Hace más de un año, cuando los docentes dieron la voz de alarma, se tomaron todas las medidas necesarias para que en las aulas no hubiera ningún alumno que acudiera por la mañana sin haber tomado el imprescindible desayuno.
Una vez concluido el curso y teniendo en cuenta las dificultades por las que atravesaban muchas familias en nuestra ciudad, se decidió mantener abiertos los comedores escolares para continuar facilitando la alimentación necesaria a los pequeños, sobre todo en la comida del mediodía. El pasado verano, debido a la falta de coordinación entre la Administración y las ONGs que prestaban esa misma ayuda, las plazas puestas a disposición de las familias superaron con creces la demanda. El día en que más niños acudieron a los comedores escolares sólo se ocuparon 90 de las 400 plazas disponibles, es decir, menos del 25%.
Aquellos errores en la planificación han servido de lección para hacer ahora un uso distinto del presupuesto. En esta ocasión, la controvertida utilización de fondos públicos de hace un año ha llevado a un modelo que permite realizar el gasto según va surgiendo la necesidad y adaptando a ésta el dinero que se invierte.
Sin embargo, aunque es importante, la noticia más relevante no es que se haya conseguido hacer un buen uso del presupuesto. Más importante es que si hace un año sólo hizo falta utilizar un 25% de las plazas, en esta ocasión el uso ha sido del 0% tanto en todo julio como en agosto hasta la fecha de hoy.
Si, como es de esperar, las familias que podían ser beneficiarias de este servicio han sido correctamente informadas sobre el mismo y no se ha producido ninguna solicitud, se trata de una noticia esperanzadora para una ciudad que en los últimos años ha sentido con mayor crudeza las consecuencias de la crisis económica, especialmente las personas de las capas sociales más desfavorecidas.
No tiene sentido negar que todavía hay en Melilla muchas familias con serias dificultades para cubrir cada mes las necesidades de todos sus miembros. Sin embargo, su número no sólo parece que ha dejado de aumentar, sino que también da muestras de haber empezado a disminuir.
A ello hay que sumar (como informó El Faro de Melilla hace varias semanas) que las ONGs que trabajan para socorrer a estas personas han detectado un cambio en las solicitudes de ayuda que realizan. Si hasta hace un año las peticiones de las familias eran de productos alimenticios y de primera necesidad, ahora las solicitudes empiezan a dirigirse, por ejemplo, a las ayudas para la reparación de electrodomésticos como calentadores o cocinas o a la adquisición de gafas.
Que los comedores escolares permanezcan vacíos en verano o que los productos de primera necesidad hayan empezado a perder peso en las peticiones de urgencia de las familias son dos buenos síntomas de que la situación económica ha empezado a cambiar. Pero sólo podremos decir que el cambio de ciclo es definitivo cuando las cifras del paro den muestras inequívocas de que la recuperación es una realidad tangible, especialmente para las familias más desfavorecidas.
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