Los partidos en liza electoral iniciaron ayer su campaña, en algunos casos con caravanas electorales por la ciudad y, en casi todos, con valoraciones obligadas de lo sucedido la madrugada anterior en el acto de pegada de carteles. Todos coincidieron en condenar la agresión al presidente de la Ciudad, del PP y cabeza electoral por este partido, Juan José Imbroda, con un banderín de CpM, pero no todos pusieron el acento por igual en las distintas circunstancias en las que se sucedió dicha agresión. De hecho, obviaron o si lo prefieren pasaron por alto el que la misma se produjera en un ambiente de claro y abierto boicot por parte de los cepemistas en contra de la pegada de carteles por parte del Partido Popular.
Para Aberchán, lo ocurrido fue consecuencia de la acción de un “desequilibrado”. Nada que decir sin embargo y por su parte de los coches, equipados con altavoces en tres de los casos, y en otros simplemente pertenecientes a afiliados, simpatizantes o seguidores de su partido, que obstaculizaban e invadían el espacio reservado al Partido Popular por la Junta Electoral para proceder a la pegada de su propaganda.
Nada que decir tampoco de los claros abucheos cuando Imbroda se aprestaba a pegar el primer cartel, ni de la acción grupal de lanzamiento de objetos contra los populares.
Tampoco de la subida extrema del volumen de su himno a modo de recepción de los populares nada más llegar estos a la Plaza de España, ni de la usurpación del espacio que no les correspondía, no sólo con vehículos, sino con torres de altavoces igualmente situadas allí donde no les pertenecía instalarlas.
Para Aberchán se ha dado importancia a algo que ellos minimizaron, porque según dijo miembros del PP también agredieron a la candidata número 2 por este partido y diputada actual en la Asamblea de Melilla, Dunia Almansouri, pero ellos, los cepemistas, no le dieron importancia.
No explicó el líder de CpM los detalles ni las consecuencias de la agresión contra Almansouri; en cambio sí acusó a Imbroda de extralimitarse en sus declaraciones contra CpM porque, según dijo, estaba “un poco bebido”.
Por su parte, el PSOE, en sus recomendaciones continuas y juicios al trabajo de los medios de comunicación, pidió que no se dé “un sesgo” a los conflictos que puedan sucederse, en aras a evitar, según los socialistas, la transmisión de un clima electoral que en verdad no se corresponda con la realidad.
Desde el PPL, que también se pronunció al respecto, el no candidato y presidente de este partido, Ignacio Velázquez, también condenó “abierta y claramente” la agresión a Imbroda, pero a la vez la aprovechó –con la advertencia de que no se interpretara como justificación- para denunciar el “clima electoral verdaderamente duro y elevado” contra su partido en la precampaña previa al inicio oficial de la presente carrera final hacia las urnas.
Resulta evidente como cada cual, desde la condena obligada, arrima el ascua a su sardina, lo que, pudiendo ser comprensible, parece poco edificante cuando hablamos de un inicio de campaña electoral tan hostil contra el PP como el que abiertamente protagonizó CpM, ante tantos y numerosos testigos que negarlo resulta imposible.
Ya escribí en mi Diana de ayer lo que me pareció el acto primero de pegada de carteles y pienso que poco más hay que añadir cuando CpM demuestra no sólo que es incapaz de someterse a la debida autocrítica sino que opta incluso por contraatacar acusando al presidente del PP de pronunciarse ante lo sucedido con alguna copa de más.
Mal vamos en esta ciudad con la política del todo vale, de la acusación permanente, cruzada y recurrente, de la judicialización extrema, porque en esta ocasión ha sido Aberchán quien ha retado a Imbroda a retractarse de sus comentarios bajo la advertencia de que le presentará una denuncia para el caso de que no rectifique.
Y es que el candidato Imbroda, en sus primeras alocuciones, tachó a CpM de jugar a dividir la ciudad, algo que por demás no resulta nada nuevo pero que, según los cepemistas, expresó con una mayor carga condenatoria al culparlos de “querer convertir Melilla en una separación como el Líbano entre cristianos y musulmanes para matarnos”.
Particularmente, no pude escuchar a Imbroda realizar esas manifestaciones, que considero excesivas en las formas pero que comprendo en el fragor del momento y ante la impotencia que desprendía la triste comprobación de que las mínimas reglas democráticas se pisoteaban abierta e impunemente y sin más opción que la de asumirlo resignadamente, en evitación de consecuencias más trágicas o mayores.
No las comparto en la forma pero sí reitero que en el fondo no representan nada nuevo. El PP acusa a CpM de jugar a la división y al enfrentamiento étnico de manera peligrosa, y resulta evidente que, en la pegada de carteles, los cepemistas trastocaron la lógica competición democrática en un enfrentamiento antidemocrático, intimidatorio y no exento de violencia verbal e incluso física, aunque en menor medida en este último alcance.
CpM ha sufrido una clara regresión que se demuestra en la ausencia de candidatos no musulmanes en sus primeros puestos. Ya no cuida las formas siquiera y tampoco lo hizo en el acto inicial de la campaña electoral. Esto es lo que pienso sin más sesgo ni intención que la de contarle mis impresiones.
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