A poco más o menos de unos 13.000 kilómetros del Reino de España, en el álgido y hostil escenario de la inhóspita Antártida, las Fuerzas Armadas Españolas materializan con desvelo y ahínco su misión en el exterior más longeva. Para ello, es preciso retrotraerse en el tiempo hasta alcanzar aquella jornada memorable del 20/XII/1989, cuando la ‘Expedición Antártica Terrestre’ ubicó la Base ‘Gabriel de Castilla’, donde décadas más tarde se implementa la ‘Trigésimo Quinta Campaña Antártica’, acometiendo los medios de habitabilidad, encomiendas de laboratorio y logística indispensables para efectuar las tareas de investigación que se concretan.
Actualmente, el Centro de Operaciones se atina en la Isla Decepción, algo así como un eslabón de tierra próximo a una caldera volcánica emplazada en las Islas Shetland del Sur. O lo que es igual: a unos 100 kilómetros del continente blanco, aproximadamente, y a más de 1.000 kilómetros del punto habitado más cercano.
Como inicialmente se ha referido, se encuentra la Base ‘Gabriel de Castilla’ en deferencia al navegante y explorador español, a quien se le atribuye el ‘Descubrimiento de la Antártida’, logrando en el año 1603 la latitud 64º Sur hasta contemplar los montes nevados de estas tierras. Sin lugar a duda, este enclave abre sus puertas a meses que convergen con el verano austral. Y es que, durante estos trechos, las condiciones atmosféricas extremas parecen dar una pequeña tregua, porque las temperaturas fluctúan entre los -4 y los 6 grados centígrados. Si bien, la sensación térmica puede sobrepasar los -17 grados y vientos de hasta 70km/h.
Obviamente, el dinamismo volcánico hace aumentar la temperatura del suelo y generar aguas termales. Luego, la Antártida evidencia mucho más que un territorio repleto de perspectivas deslumbrantes. Este distante y apartado continente glacial no puede precisarse únicamente con mensajes, o valorarse íntegramente en las instantáneas o vistas inesperadas. El ímpetu impredecible de su naturaleza hace que, apenas pase desapercibido a los ojos del hombre.
Pero, tal vez, lo que más asombra y petrifica es ese estremecimiento sublime de desembocar en los confines de la Tierra, ya que mucho más que lo enumerado de por sí en kilómetros, se trataría de su trazado a lo recóndito e inalcanzable. Con lo cual, la Antártida podría determinarse como un genuino desierto blanco. En su interior la media de precipitaciones anuales en forma de lluvia es de sólo 50 mm. No obstante, frecuentemente se originan ráfagas impetuosas, cuando los vientos recogen nieve previamente acumulada y la reportan de un sitio a otro. Las lluvias anuales son más copiosas en el litoral, alcanzando los 380 mm de agua.
Aquí se producen intensas precipitaciones en forma de nieve, ya que los ciclones recogen la humedad de los mares en las inmediaciones, hasta congelarse y posarse sobre las extensiones costeras. De hecho, en la Península Antártica, principalmente en el extremo Norte, la lluvia es tan abundante como la nieve.
Además, las entrañas de la Antártida aguardan días perpetuos durante el verano del hemisferio sur y opacidad en el invierno. Aparte, en los sectores costeros y más al Norte, se concatenan amplias etapas de insolación, pero gran parte del año se suceden los crepúsculos matutinos y anocheceres.
Es precisamente en este entorno geomorfológico donde se localiza la Isla Decepción, acogiendo la Base ‘Gabriel de Castilla’, latitud 62º 55’ S y longitud 60º 37’ W en el Archipiélago de las Shetland del Sur, administrada y representada brillantemente por la División de Operaciones del Estado Mayor del Ejército de Tierra.
Así, esta porción de tierra emergida completamente y rodeada de agua es una superficie con un encanto diferenciado por su historia, fauna y flora. La Isla está orientada al Noroeste de la Península Antártica y en ella se topa el volcán activo de la cuenca marginal del Estrecho de Bransfield o Mar de la Flota, erigiéndose en uno de los focos sísmicos más frenéticos.
