Eduardo de Castro es el cuarto presidente de España que más cobra. ¿Quién le iba a decir que con 1.897 votos (el 5,55% de los apoyos) y un único diputado (él mismo, elegido por la mínima) iba a tener la suerte de embolsarse un sueldo bruto anual de 98.000 euros solo superado por la nómina de los presidentes de la Generalitat, Pere Aragonés, de País Vasco, Íñigo Urkullu, y de Madrid, Isabel Díaz Ayuso?
No sé cómo no se nos cae la cara de vergüenza a todos los melillenses. ¿Está Melilla a la altura de estas tres autonomías? ¿Se puede comparar la responsabilidad de De Castro con la de Díaz Ayuso? No hay forma de justificar esta indecencia. Y alguien debe dar explicaciones por esto. No entiendo cómo es que ningún diputado de la oposición ha echado cuentas: somos una de las tres comunidades con el PIB más bajo de España. ¿Cómo es posible que nos permitamos pagar esa grosería a un presidente de Melilla que para más inri, en este caso, no ha hecho nada por mejorar la ciudad y si lo ha hecho es evidente que ha fracasado?
¿Le estamos pagando una cantidad de dinero indecente a un político sin poder de decisión solo para que no nos robe? ¿No nos saldría más rentable contratar por menos dinero a un actor para que acuda a los eventos institucionales que se celebran en Madrid y se enfunde la sonrisa de presidente?
Nunca vamos a entender qué llevó a CpM y a PSOE a dejar en manos de De Castro el control del Consejo de Gobierno. Hemos perdido la oportunidad de tener la primera presidenta de Melilla. Podrían haber sido Dunia Almansouri o Gloria Rojas. Incluso, podían haberse alternado dos años cada una al frente de la Ciudad, como ha ocurrido en muchísimos ayuntamientos con gobiernos de coalición, que se han repartido el poder dos años cada una. Y así y solo así habríamos podido comprobar el nivel de gestión de una y otra formación sin que se diluya, como ocurre hoy, en un cajón de sastre o mejor aún cajón desastre llamado "la Ciudad".
Pero visto lo visto, ambos partidos se decantaron por un árbitro en minoría, sin poder ni siquiera moral teniendo en cuenta que no ha estado respaldado nunca por su partido ni por el electorado y cuyas ambiciones fueron neutralizadas por la coalición de gobierno en cuanto el diputado no adscrito, Jesús Delgado Aboy, empezó a dar su apoyo al Ejecutivo. En ese momento De Castro dejó de ser decisivo. Dejaron de ser 13 votos justos y pasaron a ser 14 con más margen de maniobra.
Así nos ha ido. La ciudad se ha quedado por detrás de Ceuta en todo pese a que Vivas, tras 20 años gobernando, gana menos que De Castro. Mirad la Melilla que nos dejan. Lo único que tenemos entre las manos es un avance significativo en el arte del grafiti contestatario: media ciudad se ha llenado de pintadas contra CpM. No hay que ir a Barrio Cuerno o La Cañada. Basta con pasar por Las Palmeras para tomarle el pulso a la ciudadanía. La gente está cabreada porque les prometieron mucho y allí los jóvenes siguen sin trabajo, sentados en la esquina del barrio. Y el tiempo pasa y se dan cuenta de que la única salida es envejecer de Plan de Empleo en Plan de Empleo o irse de Melilla.
La gente ve que aquí no tiene futuro y las promesas de hacer una isla con un aeropuerto internacional, poner barco gratis a Málaga, construir un parque acuático en San Lorenzo, tirar los depósitos de Cabrerizas o construir 700 VPO se han quedado en eso: en promesas. Y las promesas, como todos sabemos, no dan de comer. Nadie se sienta a cenar un plato de promesas.
Este miércoles, el presidente de la patronal, Enrique Alcoba, en una entrevista en Onda Cero, hablaba de la dificultad que hemos tenido esta legislatura para sacar proyectos adelante por el constante enfrentamiento y los muchos obstáculos que ponen los partidos pequeños.
La fragmentación política ha demostrado que debilita las instituciones porque no existe a día de hoy el sentido de Estado (o de Ciudad) ni mucho menos existe patriotismo entre la generación de políticos de baja formación y demasiadas ambiciones que nos han tocado en estos tiempos.
En la práctica, hemos podido constatar que quienes han gobernado en coalición se han convertido en un lastre para el desarrollo del país y de nuestra ciudad.
Esto que nos está pasando ahora en España, le pasó ya a Italia, que lleva años de elecciones en elecciones y de crisis en crisis. El país no avanza porque sus instituciones son débiles y tumefactas... como las nuestras.
Es cierto, como decían los editores de El Faro de Melilla, Rafael Montero, Melilla Hoy, Enrique Bohórquez, y El Pueblo de Ceuta, José Antonio Muñoz, que en la ciudad no se notan las inversiones millonarias que nos han dicho que han llegado de Europa. En cambio uno va a Ceuta y hay que admitir que nos han adelantado por la derecha.
Estamos a tres meses de las autonómicas y Melilla tiene el mayor incremento interanual del paro mientras nuestro presidente es el cuarto mejor pagado de este país. Y aquí nadie se pronuncia. En medio de la gran crisis que vivimos las familias a ningún político de esta ciudad le preocupa que mientras la inmensa mayoría de los trabajadores de este país no llega a fin de mes, una ciudad pobre, estancada, atrasada y aislada como la nuestra se permita pagar una ingente cantidad de dinero a un presidente que no lleva las riendas del Gobierno.
Hemos convertido a Eduardo de Castro, nada más y nada menos, que en el cuarto presidente que más dinero se embolsa en España. Esto es inaudito, indecente, inaceptable, insolidario y vergonzoso.
Mirad a vuestro alrededor. Por cosas como ésta nos come la mierda.
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