Opinión

Colonias de gatos en Melilla

Hace unos días, un señor se me acercó a proponerme que escribiera sobre las colonias de gatos. Él acostumbra a subir a Melilla la Vieja a darles de comer porque cree que ya que los animalitos están en la calle, no se les puede dejar sin comida. Vecinos del Pueblo nos han comentado que en el barrio viven más gatos que personas y que, además, los felinos están de muy buen ver.

El caso es que el señor no entiende por qué se prohíbe alimentarlos si las colonias de gatos son la mejor forma de controlar plagas de ratones y cucarachas.

Otra cosa es lo que creen los expertos. En declaraciones a El Faro, los veterinarios recomiendan no dar de comer a los animales callejeros porque al estar bien alimentados se reproducen mucho más y esa sería la explicación por la que tenemos tantos animales abandonados en la calle en estos momentos en que la ciudad aún continúa en nivel 1 de alerta por rabia, lo que constituye un peligro para la salud pública.

Ayer, por fin, la Ciudad Autónoma aprobó una reforma del Reglamento de Sanidad Animal que se plantea el control de las colonias de gatos en Melilla y desde la Consejería nos han adelantado que tienen la intención de vacunarlos contra la rabia y además, seguir con el captura, esterilización y suelta de los animales. Es lo que se conoce como el método CES, que la Asociación Protectora de Animales de Melilla viene aplicando desde que en 2019 la entonces consejera de Sanidad, Paz Velázquez (PP) les dio una subvención de 15.000 euros.

En el pleno de control celebrado ayer en el Palacio de la Asamblea hubo polémica tras la presentación de la reforma del Reglamento porque Velázquez proponía aprobar uno nuevo, mucho más ambicioso, en el que vienen trabajando desde 2018 los veterinarios de la Ciudad Autónoma, con los que Paqui Maeso, la consejera socialista, tuvo sus más y sus menos tras decretarse el nivel 1 de rabia en Melilla.

Paqui García Maeso tenía premura por aprobar la modificación del Reglamento de Sanidad Animal tras recibir un cuarto requerimiento del Defensor del Pueblo pidiéndole establecer las medidas adecuadas para determinar el procedimiento para el reconocimiento de la condición de perro de asistencia y para la inscripción en el registro y el establecimiento de un distintivo oficial para identificar al animal e identificar las enfermedades para las que está previsto su acompañamiento como perros de aviso.

La consejera podía escoger entre contestar el requerimiento del Defensor justificando la demora o solucionar el problema y optó por la segunda opción. Desechó aprobar un reglamento más ambicioso no porque le guarde rencor a los veterinarios ni mucho menos sino porque al estar previsto que el Gobierno aprueba la ley de Bienestar Animal, considera prudente esperar a que salga la ley para elaborar un Reglamento que se ajuste a la normativa y que represente un paso de avance para Melilla.

En esa modificación puntual, Maeso añadió el control de las colonias de gatos con la certidumbre de que será muy difícil conseguir familias de adopción para todos los gatos que están en la calle y además, consciente de que habrá animales que prefieran seguir viviendo en la vía pública.

El caso es que la captura, esterilización y suelta no estaba regulada, aunque se venía haciendo y ahora sí lo está, lo que favorece el control de las colonias de gatos que es una demanda de la ciudadanía melillense y que en Ceuta se hace desde hace tiempo. De esta forma se puede reducir el número de felinos que viven en la calle.

Aquí puede parecer normal, pero no lo es. Yo recuerdo que al principio de mudarme a Melilla me encontré un gato negro encima del capó de mi coche y me dio un mal rollo tremendo. No sabía que eso es una estampa cotidiana en esta ciudad. Tanto o más que la ingente proliferación de gaviotas que pegan chillidos como si estuvieran a punto de cometer un crimen.

No había visto una ciudad con tantos gatos callejeros como Melilla. El Tesorillo, Calvo Sotelo y Melilla la Vieja están llenos de gatos callejeros y tengo al sensación de que ahora hay más que hace unos años.

Admito que a mí no me molestan, pero me preocupa que vivan en la calle. Uno se va a Berlín o a Bruselas y no se encuentra colonias de gatos en una esquina. Aquí los tenemos y lo ideal sería buscar familias de adopción, pero en el punto en el que está el problema hay que empezar por controlar la reproducción y eso es un trabajo que tenemos que tomarnos en serio.

No se trata de perseguirlos y encerrarlos, sino por lo menos de controlar las colonias y garantizar que no supongan un peligro para la salud pública porque los mayores no los tocamos habitualmente, pero los niños, por instinto, intentan acariciarlos y con el más mínimo percance podemos llevarnos un disgusto. De momento, tocamos madera.

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