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Colas de horas bajo el sol para ser atendidos en el centro de salud de Cabrerizas

Los pacientes del centro de salud de Cabrerizas han alzado la voz. Se han pasado el verano haciendo cola para acudir al médico bajo el sol. Desde primera hora se pueden ver a varias decenas de personas esperando, ya sea en la puerta del centro de salud, donde les da el sol directamente, o justo en frente donde hay una pérgola que les da sombra y donde hay bancos para sentarse.

“Es una vergüenza”, exclamó Laila a El Faro. Esta mujer se hizo las pruebas del Sintrom a las ocho horas de la mañana y le dijeron que acudiese a las 12 horas del mediodía para recogerlas. El problema lo origina el no poder entrar en el centro, ya que por motivos de seguridad ciudadana está prohibido para evitar contagios por el coronavirus, por lo que lso vigilantes de seguridad son los únicos interlocutores.

Respecto a esto, otra vecina, Karima, argumenta que estos están cargando con más competencias de las que deben, pues están informando, cogiendo citas e incluso la tensión que provoca la situación ha sido origen de conflictos. “A veces pasan cosas que no son buenas”, añadió Ali, otro paciente de Cabrerizas.

Este contó que tiene que venir al médico por unos problemas causados por un extractor de humos que está al lado de su casa y que cuando vas al centro de salud, sabes que te puedes tirar horas esperando a entrar.

Laila escribió un post en el grupo de Facebook ‘Denuncias Ciudadanas’ y manifestó que la situación “es tremenda e insostenible”. Contextualizó diciendo que una gran parte de las personas que acuden al centro son personas mayores bereberes y cree que no están recibiendo el trato que se merecen.

“La atención que se está dando no es la adecuada” y aunque entienda que la situación de pandemia exige restricciones, pone de ejemplo que cuando una persona mayor acude para pedir cita, le dicen que lo haga online o por teléfono, y Karima explica que ella misma ha tenido que aprender a hacerlo, porque sus padres no saben, y que hay numerosos mayores que no saben ni usar un smartphone. Incide en que sus padres tienen la suerte de tenerla a ella, pero hay muchos otros que no tienen quien les ayude, por lo que se pregunta cómo van a hacer para pedir cita.

“Me parece muy injusto y desvergonzado que para que nos puedan atender nos traten como borregos” y criticó que en horario laboral, se encontrase a los funcionarios del centro de salud “en los bares, en el mercadona, en el centro comercial…”. Por lo tanto, está indignada porque ella paga sus impuestos para tener atención en la Salud Pública.

Los problemas no acaban ahí, pues también criticó la atención telefónica, ya que cuando le responden, le dicen que no le pueden dar cierta información porque no tienen manera de identificar a la persona que llama, una situación que crea confusión después de que muchos sean derivados a la atención telefónica.

Karima asume todas las medidas y protecciones frente al coronavirus que haya que tomar, pero pide “por favor, atiéndanos como merecemos, como personas, por mí, que pongan un muro, pero atiendan a las personas” y enfatizó sobre los pacientes de la tercera edad, pues afirmó que si no han muerto por el coronavirus, esta situación supone un grave riesgo para ellas

En efecto, se podía ver a numerosos ancianos y ancianas esperando tanto bajo el sol como en la sombra su turno. Mimu es una de ellas. De edad avanzada y apoyándose en una muleta, aparece arrastrando un carro de la compra. Se sienta bajo la pérgola en uno de los asientos de piedra que hay junto al parque que hay frente al centro de salud. Explica a las cámaras de El Faro que padece de todo: azúcar, la tensión alta… y que para ella, lo más duro es esperar sentada, pues eso hace que le duela la espalda.

Laila, por su lado, con una traqueotomía, no había desayunado todavía cuando fue a recoger los resultados del Sintrom. Declaró que esta situación se vive desde que llegó el coronavirus y que antes “estaba bien”. Relata que antes podía hablar con las enfermeras y que ahora pasa una hora esperando a que le atiendan al teléfono. “Pido, por favor, que esto cambie ya porque parece tercermundista, parece que se está acabando el mundo”. En la misma línea, “por favor, a quien competa, que esto pare ya”, espetó Karima.

