En el improvisado refugio levantado junto a un lateral del CETI, unos se van y otros se quedan. Entre los primeros está la joven marroquí Ouafe, readmitida el pasado miércoles en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes tras haber sido expulsada del mismo a comienzos de febrero, cuando se le denegó su petición de asilo en España.
Los que se quedan son Abdelatif, Mohamed y Abdelmonaim. Al igual que Ouafe, los tres fueron desalojados del centro en aquellas fechas, con la diferencia de que a ella un juzgado de Madrid le ha aceptado el recurso contra esa decisión, que fue adoptada sin los correspondientes trámites administrativos. Su novio sirio, también llamado Mohamed, ha pasado junto a ella estas duras semanas a la intemperie y ahora ambos ya tienen un techo en condiciones bajo el que cobijarse.
Unos se marchan, otros se quedan y otros llegan. Abdelatif, Mohamed y Abdelmonaim tienen una nueva compañera en el hogar al raso que han construido con sus propias manos.
“Nos la encontramos dando vueltas por aquí hace unos días. No sabemos si tiene dueño, así que decidimos que se quede con nosotros”, cuenta Abdelatif mientras acaricia a una perrita de orejas caídas y piel clara que no para de reclamarle su atención. Ella quiere jugar y no está dispuesta a quedarse fuera de la conversación que uno de sus amos tiene con El Faro.
La nueva integrante del grupo necesitaba un nombre y sus ahora dueños lo tuvieron claro. Le buscaron uno que sonara a esperanza. Y lo que más desean todos aquellos que llegan a Melilla huyendo de sus países es que se les conceda el permiso de salida hacia la península. Salida es, de hecho, una de las primeras palabras que aprenden en español.
No es el caso de Abdelatif, que domina el castellano a la perfección tras haber pasado más de una decena de años en nuestro país. Pero, mientras juega con ‘Salida’, repite constantemente la palabra mágica, como sintiendo que así estuviera más cerca de que se resuelva su situación y la de sus otros dos compañeros.
Recurso contra su expulsión
Mohamed regresa de los juzgados. Ya ha iniciado los trámites para presentar el recurso contencioso-administrativo contra su expulsión del CETI. ‘Salida’, que monta guardia ante la entrada al hogar improvisado que habitan, acude contenta a recibirlo.
“Va a quedarse con nosotros y vamos a intentar que la vacunen”, cuenta este joven de 25 años a El Faro. Natural de Alhucemas, solicitó asilo en España por la persecución que dice sufrir por profesar el cristianismo. Ahora espera que su recurso salga adelante y seguir los pasos de Badr, otro miembro del grupo de 14 marroquíes expulsados del CETI a comienzos de febrero, que a mediados de marzo fue readmitido en el centro. Badr también es cristiano.
Aparte de recurrir la expulsión del CETI, ordenada sin el correspondiente papeleo, los marroquíes han de conseguir la anulación de la orden de expulsión que pesa sobre ellos. Cada uno guarda una copia de la suya. Un documento que muestra que, de ser expulsados de nuestro país, también se les prohibirá la entrada en los más de veinte países europeos que forman parte del llamado ‘espacio Schengen’.
Es la hora de comer. Amigos que se encuentran dentro del CETI les pasan las sobras entre los barrotes del lateral del centro. “Les sobra la comida y, antes de que la tiren, mejor que nos la den a nosotros, ¿no?”, considera Abdelatif mientras da a ‘Salida’ un trozo de pan que parece no apetecer a la pequeña mascota.
Siempre hospitalarios, los jóvenes invitan a El Faro a pasar a su improvisado hogar. Lo que empezó siendo unas mantas sujetadas por unos palos es ahora una ‘casa’ con varias ‘habitaciones’. “Ahí estaban Ouafe y su novio sirio”, indica Abdelatif señalando una estancia separada de la principal por una lona. El refugio tiene una estructura, por llamarla de alguna manera, levantada con palés, somieres, piedras y cualquier objeto con un mínimo de peso que pueda sujetar el techo de mantas bajo el que se guarecen.
Abdelatif, Mohamed y Abdelmonaim son rifeños. No se sienten de Marruecos y temen que las autoridades españolas los devuelvan a su país, especialmente después de que pocos días después de su expulsión del CETI rompieran una bandera marroquí en la Plaza de España.
Abdelmonaim afirma que fue un “error” que los rifeños se enfrentaran a los españoles en la Guerra de Marruecos.
“Nuestros abuelos estaban mejor con los vuestros que con los árabes”, sostiene. Abdelatif le da la razón y subraya: “Mi lengua es el tamazight. Yo no aprendí árabe hasta que fui mayor. No tenemos nada que ver con los marroquíes”. Mientras, ‘Salida’ observa con ojos teñidos de ternura a sus amos. Ya es hora de recibir alguna carantoña.
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