Cultura y Tradiciones

Cinco siglos de hospitales militares en Melilla

Desde el pasado 15 de febrero y hasta el 31 de marzo se puede visitar la exposición sobre los hospitales militares de Melilla en la sala de exposiciones temporales del Museo Histórico Militar en lo que supone una reedición de la que ya estuvo expuesta en el Casino Militar durante octubre y noviembre del pasado año.

El motivo de la exposición es el 150 aniversario del ingreso en el Ejército del ilustre médico Santiago Ramón y Cajal, premio Nobel en Medicina en 1906 y ahora, debido a la aceptación que tuvo, se repite en el Museo Militar, aunque en un tamaño algo más reducido.

El director del centro, el coronel Amadeo Flores, recibe a El Faro para explicar, con tanta amabilidad como detalle, de qué consta la muestra, que, por el momento, está teniendo una buena aceptación por parte del público. Durante la estancia de El Faro en el Museo, había en la sala un grupo de personas procedentes de Málaga y de Granada.

La mayor parte de la exposición está cubierta por la parte de cartelería, donde se explica toda la historia de los hospitales militares en Melilla.

Cuenta Flores que, poco después de que Melilla fuera ocupada por Pedro de Estopiñán, en 1498, los Reyes Católicos y los Duques de Medina Sidonia decidieron que tenía que haber un físico, un cirujano y un boticario para atender a las tropas. Era un hospital “muy modesto y sencillo” ubicado en la plaza Pedro de Estopiñán que fue sustituido en 1665 por el Hospital de San Francisco, situado al final de la calle San Miguel, enfrente de la iglesia de La Purísima. Este ya tenía mejores condiciones, con dos plantas, quirófano, farmacia, cocina y lavandería y estaba atendido por médicos, boticarios, cirujanos y personal de limpieza y apoyo, normalmente presos con buena conducta.

Este hospital estuvo funcionando hasta que se construyó el Hospital del Rey entre 1758 y 1775, cuando sólo quedó allí la farmacia en la segunda planta. Este último ya es, según el director del museo, un hospital moderno, con tres plantas y un patio central. Tenía un acceso a la Puerta del Socorro, en el frente de mar, por donde se accedía directamente al hospital.

El siglo XX supuso un gran cambio, de hecho, en la historia de los hospitales militares en Melilla. El aumento de la población y de la guarnición creó una mayor demanda de la existente hasta entonces, especialmente cuando comenzaron las campañas e Marruecos se comprobó que las instalaciones sanitarias eran deficientes.

Por lo tanto, en 1907 se creó la Enfermería Indígena para atender fundamentalmente a personas indígenas de los alrededores, igual que se crearon la Policía Indígena y los Regulares, que aglutinaban a estas unidades. Situada donde hoy en día se encuentra el CEIP Mediterráneo, stuvo funcionando hasta 1933, cuando se convirtió en escuela de artes y oficios.

Pero si hay un momento que supuso un revulsivo en la historia de los hospitales militares en Melilla fue la campaña de 1909, cuando se comprobó definitivamente que no había suficientes hospitales para asistir a todos los heridos y enfermos. En primer lugar, se creó una serie de hospitales o clínicas para la atención provisional de los heridos, como el teatro Alcántara o el Casino Militar cuando se encontraba en Melilla la Vieja. En La Alcazaba se hizo otra clínica provisional y el zoco Fondak se utilizó para los enfermos de tifus fundamentalmente.

Pronto, sin embargo, se planteó la construcción de tres hospitales permanentes.

Uno, en 1909, el Hospital del Buen Acuerdo, que se creó en lo que ahora es la plaza Torres Quevedo, pero que antes estaba fuera de la ciudad, se usaba para atender a los heridos de guerra sobre todo.

Este hospital estuvo en funcionamiento hasta 1913, cuando se terminó el Hospital Docker, el más importante de todos. Tomó el nombre de unos barracones de madera que se llamaban así y con los que se construyó inicialmente.

Este hospital disponía de una sala de operaciones moderna, quirófano, farmacia, lavandería, cocina y oficina. Todo lo que precisaba tener un buen hospital, pero, además, contaba con otra ventaja, que era que había un apeadero para que el ferrocarril que venía de las minas o iba a Marruecos pudiera parar en la puerta para evacuar con facilidad a los heridos que venían del campo de batalla.

Sin embargo, empezó a tener problemas y, en 1921, el ministro de la Guerra vino a verlo y confirmó que se encontraba en pésimas condiciones. Incluso pensó en derribarlo, pero al final se mantuvo porque tenía una sala de operaciones muy moderna. Finalmente, se hicieron reformas que lo convirtieron en el Hospital Militar que funcionó hasta el año 2012, cuando las obras del futuro Hospital Universitario, que se encontrará en la misma ubicación, obligaron a su cierre definitivo.

Entre medias, en 1911, se hizo el Hospital Alfonso XIII, donde se encuentra la actual base con el mismo nombre, aprovechando la segunda visita del Rey a Melilla.

Anque ya había suficientes hospitales para atender a toda la población, aún se construyó otro más, en la actual ubicación del Campus de la Universidad de Granada (UGR), en 1914. Este estaba destinado fundamentalmente a curar enfermedades infecciosas, de las que había muchas en la época, y funcionó hasta bien entrado el siglo XX.

Otro año clave fue 1921, cuando el Desastre de Annual y la tragedia de Monte Arruit supusieron otro punto de inflexión. Ya no eran suficientes los hospitales que había, por lo que se habilitaron de forma provisional dos colegios, La Salle y el grupo escolar Alfonso XIII, como hospitales de campaña para atender a los heridos del frente.

