La Consejería de Bienestar Social y la Dirección Provincial de Educación están manteniendo conversaciones y buscando fórmulas para intentar que los comedores escolares abran este verano para los niños de las familias más desfavorecidas de la ciudad.
Han tomado buena nota de la recomendación realizada la semana pasada por la Defensora del Pueblo, Soledad Becerril, que en un escrito dirigido a todas las autonomías pedía que se abrieran los comedores escolares en verano para atender a los menores en situación de vulnerabilidad.
Becerril reclamaba a los gobiernos autonómicos que dieran prioridad a la apertura de los comedores escolares en verano y así se está haciendo en Melilla, máxime cuando la tasa oficial de pobreza infantil en nuestra ciudad ronda el 43%: Casi la mitad de los niños melillenses vive en situación precaria.
La propia consejera de Bienestar Social, María Antonia Garbín, reconoció ayer que esta cifra es alarmante. Por eso el propio Estado ha decidido destinar a Melilla 1,2 millones de euros, que llegarán a la ciudad a partir de julio . El dinero se invertirá en un plan que se pondrá por objetivo la erradicación de la pobreza infantil.
Para nadie es un secreto que tanto las instituciones públicas, como las ONGs de Melilla se están viendo desbordadas por el brutal incremento del número de familias que el único plato de comida que se llevan a la boca sale de la caridad o las subvenciones de la Administración.
Aunque la crisis parece que comienza a darnos un respiro, todavía pasará mucho tiempo para que los grandes perdedores de este bache, los que se han quedado sin nada, incluso sin esperanzas, vuelvan a las filas de la clase media que les acogía antes del ‘crash’ de la economía mundial.
Eso, en el mejor de los casos. Los peores agoreros aseguran que muchos españoles se quedarán por el camino, en un limbo de calamidad infinita del que será muy difícil que salgan. Sobre todo, si no estudian. Los libros son, en condiciones normales, el camino más seguro para salir de la miseria.
Pero en Melilla se juntan dos factores terribles: Por un lado la pobreza y por otro, el fracaso escolar. Habrá que trabajar con ahínco de manera que los niños que hoy no tienen qué comer, encuentren en la escuela un incentivo. Y eso bien puede empezar con la apertura de los comedores escolares en verano.
Desde la Dirección provincial de Educación destacan la gratuidad de los comedores escolares en la ciudad. Éso es algo que tenemos que apreciar porque no ha sido así en muchas comunidades autónomas, ni quiera antes de que comenzara la crisis.
Ahora, Melilla trabaja en encontrar la manera de que el próximo curso también se den desayunos en los colegios. Y eso es otro paso hacia adelante.
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