Con un dibujo peculiar de herradura sobresale una profunda entrada al mar que se denomina ‘Puerto Foster’. El Estrecho por el que se accede a estas aguas interiores se distingue como ‘Los Fuelles de Neptuno’, como consecuencia de la resonancia característica que causa el viento al franquear los muros peñascosos que lo cercan.
Del mismo modo, abordando su angosto pórtico aparecen en uno de sus bordes los restos de un hundimiento, introduciéndonos en un refugio de frontones con pendientes suaves y que se valora como el mejor puerto natural de la Antártida. Sin duda, configura una de las Islas más atrayentes y excepcionales por sus peculiaridades geofísicas. Conjuntamente, hay que recordar que en las postrimerías de los años sesenta este volcán devastó una Base chilena.
Pero, sobre todo, esta panorámica llama la atención por su insólito encanto, mayoritariamente, por la mezcla de gases y vapores que surgen por las grietas exteriores del cráter a temperaturas altas que le otorgan una apariencia tenebrosa. Los tonos que imperan son el blanco del hielo y el negro de la ceniza volcánica, inmortalizando una lámina sombreada a carboncillo sobre fondo blanco, conforme sucumbe la nevada de algunas áreas. A la par, se advierten grandiosos glaciares que se desploman al mar, sobresaliendo el glaciar negro y el glaciar rojo, surgidos por combinaciones de hielo y materiales desasidos de las erupciones volcánicas.
En esta caleta el agua posee una temperatura entre cero y dos grados centígrados, pero, por la energía vehemente del volcán se localizan lagunas verdosas de aguas termales, donde es viable tomar un baño.
De cualquier manera, refiriéndome a un matiz precedentemente mencionado como es su historia, la representación humana se disipa en la leyenda: desde aventureros y corsarios hasta imponentes balleneros o cazadores de focas y lobos marinos que, por doquier, se topaban ante un refugio imprescindible y sede de fructíferas ocupaciones. Hay que resaltar la instalación en la zona de ‘Caleta Balleneros’ de 1888, perteneciente a la ‘Compañía Ballenera Magallanes’, interviniendo hasta 1940 y llegando a ser una de las más grandes del mundo, pudiéndose apreciar su gigantesco osario.
La cuenca central ya citada y designada ‘Puerto Foster’, está cubierta por el mar con una profundidad de 180 metros. Su costa está moldeada por declives parcos de depósitos volcánicos y aluviales de aguas de deshielo.
En contraste, la costa exterior es considerablemente escabrosa en su contorno, constituida por acantilados de hielo y rocas erosionadas de inaccesible embocadura desde la mar. Alrededor del 60% de la Isla está envuelta por la magia de los glaciares milenarios, que en algunos casos se visten de negro por los piroclastos de las erupciones.
A este tenor, en concavidades que comienzan entre los 60 y 100 centímetros se encuentra el permafrost o suelo congelado. Al unísono, en la Isla afloran fumarolas, fuentes termales y suelos calientes, aunque sobre todo se divisan en torno a la fisura geológica que la recorre en dirección NE-SW, dejando producir emisiones con temperaturas por encima de los 90º en parajes puntuales como la ‘Bahía de Fumarolas’, la ‘Caleta Péndulo’ o la ‘Bahía Telefon’.
Ciertamente, la cuantificación de erupciones es bastante reciente. Tómese como ejemplo, que en 1842 un grupo norteamericano comunicó que la vertiente Sur de la Isla se mostraba en llamas. Naturalmente, el vacío humano persistente no ha permitido ilustrar un rastreo minucioso de las emisiones, aunque hubo indicios manifiestos desde 1912 a 1917.
Iba a ser en el transcurso de los años 1967 a 1970, respectivamente, cuando se dispuso de plena certeza del potencial volcánico de la Isla. En el primer año citado, la erupción en ‘Bahía Telefon’ ocasionó la aparición de un pequeño islote y una columna eruptiva, arrastrando fragmentos de roca denominados tefra o piroclastos y cenizas en ascenso en la atmósfera de 6 kilómetros de altura que expuso al conjunto de las Islas Shetland.
