Sociedad

Carmen Mesa: “Ser maestro es una profesión difícil, compleja y que requiere de una gran formación”

–¿Qué le ha reportado a nivel personal o profesional ser profesora en esta facultad?
–Mi balance, tanto personal como profesional, de mi tiempo de trabajo en la facultad (22 años, desde el curso 1985-1986 al 2006-2007) es absolutamente positivo.
A nivel personal he madurado, he adquirido seguridad y, lo más importante, tengo una red de amigos importante. La mayor parte del profesorado ha pasado a ser amigos, muy queridos, con los que he compartido momentos no solo profesionales sino también personales. Pero también tengo una gran cantidad de amigos de entre los que fueron mis alumnos, con los que me mantengo en contacto a través de las redes sociales; nos seguimos, comentamos nuestras cosas, veo cómo progresan en sus trabajos y eso me gusta mucho.
A nivel profesional, mi trabajo en la facultad ha sido fundamental. Aunque cuando entré en la Escuela de Magisterio ya tenía experiencia docente, dar clase no es la única función del profesor universitario y esas otras tareas las inicié y desarrollé en la facultad. La investigación, que me ha proporcionado tantas satisfacciones y la gestión universitaria, que me ha permitido conocer la universidad desde otro punto de vista y servir así también a la comunidad universitaria.
Además, he podido conocer mejor otros niveles educativos, tan necesario para poder formar a los futuros maestros. He conocido las aulas de Infantil y Primaria desde dentro, como profesora tutora en las prácticas de enseñanza.
Como Subdirectora de Prácticas de Enseñanza he estado en contacto con los equipos directivos de todos los centros de infantil y primaria; también, como responsable de algunos proyectos de investigación educativa, he contado con la colaboración de los profesores y los equipos de los centros.
Durante un tiempo coordiné el CAP (el antecedente del actual Máster de Profesorado de Enseñanza Secundaria) y eso me permitió también tener una gran relación con el profesorado de los Institutos de Enseñanza Secundaria y de Formación Profesional.
El Centro de Profesores contó conmigo en infinidad de cursos y ello me permitió conocer mejor los problemas, los deseos y la labor de los profesores.
En los últimos tiempos de mi estancia en la facultad se iniciaron una serie de proyectos de formación de carácter internacional y ello también me permitió conocer otras realidades educativas.
–¿Cree que es una ventaja para alumnos y profesores que sea una facultad pequeña?
–En el caso de los profesores sí que creo que es una ventaja. Que fuéramos pocos favoreció el trabajo interdepartamental, que es muy enriquecedor. En los centros grandes eso no se estila, raramente se producen colaboraciones entre los distintos departamentos; hay más grupos de investigación pero suelen ser de la misma área de conocimiento.
Cuando yo entré en la Escuela era la única profesora de Psicología y así estaban la mayoría de los departamentos con uno o dos profesores. Para investigar teníamos que colaborar entre nosotros. Yo he trabajado con los compañeros de Educación Física (eso sorprende mucho a mis alumnos actuales cuando lo comento), de Filología, de Didáctica, de Música… Siempre he pensado que el profesorado de la Escuela de Magisterio era excepcionalmente activo y creativo. Se hacían muchísimas cosas. Semanas de Didáctica con las escuelas de la ciudad, Jornadas de Intercambio de Experiencias Docentes, Proyectos de Innovación Docente, Proyectos de Innovación Tutorial, Proyectos de Investigación conseguidos en convocatorias nacionales, Experiencias Piloto de implantación de los actuales grados, etc. y en todos ellos participábamos profesores de varias áreas de conocimiento. Hemos sido pioneros en muchos estudios y hemos sido llamados desde distintos centros de la península para comunicar nuestras experiencias.
Creo que todo eso ha sido posible en parte por ser un centro pequeño, en el que nos llevábamos razonablemente bien la mayoría del profesorado y que trabajábamos bien juntos.
