Opinión

Chagra del Senegal. La dama se esconde

Aves de esta orilla

Son muy raros los casos de especies habituadas a vivir en una de las costas del mar de Alborán durante todo el año y que sin embargo no tengan presencia en la otra costa. Estas especies obligan a los aficionados a la naturaleza a cruzar el brazo de mar que separa estas costas para observarlas, dándose el caso de que algunas de ellas, como el bulbul naranjero (Pycnonotus barbatus) o el herrerillo norteafricano (Cyanistes teneriffae), de distribución estrictamente norteafricana, resultan especialmente abundantes en nuestra ciudad, a pesar de no tener presencia en el otro lado del estrecho. Los aficionados a las aves que se desplazan de la península para ver entre otras especies al bulbul o al herrerillo pueden hacerlo sin dificultad casi desde el primer momento que llegan a la ciudad, pues están presentes en casi todos los parques y jardines de la ciudad

Africana y discreta

El caso del ave que nos ocupa, la chagra del Senegal (Tchagra senegalus), es diferente; precisamente es una de las más buscadas por los ornitólogos tanto por su escasez como por la dificultad de su observación. Como en las aves mencionadas, su distribución geográfica es estrictamente africana, aunque con el límite en la línea de la costa. De hecho, su presencia en la ciudad hermana de Ceuta demuestra que puede vivir muy cerca de Europa, pero tiene unos requerimientos ecológicos más estrictos, lo que hace que su área de distribución sea muy irregular y forme bolsas aisladas, que coinciden casi siempre con las estepas arbustivas, su ecosistema preferido.

La chagra y los azofaifos

Cuando observamos a la chagra del Senegal, en las pocas ocasiones que se dejará ver, su porte, sus colores y la forma de desplazarse nos convencerá que es un ave con alma africana, y no podremos evitar imaginarla en las estepas arbustivas del África profunda. Sin embargo, es por su perfecta adaptación a los llanos cubiertos de azofaifos (Ziziphus lotus) del Rif Oriental y los bosques abiertos de la Yebala por lo que podemos verla tan cerca de Melilla y Ceuta. Es verdad que recuerda lejanamente a un alcaudón, pero de un tamaño notablemente mayor y más colorido, y cuando alza el vuelo muestra otras diferencias patentes, como su gran cola. También como el alcaudón la chagra usa los azofaifos como percha desde donde caza insectos y pequeños vertebrados, y también los usa para ocultarse y protegerse escudándose en las imbricadas espinas de estos austeros matorrales en cuanto se siente amenazada; precisamente este hábito de desaparecer en el interior de los matorrales que las alberga es lo que dificulta tanto su observación y les ha otorgado esa fama de tímidas.

Chagras y alcaudones

La similitud en la apariencia y la coincidencia en los hábitos entre chagras y alcaudones confundió en un principio a los eruditos, que incluyeron a las chagras dentro de la familia Laniidae, la que agrupa a los alcaudones. Las patentes diferencias morfológicas terminaron por convencer a los expertos de que debían incluir a las chagras en una familia diferente, a la que han denominado Malaconotidae.

Un hábitat único en peligro

Los azofaifales que antaño cubrían grandes extensiones en los llanos del Gareb, por donde discurre el último tramo del Muluya antes de alcanzar el mar, son un hábitat sorprendentemente rico en biodiversidad, y albergan una fauna de roedores de múltiples especies que a su vez alimentan a toda una serie de carnívoros de todo tipo. Son especialmente abundantes los meriones (Meriones libycus, Meriones shawi), unos gerbillos que forman colonias alrededor de los azofaifos y que hacen las delicias de zorros, rapaces y otros muchos depredadores, entre los que se encuentra la chagra. Estos últimos años una política agraria poco respetuosa con el gran valor ecológico de estas estepas arbustivas áridas del Rif Oriental está ordenando la destrucción de miles de hectáreas de azofaifales, arrancando con maquinaria pesada los grandes azofaifos que servían de refugio a una multitud de especies y cuyas profundas raíces sujetaban la tierra en una zona donde la erosión es uno de los problemas más graves. La miopía de estas actuaciones es muy similar a la que tienen las instituciones agrarias europeas, cuya política de ayudas y subvenciones a menudo han provocado daños medioambientales irreversibles. Todavía hay azofaifales extensos en las zonas menos accesibles del Gareb; es vital que estos últimos azofaifos sobrevivan el tiempo suficiente para que los responsables de este desaguisado recuperen la cordura

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