En verano todas nuestras calamidades salen a flote. Las empresas se quedan a medio gas y es ahí cuando se nota que no tenemos personal suficiente en las plantillas para afrontar imprevistos.
Que eso pase en una compañía privada es comprensible en un país donde los empresarios ajustan al máximo los gastos. Son empresarios porque quieren ganar dinero. Sobre sus hombros descansa la responsabilidad de crear empleo. Si en España hemos salido de la crisis, ha sido gracias a la empresa privada, especialmente a las pymes, porque el Estado no ha dado la cara ante los millones de desempleados que dejó el pinchazo de la burbuja inmobiliaria. En los últimos años se han convocado plazas de funcionarios, pero con eso no habríamos ido a ninguna parte.
Lo que no puede ser normal es que el Estado continúe ajustando gastos en la contratación, especialmente cuando hablamos de policías locales, nacionales y guardias civiles. El empleo público, al que se le presupone calidad, no puede competir en precariedad con la empresa privada. Por ahí no podemos tragar.
El salto a la valla del pasado viernes nos obliga a preguntarnos si estamos preparados para hacer frente a un previsible incremento de la presión migratoria en la frontera de Melilla. ¿Cuántos agentes están a pie de alambrada? ¿Son suficientes? ¿Sacamos a la calle a los funcionarios que están en oficina, resentimos la atención al ciudadano y reforzamos la vigilancia fronteriza o nos ponemos las pilas y pedimos a Frontex que nos mande personal porque el Gobierno de España en funciones no tiene un duro para hacerlo?
En la ciudad pasa como en las poblaciones costeras españolas que aumentan su población en los meses de verano y también la exigencia de más servicios. En nuestro caso se incrementa el número de personas que circulan en tránsito hacia Marruecos y en dirección contraria, hacia la península. Así que el esfuerzo de los guardias civiles, policías nacionales, policías locales y agentes de movilidad que trabajan en puerto, aeropuerto y frontera se multiplica. Y eso significa que el día a día de estos profesionales se convierte en la muerte a pellizcos porque no es que estén contando ovejitas el resto del año. No, aquí no hay descanso. Es cierto que se gana más que en la península, pero también se trabaja infinitamente más.
Llevamos varios años pidiendo más personal a Madrid para refozrar los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad de Melilla. Lo pidió Imbroda a Zoido y damos por hecho que también lo ha pedido Sabrina Moh a Grande Marlaska, pero ninguno de los dos lo ha conseguido.
Ya sabemos que no es fácil, pero llevamos años haciendo encaje de bolillo para sortear la escasez y por eso se ha resentido tanto la seguridad de nuestras calles.
La frontera inteligente parece que va camino de hacerse realidad y eso será, sin dudas, un paso de avance, aunque se dé con cuatro años de retraso.
El problema es que seguimos teniendo el mismo número de funcionarios que antes de la crisis. Están las habas contadas. Llevamos años con las plantillas bajo mínimos y la emergencia que vive el Sahel es una realidad. Es cuestión de tiempo que empiecen a llegar por miles los refugiados. ¿Cuántos somos en la valla? Ya es hora de traer a Melilla los refuerzos que se exigieron en la oposición.
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