Con respecto a los alumnos puede ser una ventaja, aunque también tiene sus inconvenientes. Las ventajas, lógicamente, están en el mayor conocimiento por parte del profesorado, hay mayor comunicación, puedes estar más pendiente de su trabajo y se establecen relaciones de mayor confianza. Cuando tienes muchos alumnos con algunos apenas tienes contacto, aunque lo desees. Al haber pocos grupos, los profesores imparten más asignaturas y eso hace que tengas más contacto con los mismos alumnos en distintos cursos. Así los conoces más, puedes orientarlos mejor.
Pero también puede ser un inconveniente para los alumnos. Teniendo en cuenta que no solo el centro es pequeño, sino que la ciudad también es pequeña, se corre el riesgo de que la etapa universitaria se convierta en una prolongación del instituto, se puede favorecer la dependencia y sobreprotección al poder controlarlos mejor, al conocer en muchos casos a sus familias, etc. Eso puede entorpecer la maduración y autonomía, que creo que son necesarias e imprescindibles.
–¿Eligió una carrera como docente universitaria o cómo surgió entrar en la facultad para impartir clases?
–No, en absoluto, durante mis años de estudio nunca pensé en la docencia universitaria como salida profesional. Creo que hoy hay mucha más oferta que cuando yo estudiaba para trabajar en la universidad (becas de colaboración con departamentos, las becas FPI y FPU…); además yo soy de la primera promoción de alumnos de Psicología en la Universidad de Granada, que fue la promoción de 1974-1979, se estaban estructurando los propios estudios de Psicología en Granada, los departamentos, el profesorado… y, aunque algunos compañeros de curso sí que se quedaron en la facultad e iniciaron su carrera docente, la mayor parte de los alumnos no pensábamos en esa posibilidad.
Al finalizar mis estudios yo solo sabía lo que no quería hacer; a diferencia de la mayoría de mis compañeros de promoción, yo no quería dedicarme a la clínica. Siempre he tenido una mayor inclinación hacia la ciencia básica, la teoría, la investigación… más que a la ciencia aplicada.
Cuando se convocó la plaza de Psicología en la entonces Escuela Universitaria de Formación del Profesorado yo trabajaba como tutora en el Centro Asociado UNED de Melilla y también impartía las asignaturas de Psicología en la Escuela Universitaria de Enfermería de Cruz Roja. Me enteré de que se había convocado una plaza de profesor colaborador en Magisterio y presenté la solicitud.
No tenía ni idea de los tipos de contratos que había en la universidad, así que yo interpreté el contrato en sentido literal, profesor colaborador. Pensé que sería una especie de contrato de prácticas como ayudante de otro profesor que sería el responsable. Cuando me avisaron de que me harían una entrevista para decidir a quién le daban la plaza de entre los solicitantes, me encontré con 8 o 10 profesores de la Escuela que pertenecían a la Comisión de Contratación, presidida por Manolo Olmedo que era el director en aquel entonces, y empezaron a preguntarme sobre qué impartiría yo en tal o cual asignatura y sobre las investigaciones que había realizado y un montón de preguntas así, yo no sabía ni qué contestar. Como tutora de la UNED había impartido muchísimas asignaturas, pero no Psicología de la Educación ni Psicología del Desarrollo, que también es mala suerte. Así que la entrevista fue una tortura, pero finalmente conseguí la plaza.
Fui la última profesora que fue contratada por el propio centro, pues ese curso 1985-1986 se constituyeron los departamentos y la contratación pasó a ser parte de sus funciones. Nos hemos reído muchas veces posteriormente, con los compañeros que estuvieron en ella, (con el propio Manolo Olmedo, Rosa García López, Mayte Segura, Mª Carmen Hoyos…) de esa entrevista.
De todas formas, con mi experiencia previa en la UNED y en la Escuela de Enfermería, yo ya sabía que la docencia era un trabajo que me encantaba. Me sigue gustando; después de más de 40 años dedicada a esta profesión, la sigo disfrutando muchísimo. Creo que he tenido mucha suerte.
–¿Cómo es saber que tiene en sus manos a los futuros maestros? ¿Qué consejo da a sus alumnos para que puedan aplicar en el aula cuando ellos sean los maestros?
–Uno estas dos preguntas, pues están muy relacionadas.