Ya, en el año 1969, otra erupción en ‘Caleta Péndulo’ devoró por completo la Base ‘Presidente Aguirre Cerda’ asentada a 1 kilómetro, e incluso causó importantes pérdidas en la Base inglesa apostada a 5 kilómetros en ‘Bahía Balleneros’. Posteriormente, hay que remontarse al año 1970, en el que se originó otra actividad sísmica que cambió la silueta del fondeadero y ensambló a la costa el islote surgido en el año 1967.
Sobraría mencionar en estas líneas, que desde las vicisitudes sísmicas de 1987 y 1992, como consecuencia de la inquebrantable sismicidad y anomalías térmicas, la Isla se ha transformado en un centro neurálgico de intensa investigación y estudio.
Tras este retrato sucinto del contexto que nos incumbe, el Ejército de Tierra colabora afanosamente en la ‘Campaña Antártica’ desde el año 1989, por lo que se fundamenta en la operación militar en el extranjero más decana en vigor.
Esta misión simplificada en cuanto a la cantidad de integrantes es extraordinaria, tanto por la distancia y los obstáculos climatológicos y físicos que implica, como por la trascendencia en la contribución del Ejército con la investigación científica, cuyo designio es apuntalar el calado investigador que expertos de diversos estados formalizan en la Base ‘Gabriel de Castilla’. Calificándose como un modelo de aportación científico-militar primoroso entre los distintos organismos públicos y privados al compás de la I+D+I, al materializarse una secuencia de supervisiones sistematizadas a través de los Programas Estatales del Plan Estatal de Investigación Científica, Técnica y de Innovación del Ministerio de Ciencia e Innovación.
Pero, no sólo los versados en la disciplina salen fortalecidos de esta rica experiencia, porque los miembros de las Fuerzas Armadas se sirven de su estancia en la Antártida para implementar proyectos de interés, primordialmente, en los campos de transmisiones, medio ambiente, sanidad, bromatología, vestuario, etc.
Ni que decir tiene, que me estoy refiriendo al máximo exponente de flexibilidad y capacidad de adaptabilidad, para llevar a buen puerto un sinfín de cometidos y trabajos de todo tipo de encaje, en cumplimiento de los Acuerdos suscritos en el marco del Tratado Antártico y sus Protocolos, acompañando y protegiendo la observancia y acatamiento de la reglamentación internacional concerniente a dicho continente, hasta proporcionar las herramientas fundamentales para un deber encomiable.
Indiscutiblemente, existe una cooperación en los quehaceres de investigación científica ejecutadas en la Isla Decepción, como en aquellas esferas del espacio antártico que se establezcan y con el menor impacto medioambiental posible en la zona, mediante el respaldo en el terreno de la logística que engloba la sanidad, alimentación, infraestructura y motores, como las comunicaciones y el eslabón del medio ambiente favoreciendo su interacción, comprendiendo la monitorización del impacto por los actos humanos como el turismo, además de los traslados por tierra o mar. Y, por último, la seguridad, ante circunstancias de emergencia promovidas por la orografía y la climatología antes reseñadas.
A tenor de lo expuesto, el talante español lo integra la Base ‘Juan Carlos I’ en el Archipiélago de las Shetland del Sur, a unas veinte millas de singladura de la Base ‘Gabriel de Castilla’, dirigida por la Unidad de Tecnología Marina, por sus siglas, CSIC, que forman la Infraestructura Científico-Técnica Singular (ICTS). En concreto, está apostada en la Península Hurd en la Isla Livingston, a cuarenta metros de la costa y en el ala del monte ‘Reina Sofía’, con una altura de 275 metros y una extensión de 2.150 metros cuadrados, pudiendo alojar a 19 individuos.
De la misma forma, adquiere su protagonismo el Buque de Investigación Oceanográfica (BIO) ‘Hespérides’ (A-33), operado por la Unidad de Tecnología Marina, como instrumento esencial en el movimiento del personal hasta los recintos de análisis y plataforma desde la que se desarrollan proyectos científicos. Su casco de acero de alta resistencia con quilla reforzada, le hace desenvolverse en las inmensidades de las aguas, incluso entre hielos en las demarcaciones árticas y antárticas en los veranos boreales y australes.
Al mismo tiempo, con una eslora de 82,5 metros y un desplazamiento de 2.832 toneladas a plena carga, el barco dispone de una autonomía de 12.000 millas a 12 nudos y maniobra hasta sesenta días sin exigencia de reabastecimiento.
