El área de mujer de la Cruz Roja cuenta con asesoramiento jurídico, asistencial y psicológico para todas aquellas melillenses que se encuentren bajo la violencia machista.
“Cuando una mujer denuncia, en el 99 por ciento de los casos, es porque ha llegado a una situación límite”, aseguró la coordinadora del área de mujer de la Cruz Roja en Melilla, María del Carmen Andújar.
Este departamento se creó en 1998 y consta de una oficina de información con asesoramiento legal, apoyo psicológico, y asistencia social y una casa de acogida, donde además de estos servicios prestados por las mismas profesionales, se ofrece formación y orientación laboral con el fin de que las mujeres puedan acceder a un trabajo una vez que abandonen la casa de acogida.
Dos perfiles de mujeres
En el programa se atiende a dos tipos de mujeres, siendo el primero aquellas que sólo van a la oficina de información a recibir asesoramiento, apoyo o a que le informen de cómo gestionar un recurso, le expliquen sus derechos, las prestaciones que pueden solicitar o cómo hacer una denuncia.
El segundo perfil atendido por la Cruz Roja son las mujeres que están ingresadas en el piso de acogida. Esto se debe porque tienen un mayor riesgo para su integridad física o moral, es decir, son aquellas que están en peligro de sufrir una agresión. Ellas están en esta casa las 24 horas del día y están sometidas a una serie de actividades y horarios con la intención de que puedan salir del círculo de la violencia de género y sean mujeres autónomas, libres y dueñas de su propia vida, tal y como aseguró el equipo de atención a la mujer de Cruz Roja a ‘El Faro’.
Casa de acogida
Actualmente hay tres mujeres, dos de ellas con un hijo y otra con dos que están viviendo en la casa de acogida de Cruz Roja. Aunque el número total de plazas disponibles son 16 tanto para las mujeres como sus hijos.
Este hogar cuenta con cuatro dormitorios independientes con cuatro camas y cuarto de baño en su interior, para darles independencia a cada familia. Pero cuando una mujer pasa la primera noche en este lugar suelen invitarla a dormir con otra mujer para que no se sienta sola. También cuenta con zonas comunes con salón comedor y cocina y un pequeño patio interior.
Además, la casa tiene un reglamento de régimen interno y quien no cumpla las reglas, en el caso de que sea una situación muy grave se le puede expulsar. Esta normativa contempla desde normas de convivencia, como tolerancia o respeto, los horarios de las comidas, el reparto de las tareas domésticas, el cuidado de sus hijos, aunque bajo la vigilancia de la educadora social y siguiendo las pautas marcadas; y también, no tener contacto con el agresor, ya que han decidido libremente romper con esta situación de maltrato.
Esto último es vital para ellas y han llegado a darse algún caso aislado de este tipo. En primer lugar se prohíbe el contacto con el agresor para evitar que se pueda utilizar la casa de acogida como un hotel mientras hay un proceso judicial abierto e incluso órdenes de alejamiento. Así, cuando una mujer denuncia una situación de violencia machista, se ponen en marcha una serie de mecanismo de seguridad y todo eso no sirve de nada si retoman el contacto.
Pero estos casos son excepciones, por lo que el equipo de Cruz Roja aseguró que en ocasiones no son conscientes de la situación peligrosa en la que se encuentran y por eso lo hacen.
Entre las diferentes actividades que realizan dentro de la casa de acogida están las de ocio y tiempo libre, el apoyo escolar para los niños, y formación para ellas.
La mayoría no habla bien español siendo el primer objetivo un curso de alfabetización que puede ser con recursos propios o con otras asociaciones y proporcionales asesoramiento laboral para que puedan encontrar un trabajo y ser independientes.
Un equipo preparado para la atención personal
Las profesionales que forman parte del equipo de este área de la Cruz Roja son una coordinadora de todo el grupo que es licenciada en Derecho y lleva el departamento de asesoramiento legal; una psicóloga y una trabajadora social. Además, en la casa de acogida cuentan con la labor que desempeña una educadora social y una mediadora social, quien ayuda a combatir las barreras lingüísticas entre las profesionales y las mujeres acogidas.
La falta de formación o recursos económicos
No sólo aguantan esa situación de violencia sobre ellas por apego emocional o afectivo, sino que factores como la falta de formación, apoyo familiar o de recursos económicos son claves para que estas mujeres no vean la posibilidad de abandonar.
Hay intermitencia entre los maltratos, de forma que la mujer guarda la esperanza que tras el arrepentimiento de su pareja no se vuelva a repetir ese episodio. Pero la auténtica esperanza comienza cuando dejan toda esta situación violenta y pasan a emprender nuevos proyectos sin la compañía de este hombre.
En otras ocasiones, romper con un proyecto de vida que con el que han soñado siempre o el creer que separarse implica que sus hijos no tengan a esa figura masculina son los motivos de aferrarse a esta relación dañina. Sin embargo, para los niños es aún peor ver como su padre maltrata física o psicológicamente a la madre puesto que ellos van a reproducir estos mismos comportamientos. Ellas tienen que ser conscientes de que esa figura masculina no es un buen ejemplo para sus hijos.
De hecho dentro de la casa de acogida corrigen la actitud de los pequeños que ya presentan, con pocos años, comportamientos violentos.
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