María del Carmen Sánchez-Rando García vino al mundo en Melilla en agosto del año 1959. Hija de militar, no podía haber nacido en otro lugar de la ciudad autónoma que no fuera el antiguo Hospital Militar.
Su infancia transcurrió en el barrio Virgen de la Victoria. Una etapa feliz y despreocupada. Un periodo lleno de juego en la calle, de alegría en el hogar y en el colegio. Unos momentos, sin duda, de los que sólo guarda buenos e imborrables recuerdos.
El hecho de ser hija de militar no sólo le ha hecho tener un orden establecido a lo largo de su vida, sino que en su más tierna infancia le hizo abrazar un gran cambio que le ha dejado una huella permanente.
Fueron 3 años de su más corta juventud los que pasó en El Aaiún, en la entonces provincia del Sáhara Español. Una separación de sus amigos, de su entorno y de su zona de confort que, sin embargo, no causó ningún trastorno en aquella niña. Más bien fue al contrario, Carmen recuerda esos años como los más felices. Una etapa cargada de nostalgia que aún guarda en su memoria.
No en vano, en su interior permanece el deseo de volver algún día, junto a sus hermanos, para visitar la zona y recordar viejos momentos, pero maravillosos todos ellos.
A su vuelta a Melilla llegó un gran golpe que encajó con valentía. El fallecimiento de su padre la sacudió a la edad de 16 años, demasiado joven para perder a un referente. El destino quiso que se marchara junto a su hermana a Guadalajara, a estudiar al antiguo Colegio de Huérfanos que se encontraba en el Palacio del Infantado de la ciudad alcarreña.
Una estancia que también concluyó con un regreso a Melilla. Su madre no había cobrado lo que le correspondía y es que eran otros tiempos, cuando los trabajadores sufrían una precariedad que, actualmente, cada vez parece menos lejana.
Volvió a la ciudad autónoma para ayudar en casa trayendo algo de dinero, por lo que entró como auxiliar de enfermería en el hospital. Y allí permaneció durante 45 años hasta su jubilación.
Desde el mismo momento que entró en el hospital, no dejó ni por un segundo de luchar por los trabajadores. A pesar de no militar en ningún sindicato, el personal tenía en Carmen a una abanderada de la lucha por sus derechos.
Amante de la justicia, se define a sí misma como un "grano" para la entonces jefa de Enfermería. Al solventar las dudas laborales de sus compañeros, estos acababan por dirigirse a la jefa para reclamar lo que les pertenecía, algo que provocaba sendas peleas, necesarias no obstante en lo que es la lucha por los derechos laborales.
Y es que Carmen recuerda como se sacaron adelante numerosos avances sin contar con los sindicatos, cuya presencia lamenta, no se dejaba sentir en el centro sanitario por aquellos tiempos.
Una lucha de la que no se arrepiente lo más mínimo, toda vez que esta ha sido uno de sus motores. Aunque si hay algo que destacar de los 45 años en el hospital, lo primero que menciona es el trato al enfermo.
Su etapa en la Central Sindical Independiente y de Funcionarios (CSIF) va por fases, que engloban un total de 24 años en la que ha sido su segunda casa. Un periodo de mucho trabajo, de lucha, esfuerzo y dedicación; pero del que se lleva lo mejor.
El momento clave fue en 2015, cuando el presidente nacional del sindicato, Miguel Borra, viene a Melilla y le ofrece un encargo que tenía muy claro, Carmen sería la presidenta del sindicato en Melilla. Un cargo que compaginó con la presidencia del área de Sanidad y en el que permaneció hasta el año pasado.
9 años de trabajo al frente de CISF Melilla. Un periodo del que sólo siente orgullo. No sólo por lo conseguido, sino porque, en la actualidad, se encuentra tranquila tras haber dejado el sindicato en las mejores manos, según manifiesta.
Su marcha se ha producido con la máxima satisfacción, después de que Luis Escobar fuera nombrado presidente. Además, Carmen sólo tiene las mejores palabras para los actuales delegados, cuya labor califica de extraordinaria.
Por lo pronto, Carmen se queda en Melilla. Su gran labor en la actualidad son sus 3 nietos, los amores de su vida.
Los recuerdos de la infancia pueden y Carmen lo tiene claro. Si tiene que elegir, se queda con la Melilla de antes. Puede que sea la añoranza, una vida más sencilla, vivida de otra manera, otros valores en definitiva.
Carmen recuerda como las calles bullían de vida en Melilla. Si echa la vista atrás, le vienen recuerdos de su madre sentada con las vecinas, de las puertas de las casas abiertas de par en par durante horas, sin vigilancia.
La vida ha evolucionado, puede que no a mejor pero tampoco a peor, no es más que un cambio de paradigma. Lo de antes, una vida diferente, con menos miedo, una vida diferente, pero que Carmen está contenta por haberla vivido.
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