La Cruz Roja se hizo cargo de La Salle y la Duquesa de la Victoria vino a Melilla con las damas enfermeras voluntarias que ejercían su profesión de forma altruista. Se aprovechó que era el mes de julio y los estudiantes se encontraban de vacaciones y se utilizó con 80 camas.

El Hospital de la Cruz Roja, que existió en Melilla hasta finales del siglo XX, era, en su momento, el mejor de todos. Todos los soldados querían ir allí, donde estaba la Duquesa de la Victoria, porque era donde mejor estaban atendidos, lo cual no significa que no lo estuvieran también en los otros.

De hecho, el de Alfonso XIII también tenía buenas instalaciones y allí se hizo un quirófano para personal indígena, que fue atendido en ese lugar a partir de 1921.

Cuando el de la Cruz Roja se consolidó como hospital de la ciudad, dejó de funcionar el Hospital del Rey, en Melilla la Vieja y que, por aquellos entonces, estaba prácticamente dedicado a personal civil.

Por lo tanto, a partir de 1929, Melilla se quedó sólo con dos hospitales: el Hospital Docker y el Hospital de la Cruz Roja. El primero cambió de nombre en 1926 a Hospital Militar Capitán Fidel Pagés, inventor de la anestesia epidural y que estuvo destinado en Melilla entre 1909 y 1911 y posteriormente, entre 1921 y 1922. Se le puso este nombre en homenaje a este médico militar tan famoso. El segundo, dedicado exclusivamente a civiles, continuó hasya 1990, cuando se construyó el Hospital Comarcal, a la espera de un nuevo cambio cuando se inaugure el nuevo Hospital Universitario.

La última parte de la cartelería habla de cómo era la sanidad en 1921, con aspectos como las evacuaciones o las ambulancias.

Se ve ahí la problemática que había con la campaña de Marruecos, cuando no había medios de evacuación, ya que la mayoría de las ambulancias se movían por tracción animal. Eran carros tirados por caballos, pero la mayoría de las ocasiones se acababan utilizando mulos, porque solían tener que acudir a posiciones en terreno árido, abrupto y montañoso y ahí no podían llegar ambulancias ni carros.

Entonces había que usar el mulo como elemento sanitario, tanto para llevar botiquines como artolas para los heridos. La artola es un parato compuesto de dos asientos, que se coloca sobre una caballería para que puedan ir sentadas dos personas. También designa otro tipo de armazón para cargar algo a lomos de una caballería. Era el medio habitual de evacuación.

Más tarde llegó a Melilla un barco-hospital y se hicieron comunes también las evacuaciones vía aérea desde la base de hidroaviones del Atalayón.

Peñones e islas

Estas son las vicisitudes de los hospitales militares en Melilla, pero también hay en el museo información sobre los hospitales de los peñones y las islas.

Tal como remarca el coronel, hay que tener en cuenta que tanto Vélez, como Alhucemas y las Chafarinas necesitaban tener su asistencia sanitaria, por lo que en esos lugares había médicos, enfermeros y boticarios. Cada una tenía su hospital, normalmente muy modesto, pero podían recibir ayuda desde Melilla si necesitaban material especialista o cirujano.

Otros fondos

Además de la cartelería, donde se explican todos los pormenores de los hospitales, el Museo Militar ha aportado otros fondos propios, la mayoría de los cuales –el 90 por ciento, según los cálculos de Flores– fueron sacados del Hospital Capitán Pagés después de su cierre.

Hay, por ejemplo, un autoclave, que es un elemento de esterilización de material sanitario, como jeringuillas, que funciona como una olla a presión. hay dos modelos: uno, grande, de hospital, y otro, más pequeño, de campaña.

También se puede observar una vitrina con una caja con elementos de cirugía de campaña que data de 1914, de la I Guerra Mundial, de fabricación alemana, que España adquirió en 1921. Era un sistema moderno para aquel momento, con cuatro bateas y elementos de cirugía general, craneal, torácica o abdominal. Hay también típicos elementos médicos como tijeras, jeringuillas, agujas, sondas o sierras para amputar. Es decir, todo lo que necesitaba un cirujano en campaña, y además de aluminio, para que resultara más fácil la esterilización.

De la misma forma, en la sala hay un refractómetro, esto es, un elemento de laboratorio que se usaba para ver la cantidad de contenido sólido que tenían las diferentes sustancias en las analíticas de sangre y orina. Con este refractómetro se podía ver el contenido en grasas, proteínas, azúcar o ácido, entre otras sustancias.

Igualmente, hay una gorra de hospital militar, una cartera de urgencia y elementos de porcelana típicos como un urinal o una escupidera.

La sala permanente del museo, situada en la planta inferior, tiene también elementos relativos a la sanidad como botiquines, camillas o tensiómetros.

El director del Museo Militar anima a los melillenses y visitantes de la ciudad a ver la exposición. Si van a ver la sala permanente, no hay excusa para dejar de ver esta otra, ya que la muestra, que estará abierta hasta el próximo día 31 de marzo, “es bastante interesante y representa una parte de la vida de Melilla”.

Con todo, y para concluir, Flores no quiso pasar por alto la importancia de las personas que intervinieron en todos estos hospitales, tanto en lo que respecta al personal sanitario como a las damas auxiliares que vinieron con la Duquesa de la Victoria o las hermanas del Buen Consejo y de la Virgen de la Caridad. “Es decir, el factor humano, porque, al final, las personas que ayudan son las que realmente tienen el mayor valor”, remató.

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