Editorial

Confianza en el futuro de Melilla

El vicepresidente primero del Gobierno y consejero de Economía, Comercio, Turismo, Innovación Tecnológica y Fomento, Miguel Marín, ha pedido a los melillenses que tengan confianza en el futuro de la ciudad y en quienes están ahora al frente del Ejecutivo porque entiende que el trabajo y las gestiones que se están desarrollando van a dar frutos. Unos frutos, dijo, que posibilitarán crecimiento económico y creación de puestos de trabajo, dos puntos estos sin los que cualquier sociedad está condenada a desaparecer. De hecho se calcula en más de dos mil las personas que se fueron de Melilla entre 2019 y 2023 cuando gobernaban CpM y PSOE.

Perder la confianza en el futuro es muy fácil de conseguir. Basta con ver inestabilidad, abandono, suciedad en las calles, malos datos en educación o sanidad, ser conscientes de la falta de educación y el incivismo de la ciudad, para plantearse dar el salto a la península. Y ya si encima no se ven salidas económicas ni posibilidad de tener un trabajo, apaga y vámonos.

Recuperar la esperanza, sin embargo, se antoja como algo mucho más complicado. No es fácil sacar a la población del desánimo, de la pasividad, del escepticismo. No, no es coser y cantar, ni mucho menos. Y si tenemos en cuenta el tradicional complejo melillense de que todo lo de fuera siempre va a ser mejor que lo nuestro, se cierra el círculo del pesimismo.

Es verdad que todos el mundo merece una oportunidad, que el Gobierno parece ir en la buena dirección al menos en lo que a las áreas de Miguel Marín se refiere, igual que en el caso de la Universidad, al amparo del diputado delegado Jesús Romero. Los ciudadanos deben hacer un esfuerzo colectivo de confianza por lo que está por venir. Hay que pensar que peor no nos puede ir, que se tocó fondo en la última legislatura y que ahora todo es ir hacia arriba, salir del pozo, respirar un nuevo aire.

Miguel Marín, llamado a desempeñar grandes responsabilidades a no tardar demasiado, tiene muy claros sus objetivos, el camino que hay que seguir y los mimbres de que se dispone para construir el cesto. Y eso siempre es un dato que puede tranquilizarnos. Parece que el vicepresidente primero se ha marcado unas metas en un papel y va tachando cada una de las tareas que va cumpliendo.

Pero recuperar la esperanza y la confianza en el futuro no depende exclusivamente del Gobierno local. Hay algo de la máxima importancia, sobre todo en las personas que pasan de los 50, y es el estado de la sanidad pública. Es insoportable no poder conseguir una cita para que te vea tu médico de cabecera porque resulta que está de baja y no lo han sustituido por otro.

Es realmente dañino para el futuro melillense que haya especialidades médicas que no se cubren, que los médicos cambien cada seis meses porque aquí no tienen alicientes para quedarse o que las listas de espera sean kilométricas, que no te hagan ni caso cuando te encuentras mal. Y eso, como la educación, no es competencia de la Ciudad Autónoma.

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