El pasado fin de semana tuvimos la suerte de poder reunirnos una gran parte de los miembros de la Promoción 71/72 de nuestro querido Colegio La Salle-El Carmen. Lamentablemente, algunos se nos fueron demasiado pronto y ya no pueden compartir la alegría de volver a abrazarnos, recordar mil y una anécdotas, olvidarnos y perdonarnos alguna que otra “peleílla”, de sentirnos una piña y volver a aquellos años de infancia y juventud que disfrutamos en las clases y en el patio de nuestro Colegio. Salva, Miguelón, Pepo, Quinito y Obeso siempre estarán con nosotros en estos encuentros.
Todos salimos del Colegio con las ilusiones propias de la juventud y quizás con algo de miedo al abandonar esa zona de confort y empezar lo que iba a ser una nueva vida y dispersarnos por territorios que casi ninguno conocíamos más que por el famoso e inolvidable “viaje de estudios” en autobús por media España con parada en la etapa final en las Bodegas Tarancón que nunca podrán olvidarse de nuestra visita… y nosotros, tampoco.
Hemos conseguido hacer en nuestras vidas lo que nos propusimos. Unos, se dedicaron a la milicia y al servicio de España dando tumbos -como es norma en el Ejército- de un destino a otro y recalando a veces en nuestra Ciudad. Otros se enfocaron a la docencia dando lo mejor de ellos en las aulas e intentando imprimir en sus alumnos los valores que -como dice nuestro himno- nos habían enseñado en La Salle: la ciencia y la Fe. Otros cuantos de nosotros se dedicaron a cuidar de los demás como médicos y otros como abogados. Muchos han sido bancarios -que no banqueros, por desgracia para nosotros- y los demás hemos encontrado nuestra posición en el mundo de la empresa privada o en la función pública. Como se ve, tenemos de todo como en botica, aunque ninguno sea farmacéutico.
Hemos hecho nuestra vida alejados unos de otros, en Melilla o fuera de ella, pero siempre -y más desde que tenemos las nuevas tecnologías- hemos estado en permanente contacto. Por eso, cuando nos juntamos en nuestra “sede social” (el Asturiano) nos encontramos con la misma alegría y confianza del último día de la clase en el cole. Nos da igual lo que hemos hecho o conseguido profesional o laboralmente en estos años, porque nos sentimos tal y como éramos hace cincuenta años atrás, con más canas, con alguna tripita cervecera que otra, la mayoría con nietos y algún que otro achaque o avería, pero con sin perder un ápice de la sencillez y camaradería de antaño. Y eso es impagable.
Ayer nos propusimos llegar a celebrar el 75º aniversario -somos así de optimistas- y aunque no lleguemos a celebrarlo estoy seguro que tendremos muchas ocasiones de volver a juntarnos con cualquier otro motivo. Esta ilusión de volver a abrazarnos no nos la quitará ni el tiempo ni ninguna otra circunstancia. La huella que nos han dejado los años de colegio es indeleble y de lo mejor que todos guardamos en lo más profundo de nuestros sentimientos. Siempre seremos los mismos compañeros de entonces. Gracias a todos y hasta la próxima.