Melilla tiene la tasa de letalidad por coronavirus más baja de toda España con un 2,17%, según se concluye por los datos proporcionados por el Ministerio de Sanidad.
Aunque aún se conoce muy poco el COVID-19, se sospecha que el clima y la humedad influyen en su propagación, pues comunidades como Andalucía o la Comunitat Valenciana tienen también una baja mortalidad por esta enfermedad.
En esta línea, dos universidades de Pekín, Beihang y Tsinghua, publicaron el pasado seis de abril un estudio que titularon “Las altas temperaturas y la alta humedad reducen la trasmisión del COVID-19’, pues según pudieron comprobar con datos recogidos en 100 ciudades chinas distintas, por cada aumento de un grado de temperatura, los contagios se reducen un 3,8% y por cada 1% de aumento de la humedad, estos bajan a un 2,2% .
Explican que con este informe se indica que el cambio de estación, la propagación de este virus podría verse reducida.
A pesar de estos datos, el estudio muestra una correlación, pero no la causalidad entre meteorología y la propagación del virus.
Para comprender mejor los datos que se están proporcionando en España y cómo debemos interpretarlos, El Faro de Melilla consultó a J. Alberto Conejero, director del Departamento de Matemática Aplicada de la Universitat Politècnica de València. Conejero explicó que las predicciones que se están realizando en este momento son de dos tipos, a nivel autonómico y a nivel nacional.
Por consiguiente, según se recojan los datos en cada autonomía, la tasa de mortalidad puede variar, dando lugar a que el virus sea más peligroso en unas regiones que en otras.
Conejero expresó que la contabilidad que se lleva a cabo pone en duda la gestión que se está haciendo de los recursos públicos. “Con la mortalidad tienes el problema”, explicó, pues a personas mayores con otras patologías u otras que no acuden al hospital y, aunque fallezcan por coronavirus, no se les cuenta como tal al no haber sido diagnosticadas. Por lo que, dependiendo a quienes se les hace los test, los resultados dan una visión de la realidad u otra distinta.
Conejero, que investiga Análisis y Matemática Aplicada a los campos de análisis de datos biomédicos, la teoría de grafos, la ciencia de redes y en las aplicaciones de las matemáticas a la computación, la biología sintética y de sistemas, y las redes de comunicación; cree que es muy probable que el clima junto con la humedad, o incluso la genética, ha podido influenciar en la propagación del virus en la ciudad. Sin embargo, matiza que aún queda mucho por estudiar sobre el virus.
“Hoy hay iniciativas insulares de proponerse como modelos de la deshibernacion” para ver cómo avanzaría el proceso y en este sentido, remarcó que “Melilla tiene la ventaja que depende directamente del ministerio y no es una Comunidad”.
Sin embargo, el ministro de Sanidad, respondiendo a una pregunta de El Faro el pasado día 10 de abril, reiteró que seguimos en la fase de confinamiento y que no se darán a conocer propuestas más allá de las relacionadas con este periodo.
Además, contó que si el perfil de los contagiados era de personas que tenían que viajar a la península, el clima y la forma de vivir en Melilla podría dificultar el contagio. “Si en los últimos 30 días los fallecidos estuvieron fuera de Melilla o más de 15 minutos con alguien que lo hizo, el virus lo tiene difícil para expandirse”, explicó.
Esta lógica viene después de que algunas comunidades autónomas hayan notado que en el registro civil, las defunciones aumentaron considerablemente respecto a otros años, incluso contando los fallecidos oficiales por el COVID-19.
Sin embargo, en Melilla, las defunciones se mantienen dentro de la media de años anteriores.
Otro factor que habría que conocer para medir el impacto del coronavirus en la ciudad, según Conejero, es saber cuántas personas tienen seguro médico y cuántas lo han pasado en su hogar.
Más elementos que influyen son la gestión sanitaria e incluso la ventilación del hospital. Además, contó que es relevante saber qué grado de síntomas tienen las personas que están pasando en virus en casa.
Por eso, recabar datos como las defunciones durante la pandemia comparados con los de años anteriores, podría ayudar a ponderar en mayor medida la tasa real de mortalidad. Añadió que, respecto a esto, la clave ya no es tanto saber los casos concretos de coronavirus, sino conocer esa diferencia de fallecimientos entre unos años y otros, pues según ha podido estimar consultado distintas informaciones, la cifra podría ser el doble de la que se estima.
Matizó que esto hay que mirarlo con perspectiva, pues hay que tener en cuenta la salud delicada de las personas que están en las residencias de mayores, pues es uno de los grupos que más víctimas que se ha cobrado el virus.
Sobre los test, explicó que se están haciendo pocos y en determinados puntos donde hay más contagio, como puede ser en los médicos o personas con síntomas, pero que no se sabe cuántas personas lo han pasado ya.
Comentó que, aunque se pudiera conocer mejor la incidencia del COVID-19 realizando los test, dada la gran demanda de producción que tienen ahora mismo, no están poniendo proteína suficiente y necesaria para un buen resultado. Así pues, estos no funcionan con casos muy débiles o con personas que lo han pasado ya, sino con los más fuertes.
A punto de cumplirse un mes desde que se decretó el estado de alarma y la ciudadanía tuvo que confinarse, los datos y las estadísticas han sido titulares todos los días.
Sin embargo. según explicó J. Alberto Conejero a El Faro, director del Departamento de Matemática Aplicada de la Universitat Politècnica de València, serían necesarios datos más detallados para que se pudieran realizar estadísticas de mayor calidad.
“Hay un gran problema de calidad de datos y si estos son comparables o no”, contó. Sobre esto, el propio Ministerio de Sanidad reconoció que hay comunidades que difieren en las a la hora de entregarles los datos, una de las razones por las que no está sumando los pacientes en total de todo el país que han pasado por la UCI.
Otro problema añadido a los datos, según explicó Conejero, es que si se presta atención a los que proporciona el Ministerio cada día, hay un repunte los lunes y los martes y esto es debido a que “hay casos que no se han notificado los fines de semana”.
“Estos temas son muy sensibles”, argumentó tras explicar que no se pueden coger los datos tal cual, hacer un gráfica y hacerlos públicos.
Asimismo, contó que la proporción de datos con un mínimo de características es una obligación de las administraciones públicas.
En este sentido, expresó que los datos del Ministerio son los que tienen unos niveles de seguridad más altos, pero que hay que tener cuidado en la forma en la que se comparten.
Así pues, la UPV dejó de publicar estudios basados en la información actual, pues según explicó Conejero, la labor de investigación implica datos más concretos, “que por los motivos que sean, no están llegando”.
“No hay una visión clara”, manifestó. La idea es que las universidades y centros de estudios puedan aportar a la sociedad investigaciones basadas en datos que estén más desglosados, ya sea por edad, sexo, patologías, etc.
“Sobre todo, lo que más importaría ahora es saber el número de gente que ha fallecido y que no tiene diagnosticado el COVID-19 para ver si se pueden obtener resultados al compararlos con periodos anteriores.
“El problema es cómo levantar el confinamiento para que no se colapse la Sanidad y ganar tiempo hasta tener tratamientos”, explicó.
También declaró que es importante que desde el nivel científico y lo que se comunica a la sociedad haya una voz única, por que en el caso contrario cada sector empezaría a sacar sus propias conclusiones.
Conejero resaltó la importancia poder hacer estudios basados en datos sólidos para poder ayudar en la toma de decisiones, por ejemplo, de una empresa si hacer un ERTE o no.
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