
“Me mandaron allí porque era el primer país europeo donde constaba que había entrado”, explica. Habían pasado ya tres años desde su primera entrada en territorio búlgaro. Finalmente, en 2015 fue devuelto a Marruecos.
“En el aeropuerto de Casablanca me interrogó la policía. Querían saber por qué me había ido del país”. Al final, lo dejaron libre y se dirigió a Tánger. Y de ahí, a una pequeña población cercana a Alhucemas, donde había nacido.
Camino hacia Melilla
Entonces, Abdelmonaim decidió entrar en Europa por el camino más corto: el de Melilla. Ahora, está a la espera de que un abogado resuelva su situación y pueda ser readmitido en el CETI.
“No me siento marroquí. Soy del Rif. Fue un error que nuestros abuelos lucharan cont ra vosotros, los españoles. Nos tratabais mejor que los árabes”, proclama en referencia a los marroquíes.
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