Desde el final del estado de alarma, la Policía Local ha denunciado a 1.300 ciudadanos que se paseaban por la ciudad sin mascarilla, pese a que su uso es obligatorio no sólo aquí en Melilla sino en gran parte de España. También ha tramitado (antes del cierre de los bares) 54 multas a locales de hostelería por incumplir con las normas anticovid.
Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad han cumplido con su parte, ahora le toca a la Consejería de Salud Pública resolver esos expedientes y decidir si sanciona o no a los infractores. Entendemos que no lo hará con afán recaudatorio sino forzada por la gravedad de la situación que vivimos en la ciudad y que ha llevado incluso a empresarios a pedir abiertamente el confinamiento urgente.
Agentes de la Policía Local andan con la mosca tras la oreja porque sospechan que esos expedientes quedarán en agua de borrajas. Estaremos pendientes. Más que nada, porque resolverlos es una cuestión de responsabilidad.
Y hablando de Salud Pública… En nombre de esa gravedad que atraviesa la situación epidemiológica de la ciudad, la Consejería debería replantearse la decisión de no informar sobre la evolución de los casos de coronavirus durante los fines de semana. Es una medida totalmente inapropiada en los tiempos que estamos viviendo y lo único que hace es provocar un efecto de relajación en la ciudadanía, que al no recibir notificación de que el virus ha ido a más un sábado o un domingo, cree que lo peor ya ha pasado.
Somos una de las tres autonomías españolas que no ofrecen datos de coronavirus el fin de semana. Nos va mal y no vemos que el Gobierno local se replantee la situación. Es, cuanto menos, preocupante.
Ocultar datos del avance de la pandemia en estos momentos debería ser delito o, por lo menos, debería ser motivo de investigación porque el efecto que la falta de transparencia tiene en la propagación de la enfermedad es constatable. Si estamos mal, hay que reconocerlo, pero, sobre todo, hay que informar a la ciudadanía del peligro real al que se enfrenta.
Tengo que reconocer que no soy partidaria del cierre de fronteras porque eso le hace un flaco favor a una economía como la nuestra, que está hecha unos zorros. Yo apostaría por cierres quirúrgicos; por confinar barrios más que por paralizar la ciudad. Pero llegados al punto en el que estamos, entendería que si Melilla cumple con todos los requisitos marcados por el Ministerio de Sanidad para entrar en el confinamiento se haga de una vez por todas y cuanto antes, mejor.
Ya no podemos culpar a los ciudadanos marroquíes acogidos en la Plaza de Toros de propagar la enfermedad porque la delegada del Gobierno los envió de vuelta a casa con o sin coronavirus. Ahora es nuestra responsabilidad y de todos los que entran y salen de Melilla sin que les hagan la más mínima comprobación de temperatura en puertos y aeropuertos. En estos últimos, se están produciendo, incluso, aglomeraciones en las salidas a la península por la coincidencia de dos embarques a la misma hora.
Hay países como Guyana que obligan a sus visitantes a entrar con una PCR realizada en las últimas 72 horas y, además, toma la temperatura en el aeropuerto, desinfecta a los pasajeros y los manda a pasar una cuarentena de siete días antes de empezar a hacer vida normal, con mascarilla en todas partes. No sé si ese es el ejemplo a seguir, pero lo que sí sé es que tenemos que tomar medidas cuanto antes.
En Melilla tenemos que incrementar el número de rastreadores y hacer que esto funcione. Tengo un conocido que fue contactado por el servicio telefónico de rastreo hace 15 días, tras haber estado en contacto con un positivo de COVID-19 y todavía está esperando que lo llamen del Comarcal para hacerse la PCR. Gracias a Dios no se contagió, pero si se lo hubieran pegado, habría regado el coronavirus como la pólvora por toda Melilla. Cuando los mecanismos de control no funcionan, la cosa se desmadra.
Y cuando los sueldos son precarios, también. Le he escuchado decir a un cura en la península que muchos trabajadores del campo esquivan los controles de temperatura que les hacen antes de subir a la furgoneta que los lleva a las fincas tomando paracetamol. Lo hacen porque tienen que elegir entre contagiar a sus compañeros o dar de comer a sus hijos. No podemos permitir que eso pase también en Melilla.
El coronavirus está acabando con nuestro pequeño comercio. Si la gente se entera de que hay un positivo aquí o allí, deja de visitar el local. Por eso los contagiados se resisten a admitir su enfermedad, para esquivar el estigma que les puede hundir el negocio.
Estamos atravesando una situación muy difícil. Imaginaos que para crear empleo hace falta que el PIB de una comunidad autónoma crezca por encima del 3%. En estos momentos la zona euro ha retrocedido 12 puntos. Hay que ser conscientes de lo que se nos viene encima.
No estamos para experimentos como los que se debatirán hoy en el Congreso de los Diputados con esa moción de censura que todos sabemos que no va a ninguna parte, pero que obligará al PP a retratarse ante sus votantes más a la derecha. Los populares, entre casos de corrupción y batallitas internas a lo Cayetana, no ganan para disgustos.
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