Consejera de Educación en la legación diplomática española en Rabat, profesora universitaria y exministra de Gobierno de España. Ignorante o/y actuante en una insidia contra España. Trujillo es su apellido e intervino en un congreso internacional en Rabat y oficial (en el que participó igualmente el expresidente Zapatero) para venir a aseverar, entre otros pronunciamientos, que “las ciudades de Ceuta y Melilla suponen una afrenta en la integridad territorial de Marruecos”.
No se sabe si estaba fumada o pagada por la infundada reivindicación marroquí, o ambas cosas, pero no debiera permanecer en esa embajada. No se puede pertenecer (si aún sigue allí) y cobrar muy pero que muy bien para defender los intereses de tu país y denostarlo. No puede haber gente en la representación exterior ignorante o, en el peor de los casos, agente de otra nación que por el capricho de su satrapía y su consentimiento nos condena a la arbitrariedad.
Como profesora universitaria, que retroceda a ser enseñada, a que se esfuerce como alumna y aprenda, como poco, que un Estado que no defiende su territorio como principio básico, empieza por no defender nada más allá de los intereses políticos y partidarios del momento. Así las cosas, a esta señora, se le debe reconocer que por las razones que sean, ha dicho lo que otros, y los hay, o lo dicen en voz baja o lo piensan, como poco.
Compañeros y compañeras de bien del partido de esta voz hueca e hilarante, han manifestado su contrariedad y desacuerdo sin ambages ante tal insidia. También muestran su pesar por la decepción que les supone a ellos y el peso no buscado e innecesario ante la opinión pública. Pero también y de momento hay protagonismo para el silencio.
Hay silencios que cuando se prolongan, se vuelven truenos. Y, a la hora que esta opinión se escribe, hay algunos de ellos que ya son muy sonoros. Empezando por el de ámbito nacional, gubernamental o partidario, teniendo en cuenta que la información sobre estas afirmaciones referidas ha tenido muy amplio eco en la prensa de ámbito general. Pero la hay también local, esa mudez. Cada cual administra sus silencios, como cada cual administra sus resquemores.
Puede que haya quienes intenten querer convertir (y no hace falta cruzar la frontera marroquí) en un problema, si no los somos ya, a Melilla y Ceuta. No a Teruel o Huelva, tan españolas como lo son las dos ciudades autónomas por el hecho de nuestra situación geográfica y, así, solucionar tal embolado para arreglar otros. Esto podría ser sumamente injusto y contrario al deber de cualquier Estado: defender, en igualdad de derechos y deberes, a todos sus ciudadanos.
Esa defensa se basa en la historia y sentimientos de cualquier territorio nacional, incluidos, claro está, los de Ceuta y Melilla. No hace falta ser de derechas, de izquierdas o en los márgenes de ambas, para exigir esto. Por ello, más que nunca, pero siempre, a la hora de definir y proteger el presente y proyectar el futuro; buscar luz a los problemas de máxima prioridad, el encuentro a voz conjunta de los distintos responsables en las instituciones o formaciones se torna básico, al menos un espacio más allá de la liturgia en el combate por el poder.
Solo es una opinión.
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