La Comisión Islámica Annur prepara una recogida de firmas

Las largas colas que se forman cada día frente al centro de salud de Cabrerizas han derivado en que la Comisión Islámica Annur anuncie su intención de sacar adelante una plataforma de afectados y que la próxima semana se vayan a colocar con una mesa junto al centro de salud para recoger firmas con peticionas de mejora de la atención al paciente.

Yusef Kaddur, presidente de la Comisión Islámica Annur, es uno de los afectados. Relató que el lunes acudió al centro de salud por unos documentos de su madre y asegura que lo que vivió “no es tolerable”. Cree que no se está tratando con respeto a las personas mayores y entiende que haya que respetar las medidas de seguridad, “pero guardar dos metros no es tirarlas al sol”.

Recuerda que las personas mayores acuden al centro de salud, no por que quieran, sino “por necesidad”, ya sea para recoger medicamentos o por urgencias. Así pues, manifiesta que “esta situación no se puede permitir”.

Los documentos para la creación de la plataforma ya están en marcha y el objetivo “es intentar que esto cambie”.

“Todos los vecinos están indignados con la situación ¡No puede ser esto1”, exclamó.

Teléfonos

Kaddur también informó sobre los problemas que están teniendo con la atención telefónica.

Aseguró que muchos afectados “se hinchan a llamar y no le cogen el teléfono”. Por ello se pregunta de qué les sirve que le den una tarjeta con tres teléfonos si no van a obtener respuesta al otro lado. Encones, cuando ya tienen que acudir al centro de salud por la falta de respuesta telefónica, “los tienen al sol o no los quieren atender”, reclamó Kaddur.

Además de ello, asegura que ha habido momentos en los que no han recibido el trato adecuado por parte de los vigilantes, lo que provoca que uno responsa mal y estos primeros acaben llamando a la Policía. “No hay derecho, nosotros estamos pagando nuestros impuestos”, expresó.

La petición

“Vamos a pedir que se amplien los servicios, los números de teléfono y para que pongan orden”, por lo que la semana que viene ya podrán sumarse los afectados que quieran.

Ayer por la tarde ya se reunieron varias asociaciones de vecinos para abordar dicho problema de un centro de Salud que abarca todo el norte de la ciudad. En boca de los propios vecinos, expresaron que “media Melilla” acude a Cabrerizas. Kaddur recordó que el Ejecutivo anterior prometió que iban a ampliar el centro tomando terreno del mercado del barrio, pero este es un asunto “que ha quedado en el olvido”.

También contó que desde la dirección del centro aseguraron que iban a aumentar la plantilla, pero que este tema ha quedado de lado por la llegada del coronavirus y detalló que este problema “siempre ha existido”, por lo que el centro se ha quedado pequeño, pero ahora se ha agravado por las restricciones.

Por ello, desde la Comisión Islámica Annur piden a los responsables de la gestión del centro que tomen medidas para paliar esta situación.

Una hora en la puerta

Entre las 8 y las 11 horas de la mañana, cualquier persona que pase por la puerta del centro de salud de Cabrerizas serán testigos de la situación que denuncia la Comisión Islámica Annur.

Para quienes no conozcan la zona, en frente de la entrada del centro hay una calzada que al cruzarla da a una pérgola bajo la que hay asientos y le sigue un parque infantil.

En la entrada del centro de salud hay tres vigilantes a los que los pacientes anuncia su cita. Algunos intentan incluso que les dejen pasar adentro, algo que no encaja en la nueva normalidad bajo el coronavirus.

El sol da directo a toda la fachada y solo unos pocos son los valientes que se atreven a esperar junto a la puerta; hay desde una mujer tapándose con una abanico hasta un señor que recurrió a una bolsa para usarla como sombrero.

Justo al cruzar la carretera, más de dos decenas de personas esperan sentadas con la mirada puesta en la puerta, esperando a que los vigilantes llamen al próximo con cita.

Desde personas mayores hasta jóvenes, cada uno espera como mejor sabe. Los que han tenido suerte, han encontrado asiento; los que no, se colocan en el bordillo de la jardinera que hay justo al lado, la cual está manchada por los frutos de los árboles, pero al menos tienen sombra.

El calor se va haciendo más insoportable a medida que avanzan las horas y se puede ver desde lejos el sudor de los vigilantes, quienes gestionan la avalancha de personas que les llegan cada día, con mejor o peores modales.

Ellos son la barrera entre el centro de salud y sus usuarios, la barrera entre las reclamaciones y los responsables de la Salud.

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