Saber que estás aportando tu granito de arena, desde tu especialidad, a la formación de futuros maestros es una gran responsabilidad. Siempre he tenido dudas sobre mi capacidad de influencia en su formación. No solo trasmitimos contenidos, que siendo importantes no son lo más importante. Los contenidos se pueden buscar y más en la época actual en la que tenemos todos los medios para conseguir información. Para mí lo importante es transmitir la actitud y la motivación por aprender. Además, somos sus profesores y, por lo tanto, somos modelos de comportamiento; y eso tendrá una importancia a veces mayor que todos los contenidos que les impartas.
Como profesores universitarios nosotros tenemos alumnos ya más o menos formados, pero los maestros están con niños en pleno período de aprendizaje y de formación a todos los niveles -crecimiento y desarrollo motor, cognitivo, afectivo, personal- y por lo tanto van a tener influencia en todos ellos. Ser maestro es una profesión difícil, compleja y que requiere de una gran formación y exigencia. Es también apasionante.
Por eso siempre les he insistido en que tienen que formarse, esforzarse, prepararse no solo en contenidos sino también en competencias didácticas, en conocimiento psicológico, en los procesos de aprendizaje, actualizarse y estar al día, más en este tiempo donde el cambio tecnológico es vertiginoso y lo que aprendiste ayer te sirve de poco mañana mismo. En definitiva, el aprendizaje a lo largo de toda su vida profesional.
¿Cómo recuerda ese año de decana de la facultad?
Lo recuerdo con sentimientos encontrados, ambivalentes. Indudablemente es un honor ser la decana de tu facultad y tuve el apoyo de todos mis compañeros. Pero, por otra parte, soy una persona extremadamente discreta, me gusta trabajar en segunda línea sin estar tan expuesta públicamente y, por tanto, esas funciones de representación no siempre las llevaba bien.
De todas formas, solo fueron 7 meses. Cuando dejó el cargo el profesor Juan Granda, yo era vicedecana de Ordenación Académica y, de alguna forma, era la sustituta natural. No recuerdo bien por qué no se podían hacer elecciones; creo que se estaban reformando los Estatutos de la Universidad y eso impedía durante un tiempo los procesos electorales, por eso acepté ser decana, sabiendo que sería por un tiempo previsiblemente corto.
No tuve ningún problema durante ese tiempo, muchas reuniones, como es lo habitual, participación en algunos actos como representante de la facultad y no mucho más.
Tenía claro que no me presentaría cuando pudiera haber elecciones y así lo hice, aunque muchos de mis compañeros me pidieron que lo hiciera. Agradezco enormemente la confianza que siempre han tenido en mí.
¿Qué retos cree que tiene ahora la facultad?
Bueno, en este caso, no sé bien qué decir. Por motivos personales, en el curso 2007-2008, me trasladé a Granada y empecé a dar clases en la Facultad de Psicología, aunque también sigo impartiendo una asignatura en el Grado de Maestro- Educación Infantil.
Llevo ya muchos años fuera de Melilla, aunque sigo en contacto con mis compañeros. Sé que han comenzado nuevos Grados, que se han consolidado algunos de los Másteres que ya se impartían y que han comenzado otros nuevos. Sé que siguen los proyectos internacionales. En definitiva, creo que la facultad sigue siendo tan dinámica como cuando la dejé y, por tanto, seguirá abordando nuevos retos.
Sí creo que hay un reto que abordar, pero no es exclusivo de la facultad, creo que es de la universidad en su conjunto. La etapa de formación universitaria debe ser más ambiciosa en sus objetivos. Es una etapa única de formación, de crecimiento del espíritu crítico, de conocimiento y de adquisición de cultura en sentido amplio. Los alumnos -y los profesores- participan muy poco en actividades extracurriculares que se salgan de sus parcelas de trabajo; si no se ofrecen créditos ECTS por la actividad o no se ponen como parte del trabajo de las asignaturas, las actividades que se proponen se quedan vacías. Creo que la universidad no debe dedicarse exclusivamente a formar para una profesión, sus objetivos deben ser más amplios. Me temo que la tendencia dominante no va por ahí.

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