Se agotan los días para que el Gobierno pueda realizar nuevas inauguraciones y no está dispuesto a desaprovecharlos. Es lógico, son muchas las obras que están transformando Melilla y es lícito que el político quiera rentabilizarlas.
No son obras improvisadas, fruto de la proximidad de las elecciones. Responden a un programa premeditado, plurianual, que está dando sus frutos y que demuestra que el Gobierno local ha trabajo por encima de otras consideraciones que puedan ser objeto de críticas.
El Gobierno Imbroda no es infalible, tiene puntos negros. Como todos los que se prolongan durante una década ha cogido tics que no son a veces compatibles con la puridad democrática. Algunos, es verdad, no necesitan apenas tiempo para incurrir en los mismos 'pecados', lo que, admitámoslo, no excusa al Ejecutivo local en su cerrazón a veces obsesiva contra los que le son críticos. Justo es decir también que a la vez demuestra aguante aunque algunos sólo quieran ver en ello pura pose o escaparate de cara a la galería.
A mí, en particular, me parece que la mejor propaganda de Imbroda, más allá de las obras históricas que está dejando a su paso por la Presidencia de la Ciudad, son el tándem Muñoz-Aberchán.
A los socialistas no les oigo ninguna propuesta en positivo y a los cepemistas tampoco les he escuchado hasta ahora nada nuevo. Hasta el merecido homenaje a Amelia Tortosa o Juan Garbín lo han concebido como un reconocimiento a la contra, con más ánimo de poner en un brete a quienes gobiernan la Administración local que de prestigiar a quienes lo merecen. Sobre todo, porque Doña Amelia Tortosa, a la que sigo admirando como siempre la admire desde que, cuando yo niña, me daba clases en 'El Buen Consejo', ya ha recibido la Medalla al Mérito al Trabajo, lo que sin desmerecer la Placa al Mérito Social de Melilla -que por cierto tuve el honor de que me concedieran en noviembre de 2007 con el voto en contra de PSOE y CpM- ya es un título para llenar de orgullo a quien es merecedor de conseguirlo.
Aún así, es verdad que lo uno no quita lo otro, como no lo es que Juan Garbín hace casi un año fuera homenajeado por la Asociación de la Prensa en Melilla, con el apoyo y el entusiasmo de cuantos la componemos. Garbín siempre ha sido un hombre comprometido con Melilla y sus ideas, como Amelia Tortosa lo ha sido con la emancipación de la mujer, la educación y la docencia. Son dos melillenses ejemplares y ejemplarizantes, como dijera Imbroda hace unos días de los homenajeados oficiales del pasado 14 de marzo -José Gambero y Francisco Ruiz Ripoll- y como podríamos decir de otros muchos que sin haber sido objeto de reconocimientos públicos los merecen igualmente. En mi caso, aclaro, no soy comparable aunque comparta placa con Ruiz Ripoll (a Gambero se le declaró Hijo Predilecto de Melilla a petición de sus antiguos alumnos del Colegio Real) sino por mi contribución al desarrollo de los medios de comunicación.
Aclaro lo anterior porque mi anotación sobre el título compartido debe ponerse en su justo término, aunque a mí me llene de orgullo coincidir con tras ilustres melillenses en el hecho de haber recibido también tan destacado galardón.
Los honores, en esta vida, se los gana uno día a día, y por eso vengan de donde vengan siempre son buenos y bien recibidos. El acto de ayer, al que no pude asistir por motivos laborales (verdaderamente me hubiera gustado poder demostrar mi admiración a Garbín y Amelia Tortosa) también es válido. Lo penoso es cómo se ha politizado hasta convertirse en un acto con una clara carga en contra de, en lugar de un acto únicamente en pro de, como también podría haber sido si quienes lo han promovido hubieran medido más sus alegatos en contra de sus adversarios políticos, aunque sólo fuera en atención a la valía personal de los homenajeados, que no merecían verse mezclados con el rifirrafe político continuo que ya nos tiene tan hartos.
Ayer, de hecho, prosiguió el rosario de dimes y diretes a costa de la subida de los precios de los pasajes de barco, en un alarde obsceno contra el ciudadano, al que molesta aún mas y sobremanera ese discurso público cuando lo que importa es que viajar en barco nos va a costar más, a pesar de tratarse de un transporte altamente y doblemente subvencionado por su categoría de servicio público.
Desde el PSOE se ponen a hacer cuentas para trasmitir que los nuevos concesionarios de la Estación Marítima van a hacer el agosto a costa de nuestros bolsillos, como si los representantes de Puertos del Estado y de la Delegación del Gobierno socialista no hubieran aprobado esa adjudicación en los términos que ahora critica el secretario general del PSME-PSOE, Dionisio Muñoz.
No creo que sea cuestión de amnesia sino de politiqueo barato y asqueante. Lo que importa es que los billetes de Trasmediterránea no pueden ni deben subir tanto y que evitarlo, mediante negociaciones de todo tipo, debe ser una meta. De esto tendrían que preocuparse. De la política de tierra quemada ya estamos más que cansados.
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