Cáritas ha visto como en este año aumentaba el número de familias en los barrios que demandaban ayudas por la pandemia. Son unas 10 por cada sede de media. Y es que esta entidad, al contar con una Cáritas por cada parroquia, podía desviar la asistencia al barrio donde viven estas personas recibiendo las aportaciones a poca distancia de sus hogares y contando con su asesoramiento en minutos.
La presidenta de Cáritas de Melilla, Pilar Illázquez, recuerda cuando el confinamiento obligó a la entidad a teletrabajar. Todo se hizo por teléfono en esas semanas. A las familias que ya estaban acogidas se les solicitó la cuenta bancaria para hacerles transferencias y que pudieran ir ellos a los mercados a comprar. Se hicieron ingresos desde marzo hasta abril.
Pero hubo unas 300 llamadas en el confinamiento porque todos los teléfonos estaban colapsados y las web también de las diferentes instituciones y la gente no sabía cómo contactar con los Servicios Sociales. De forma que se hizo de intermediario entre esas familias y las autoridades. Incluso se rellenaban las solicitudes por parte de Cáritas porque no todas las familias contaban con internet o con un ordenador o teléfono que lo permitiera.
Las familias que contactaron con ellos habían agotado sus ahorros tras quedarse en paro o, aunque estuvieran en ERTE, no llegaba el dinero del SEPE y necesitaban esta ayuda. Necesitaban dinero para pagar el alquiler o comida.
También hubo muchas llamadas porque no podían hacerse cargo del pago de las facturas de la luz o el agua, pero en aquellos días se impidió cortar esos suministros.
Siempre que se recibe a una familia, se visita su hogar para conocer su realidad, pero ni en el confinamiento ni hasta el paso de varias semanas no se pudo acudir a sus casas. Confiaron en la palabra de estas personas.
“La gente estaba muy estresada. Cuando recibían la ayuda nos llamaba para darnos las gracias porque nos decían que habían podido salir adelante gracias a esta ayuda”, apuntó Illázquez.
Otras familias dependían de los trabajos que pudieran hacer en la frontera y, al estar cerrada, no tenían como llevar ingresos a sus hogares. También les dieron ayuda.
Hubo casos en los que tuvieron que acudir a la casa de la familia que demandaba la aportación porque ni tenían cuenta bancaria ni podían salir de sus hogares por estar al cuidado de niños pequeños.
Pero la representante de Cáritas explicó que todo esto también se hizo en contacto directo con Servicios Sociales. De hecho, el contacto con el consejero de Políticas Sociales, Mohamed Mohamed Mohand, fue directo cuando hubo que redirigir a personas que conocían y que vivían en la calle o se habían quedado atrapadas en la ciudad sin poder pasar a Marruecos para que acudieran a las zonas que se había habilitado para ellas.
La atención a personas de origen subsahariano que entraron por la valla en abril fue otra de las preocupaciones de Cáritas, que contactó con las autoridad para ofrecer espacios donde poder acogerlos. Les llevaron comida, ropa o medicinas a esas personas mientras estuvieron el V Pino.
Illázquez también comentó cómo de importante fue recibir en aquellos días grandes donativos de personas solidarias de la ciudad. Sin estas aportaciones, no se podría haber alcanzado a tantas personas con las ayudas.
Llamaban para preguntar si su dinero iba a llegar a personas que lo estuvieran pasando mal con la pandemia y la respuesta era afirmativa desde Cáritas.
Asimismo, esta ONG contactaba con el Banco de Alimentos, Cruz Roja o Donaciones Melilla para coordinarse y diversificar la ayuda. La idea era que llegara al mayor número de familias sin que se repitiera esas aportaciones.
“La gente estaba muy preocupada no solo por el tema sanitario, sino por todo lo que se les venía encima en sus casas”, aseveró.
Esta entidad cuenta con una Cáritas en cada parroquia y eso permite que la ayuda esté más cerca de las personas que la demandan. En cada una de ellas se ha incrementado en más de 9 familias la demanda, pero no han podido seguir aumentando el número. Cuentan con recursos propios para atenderlas y no llegan a más.
Y durante todo este tiempo el trabajo en la entidad ha cambiado, como en cualquier otra institución, por ejemplo con la instalación de mamparas en las sedes. También tuvieron que dejar de asistir las personas mayores que eran voluntarias por su seguridad, aunque haya muchas medidas. Y no se han retomado aún las visitas domiciliarias, a menos que sea un caso muy puntual y grave. Ahora las atenciones en las sedes son por citas y se evita también que haya acumulación de personas en las puertas.
Además, han tenido que incorporar en sus ayudas las entrega de mascarillas, geles y productos de limpieza. De hecho, la Delegación del Gobierno ha repartido en varias ocasiones a las ONG mascarillas para que las haga llegar a las familias con menos recursos.
El perfil de personas que acude desde hace un año a Cáritas ha cambiado por la pandemia porque hay demanda de familias que tenían trabajo y que lo han perdido o bien están en ERTE y no les llegan los ingresos para cubrir los gastos. Son familias de clase media, algunas con hijos y también hay personas mayores entre los que demandan esta aportación.
Alimentos es la petición principal que realizan las familias, aunque también precisan de ayudas de alquiler, de compra de medicamentos o de pagos de determinados recibos. Tampoco el ingreso mínimo vital está ayudando a muchas familias porque se descuentan las ayudas recibidas y no les sirve para llegar a fin de mes.
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