El salto que se produjo ayer en la valla por la zona de Barrio Chino se veía venir. La madrugada del sábado al domingo pasados, más de mil inmigrantes emprendieron la marcha hacia Melilla y fueron interceptados por las fuerzas de seguridad marroquíes. Fue el primero choque violento con heridos a uno y otro lado de los bandos.
El pasado jueves se repitió la escena. De nuevo un grupo muy numeroso de subsaharianos se enfrentó con los policías del país vecino y se repitieron las imágenes de violencia y agresividad. Y ya ayer el salto se produjo a primeras horas de la mañana por el punto débil de Barrio Chino, donde llegaron a derribar la puerta del control fronterizo con el uso de una cizalla.
El enfrentamiento en la valla fue inevitable: unos, porque no tienen nada que perder; los otros, porque saben que nuestra seguridad depende de su trabajo. El resultado fue la entrada de 133 inmigrantes y un importante balance de heridos en el lado español: 49 guardias civiles y 57 subsaharianos.
La peor parte se quedó en Marruecos, donde distintas fuentes han señalado que 5 inmigrantes perdieron la vida al caer de la valla, mientras 140 agentes marroquíes precisaron atención médica en Nador junto a otros más de 70 subsaharianos.
En Marruecos han quedado más de mil personas pendientes de volver a intentarlo. Cuándo lo harán es una incógnita. Lo que sí se sabe es que ha aumentado exponencialmente el uso de la violencia por parte de los inmigrantes, que se pertrecharon de toda clase de objetos contundentes (piedras, martillos, piedras…) antes de iniciar su camino hacia la valla.
El problema es también que esto no tiene pintas de mejorar. Muy al contrario, los datos que se manejan a nivel europeo establecen que la guerra de Ucrania va a provocar una impresionante hambruna en el norte de África, lo que llevará aparejado intentos desesperados por llegar al viejo continente como sea.
Se nos viene encima un verano caliente en estos asuntos de la inmigración. Los sindicatos policiales ya dicen desde ayer que hay puntos que deben mejorarse en nuestras infraestructuras fronterizas, como es que se terminen de colocar los llamados “peines invertidos”, que piden que sean rígidos para impedir mejor los saltos.
Estas organizaciones han expresado su preocupación por la situación y han vuelto a poner de manifiesto que la política de personal y medios materiales relacionados con la frontera, es mejorable.
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