Los miembros de la minoría cristiana marroquí se reúnen en secreto para leer juntos el Evangelio, pero saben que pende sobre ellos un artículo del Código Penal que los puede llevar tres años a prisión en un país donde abandonar el Islam está prohibido. El joven Mohamed Al Biladi, de 31 años, se convirtió al cristianismo en 2006 convencido por unos programas que escuchaba en una radio cristiana, único medio de comunicación en una aldea, Ulad Amar (70 kilómetros al norte de Fez), donde en 2013 aún no es posible conectarse a internet.
A principios de septiembre, el cristiano Mohamed (que curiosamente no ha cambiado de nombre) fue arrestado en su pueblo. En sólo 48 horas fue interrogado por la Policía, enviado al juez, juzgado y condenado en primera instancia a dos años y medio de cárcel por “tratar de quebrantar la fe de un musulmán”
“No es cierto: En mis siete años de cristiano nunca traté de convertir a nadie. Yo no hago sino contestar a mis paisanos cuando me preguntan por qué me aparté del Islam, pero nunca he regalado una Biblia ni promovido la conversión de nadie”, explica en un café de Fez, recién salido del tribunal.
Tras pasar un mes preso, el juez decretó su libertad provisional y fijó un juicio en apelación, que ha quedado aplazado hasta el 26 de diciembre para dar tiempo a la defensa a preparar su estrategia, pues un número creciente de abogados (más de una docena) se han presentado voluntarios para defender a Al Biladi de forma gratuita.
El Código Penal marroquí es explícito: El artículo 220 condena a penas de seis meses a tres años a quien “emplee cualquier medio de seducción para quebrantar la fe de un musulmán o tratar de convertirlo a otra religión”, pero se aplica con frecuencia sencillamente a los musulmanes que se convierten.
A pesar de la ley, un número desconocido de musulmanes se han convertido por distintas vías y se reúnen clandestinamente algunos domingos en pisos anónimos de las grandes ciudades donde leen juntos los Evangelios en su versión árabe, como relata Mohamed sin querer dar detalles.
Según cifras aparecidas en un reciente informe del Departamento de Estado de EEUU, hay en Marruecos 8.000 cristianos conversos, cifra imposible de verificar.
En el caso de Mohamed, fue una radio cristiana la que “abrió los ojos” ya en 2006; tras cinco años de práctica solitaria, un día anotó un número marroquí que proporcionaba uno de los programas, llamó al teléfono y se trasladó desde su aldea, a unos 70 kilómetros de Fez, hasta la ciudad de Nador, donde se reunió con tres “hermanos” marroquíes que le entregaron su primera Biblia.
Vinieron después encuentros esporádicos con otros cristianos, siempre clandestinos, pero para entonces su condición ya era conocida en su aldea, donde algunos comenzaron a tratarlo de loco y otros, “los más radicales”, a retirarle la palabra a él y a su familia.
Mohamed asegura desconocer si alguien de su propia aldea lo denunció y la razón de que la Policía lo detuviera hace dos meses cuando su condición de cristiano era pública y notoria: En la vecina localidad de Ain Aicha, el dueño de un café internet no tiene ningún problema en imprimir de vez en cuando para él pasajes o comentarios del Evangelio.
Tras ser detenido, recuerda que uno de los guardianes de la cárcel pidió a los otros reclusos que trataran de “enderezarlo” y “reconvertirlo” al Islam, y así lo intentaron sin ningún éxito: “Esta prueba que he atravesado no ha hecho sino fortalecer mi fe”, cuenta.
Sin embargo, niega haber sido maltratado en prisión, como fue publicado en varios medios. Sostiene que, en el peor de los casos, había presos que se reían de él cuando hablaba del cristianismo.
Una y otra vez, Mohamed niega pertenecer a ninguna clase de ‘red’ ni haber participado en tareas de evangelización; todo lo más, admite haberse reunido en algún momento en la ciudad de Alhucemas con varios cristianos estadounidenses para rezar juntos.
Las autoridades marroquíes son inflexibles con los extranjeros (casi siempre protestantes) descubiertos en misiones de predicación: En 2010 expulsó a 130 de ellos, en su mayoría estadounidenses, pero también españoles, lo que motivó quejas de los gobiernos de EEUU, Holanda y España.
“No existe la tolerancia en la sociedad marroquí en materia religiosa -lamenta Mohamed- porque la misma religión musulmana es intolerante ¿Acaso yo me he metido en política? ¿Acaso no soy súbdito del mismo rey que cualquier marroquí? ¿Por qué se prohíbe en Marruecos salir del Islam y no de las otras religiones?”
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