Cerrado por vacaciones

No deja de sorprenderme la estrategia empresarial de cerrar comercios durante la semana de Feria de Melilla.

Es cierto que es fiesta y que todos tenemos derecho y ganas de disfrutarlas, pero también es verdad que en otras ciudades españolas los empresarios optan por aprovechar el último aliento del verano en esta primera semana de septiembre porque venden más empanadillas y pasteles que nunca, sobre todo, si se organizan corridas de toros.

Los bares y restaurantes de ciudades como Murcia, cuya feria coincide con la de Melilla, se ponen las pilas con el tapeo y las comidas de amigos que se reúnen al mediodía para contarse lo bien que han ido las vacaciones; para presumir de moreno o para ponerle los dientes largos a los que tienen que volver al trabajo porque algunos empiezan ahora su descanso anual.

Sin embargo, ayer por la mañana había panaderías y tiendas de Melilla con la persiana bajada. También estaba cortado el tráfico de mercancías en Farhana y Barrio Chino y algunas muchachas que trabajan en labores domésticas en la ciudad tuvieron que entrar por Beni Enzar porque dicen que no las dejaron acceder por otro paso fronterizo.

Si a esto sumamos que en Feria los comercios no abren por la tarde; si añadimos que los viernes hay muchas tiendas cerradas en la ciudad; si reparamos en que los sábados esto parece el Lejano Oeste; si contamos con que los domingos hay muy pocos restaurantes abiertos... entonces es fácil entender por qué estamos como estamos: como pescado en nevera, con los ojos abiertos y sin ver nada.

Esto es una pescadilla que se muerde la cola. Si los empresarios cierran es porque no les merece la pena abrir para poner dos cafés o vender un par de zapatos. Pero si cierran entonces no venden nada.

Nuestra ciudad se apaga. Estamos en un punto en el que luchamos en la UCI por sobrevivir y hay que ponerse a trabajar.

Los euros, por desgracia, no crecen en los árboles. Y es una suerte, porque estamos tan desganados que no seríamos ni siquiera capaces de sacudir un olivo para que los billetes caigan al suelo.

Aquí las cosas no van bien. Se han tomado decisiones políticas cuestionables, como por ejemplo, cortar el comercio fronterizo en Feria so pretexto de cualquier cosa. Intuimos, porque no somos tontos, que no hay agentes para garantizar la tranquilidad de las fiestas y cuidar la frontera. O hacemos una cosa o la otra, pero no somos capaces de mascar chicle y subir escaleras.

Los empresarios también tienen que poner de su parte. No puedo meterlos a todos en el mismo saco, pero los que cierran dan la nota. Nadie puede impedirles que lo hagan, pero en fin, matan la ciudad. Como si nuestra Melilla necesitara un tiro de gracia.

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