Baleària se presentó a cuatro concursos consecutivos del contrato marítimo y por los motivos más peregrinos no ha sido hasta ahora que ha conseguido que Marina Mercante le adjudique la línea de Almería, que todo apunta a que dejará de ser el trayecto más desagradable que se pueda hacer en barco desde Melilla para convertirse prácticamente en un crucero por el Mar de Alborán.
Y digo que hasta ahora ha sido desagradable porque los melillenses que hemos estado abonados a esa vía de conexión con la península, sabemos que los barcos destinados durante años a unir nuestra ciudad con el puerto almeriense siempre han sido los peores de cualquier flota. No lo decimos por despecho. Lo decimos porque también hemos viajado por Málaga y la diferencia es abismal.
Hoy, en cambio, tendremos en el trayecto a Almería un barco prácticamente nuevo, el Hypatia de Alejandría, que es el más ecológico de todos los que hemos tenido jamás y que, además, hace honor con su nombre a una de las primeras mujeres matemáticas del mundo.
Mucha gente me pregunta qué me pasa con el contrato marítimo que le doy tanta caña al tema desde esta Jabalina. Cuando escucho o leo esas críticas, enseguida me doy cuenta de que quien me cuestiona, obviamente sin ninguna mala intención, viaja en avión; no ha pisado el barco ni atado de pies y manos o sólo lo ha usado eventualmente.
Pero los que no salimos a Marruecos y dependemos del barco de Almería para viajar con asiduidad a la península y lo hacemos con coche, niños y mascotas sabemos lo importante que es tener un contrato marítimo en condiciones no sólo para Málaga.
La prueba de ello es el pinchazo que pegó la línea de Motril cuando Armas dejó de gestionarla y en su lugar pusieron un barco viejo de FSR. Por mucho que la compañía alemana se esforzó en darnos un buen servicio, el buque extra vintage que usaba, por llamarlo de alguna manera, no animaba a pasar seis horas y pico dentro, mucho menos con niños encarcelados en parques de bolas súperpequeños. Los monitores hacían lo que podían, pero aquello era prácticamente un castigo.
Mire usted, yo recuerdo una vez que en el camarote de Transmediterránea donde viajaba con mi bebé hacia Almería se me cayó el chupete del niño debajo de la cama y cuando me asomé a buscarlo, me quedé petrificada. Aquello estaba minado de porquería. Pero no reciente. Ahí había mierda digna de estar en un museo arqueológico.
Eso por no hablar de la vez que me tocó el camarote más cercano a la cocina y llegué a Murcia oliendo a pescado o de una vez que mi niño empezó a llorar a media noche y cuando encendí la luz estaba el chiquillo lleno de tortas rojas por todo el cuerpo. Me miré al espejo y yo también estaba llena de ronchas y picaduras. Me asusté y fui en busca de un médico y no había. Puse una reclamación y todavía estoy esperando que me contesten. Le hicimos alergia a los ácaros que había en ese camarote.
Ese es el perfil de los barcos que teníamos hasta ahora en Melilla para viajar a Almería. Y cuando uno ve que otra compañía pone un barco ecológico, que hasta ahora hacía los trayectos entre Valencia y Baleares o Ibiza, se pregunta por qué no nos tocó antes. ¿Quién se opuso a que tuviéramos un barco más moderno y mejor servicio?
Creo que el barco debe ser el principal reclamo de los melillenses. Nuestros políticos se llenan la boca diciendo que el mar es nuestra autopista, pero nunca han reparado en que no lo es mismo entrar en una autopista con un Maseratti que con un Seat 600. Durante años hemos hecho trayectos a la península en buques al límite de su edad útil. Damos, por tanto, gracias a Dios por no haber sufrido un percance en alta mar.
En los últimos años todos hemos sido testigos de cómo el contrato marítimo se fue adaptando a la precarización del mercado laboral en nuestro país. Cada vez veíamos menos trabajadores en el barco. Para mi fortuna, los que los sustituían hablaban con un acento que a mí me endulza el oído, pero todos sabemos que eso pasa cuando los sueldos son tan bajos que los españoles ni se plantean trabajar para esa compañía. Pasa en la agricultura, en los call-center y pasaba también en el barco de Melilla. ¿Por qué? Porque no le interesábamos lo más mínimo al Gobierno, que sólo velaba por los intereses de las compañías.
En esa época nunca vimos a un político del Gobierno de Imbroda salir a reclamar un mejor contrato marítimo para esta ciudad. Nunca los vimos reclamar al Ejecutivo de Rajoy que nos devolviera el barco rápido o el médico a bordo. Y con todo y eso, fue la mejor etapa que hemos vivido los melillenses. Teníamos barcos viejos, pero podíamos viajar a diario a la península y elegir entre tres compañías que hacían los trayectos.
Baleària ha reconocido que no es fácil competir con compañías que tienen adjudicado un contrato marítimo. Pues bien, ahora ya es una de ellas. Queremos ver la mejor Baleària. Empezamos bien, con un barco de lujo. Ahora tenemos lo oportunidad de comprobar si cuando nos prometía el cielo, iba en serio y la naviera está dispuesta a ponerlo a nuestros pies.
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