Coalición por Melilla mostró ayer su indignación por las acusaciones de Abderraman Benyahya contra la dirección cepemista tras el vil atentado a su domicilio familiar, pero no empleó ni un solo segundo en condenar el atentado contra el hogar del dirigente musulmán. CpM perdió una vez más una oportunidad de oro para marcar distancias con un vandalismo muy peligroso, que está empezando a convertirse en otra cosa y que no puede quedar impune ni encontrar amparo en ningún ámbito.
Los socialistas tampoco perdieron un minuto de su tiempo en condenar el grave atentado contra Benyahya y su familia. En su teoría de mantenerse al margen de lo que llaman enfrentamiento identitario, callaron sin reparar en que el silencio puede malinterpretarse.
Desde el Gobierno de la Ciudad sí se condenaron los hechos, como un día antes ya lo hicieron el PP y PDM. A sus condenas se sumaron ayer las de UPyD y PPL. No obstante, en algunas de los comunicados se señala de forma imprecisa a una “determinada clase política” o un determinado partido como responsable de una tensión in crescendo que amenaza con alterar la paz social en nuestra ciudad.
Es de cajón que no se puede acusar a nadie sin pruebas, pero también que no debemos jugar a marear la perdiz en beneficio de interpretaciones que pueden acabar siendo erróneas. Las acusaciones indeterminadas pueden se tan dañinas como la omisión indebida ante un hecho que, cuando menos, debe condenarse abierta y enérgicamente, sin ningún género de dudas.
En el caso del atentado contra la vivienda del secretario general de la Asociación Religiosa Musulmana de Melilla hay que esperar a que la Policía actúe, en la confianza de que los vándalos que fueron capaces de intentar incendiar la casa de Benyahya y su familia no sólo acaben detenidos, sino emplazados a declarar por qué lo hicieron, con qué finalidad o a cambio de qué.
El momento temporal en que se han producido los hechos, en medio de una tensión no conclusa por unos resultados electorales que siguen sin ser admitidos especialmente por CpM, no admite dudas sobre la motivación política última del atentado contra la casa del dirigente musulmán y también de la candidata nº 23 del PP, Widad Ben Abdelah.
Anima a pensar sin temor al error que tras el acto terrorista puede haber terceras personas que muy posiblemente no se correspondan con ningún dirigente de los partidos políticos locales, pero sí con activistas políticos que actúan de forma descontrolada.
Abderraman Benyahya no ha acusado a ningún dirigente de CpM de ser el autor de lo sucedido, sino que ha responsabilizado a la dirección del mismo partido de lo ocurrido por las arengas en su contra en distintas reuniones o concentraciones de militantes cepemistas.
Asistí a su rueda de prensa y grabé lo que dijo. Se limitó a señalar a los que, en su opinión, son los autores intelectuales del acto terrorista, por predisponer en su contra a elementos que pueden resultar difíciles de controlar.
Teniendo en cuenta que a Benyahya se le ha acusado de ser un mercenario al servicio del Gobierno Imbroda o de actuar incluso contra los musulmanes por no alinearse con la nueva Comisión Islámica de Melilla o con su referencia política, tal cual es Coalición por Melilla, su razonamiento puede o no ser compartido pero no carece de coherencia.
Aún así, es preciso reiterar que sólo la Policía puede esclarecer este grave asunto y que debemos darle tiempo y confiar en su pericia, por el bien de la ciudad y el conjunto de nuestra clase política.
Me reitero por ello en lo que he señalado al principio, puesto que más allá de la indignación que pueda sobrecoger a CpM por el razonamiento de Benyahya, está la obligación moral e inaplazable de condenar hechos tan graves como el intento de incendiar una casa familiar, en la que residen incluso niños menores de edad.
CpM ya titubeó cuando en el inicio de la campaña electoral se despreocupó de realizar un buen ejercicio democrático, animando abiertamente a sus seguidores contra el PP e invadiendo por completo el lugar que correspondía a los populares para su primera pegada de carteles. Su condena contra aquella primera agresión al presidente Imbroda con un banderín cepemista no fue suficientemente contundente, como después tampoco lo fue contra el intento de atropello de militantes populares en la Cañada, a instancias de personas que por sus voces y consignas se identificaron con Coalición por Melilla. Igualmente pasó con la agresión al presidente de Annour, Yussef Kaddur, motivo incluso de comentario jocoso por parte del portavoz de CpM, Yasin Puertas.
La radicalización en la que se ha sumido el partido de Mustafa Aberchán debe reconducirse en beneficio de unas siglas que en sus quince años de historia ya ha sido capaz de demostrar una vocación común de defensa de todos los melillenses y que necesariamente debe recuperar estilos y modos como los que en 2003 le permitieron obtener hasta siete diputados en la Asamblea de Melilla. O CpM se desmarca abiertamente de esos descontrolados que hablan y dicen actuar en su nombre o acabará arrastrada por ellos más allá de lo que la Democracia permite.
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