Esta edición de la ‘Campaña Antártica’ demuestra un desafío al impulso de treinta y cinco años incesantes de investigación científica, que irremediablemente cuenta con restricciones por la crisis epidemiológica del SARS-CoV-2, adoptando pautas para avalar que los estudios cristalizados se conformen en condiciones de seguridad.
A resultas de todo ello, el Ministerio de Ciencia e Innovación destina una media de 10 millones de euros anuales, en la que sufraga la operación y mantenimiento de los Buques Oceanográficos ‘Hespérides’ y ‘Sarmiento de Gamboa’. Sin inmiscuir, los gastos derivados de la logística de la Campaña. Por otro lado, la Agencia Estatal de Investigación, AEI, costea la mayoría de los proyectos de investigación. Y, cómo no, por medio del Comité Polar Español, CPE, se conjugan las acciones que las distintas instituciones despliegan en las Campañas.
Tanto las Bases como los Buques armonizan la resonancia española de Infraestructuras Científicas y Tecnológicas Singulares, abreviado, ICTS, e instalaciones, recursos o servicios exclusivos en su género, con una cuantía de inversión, mantenimiento y operación bastante alto y cuya categoría y carácter estratégico argumentan su disponibilidad para el colectivo de I+D+I.
En la ‘Campaña Antártica’ como se muestra en el Código de Conducta del CPE y en las fórmulas propias del Ejército, subyace la seguridad sobre cualquiera de las deferencias a la hora de cumplir las tareas. Amén, que desde el año 2020 y con la voluntad de ampliarla se confronta una nueva apuesta: la incrustación de la ‘Prevención de Riesgos Laborales’ manteniendo la normativa preventiva.
A todo lo cual, para conseguir el éxito de la misión confiada, se programa la implantación en tres ciclos.
Brevemente, el primero, se emprende con anterioridad al despliegue de la dotación en la Isla Decepción y apertura de la Base; en el segundo, el Oficial acreditado se traslada a la Isla para recabar en primera instancia las indagaciones permisibles; y tercero, se examinan los antecedentes emanados del trabajo de campo que estaría clarificado en la ‘Evaluación Inicial de Riesgos Laborales’ y en su conveniente ‘Planificación de la Actividad Preventiva’.
Profundizando algo más en dichos pasos, comenzando por la primera fase, como si me refiriese a una Base Militar en territorio nacional, pero sin omitir las características climatológicas extremas de la Antártida y sus inconvenientes logísticos añadidos, evidentemente, sujeta al apoyo del Hespérides’ a las que están subordinadas las Bases Españolas, se realiza la ‘Declaración de la Política de Prevención de Riesgos Laborales’ autorizada por el General Jefe de la DIVOPE.
Seguidamente, se confecciona uno de los documentos necesarios y digámosle elementales para el establecimiento. Me refiero al ‘Plan Ordinario de Prevención de Riesgos Laborales’ con el que se pormenoriza entre otras, la política preventiva a continuar, el armazón organizativo, los compromisos y desempeños, las prácticas y programaciones, y los procesos y recursos para cuajar la acción preventiva, con la finalidad de dar una respuesta capaz para la superposición de la ‘Prevención de los Riesgos Laborales’.
Asimismo, a fin de dar cumplimiento al Artículo 7 del Real Decreto 171/2004, de 30 de enero, en materia de Coordinación de Actividades Empresariales, entre las labores de los científicos se extrae el documento de información de los riesgos en la ‘Zona Antártica Especialmente Administrada 4’, abreviado, ZAEA 4. Para ello, se intenta descartar y atenuar los percances en la exposición cotidiana de sus menesteres, que no dificulten con contratiempos innecesarios.
En relación con la segunda fase, el largo recorrido que les aparta del territorio nacional y que le hace convertirse en la Base más remota de España, no es una barrera para cosechar este reto, gracias a la asistencia de las unidades implicadas que habilitan el desenvolvimiento del Oficial propuesto en la Base ‘Gabriel de Castilla’.
Ante lo visto, parece obvio señalar que llegar a la Base en los plazos dispuestos no es una operación sencilla, porque ha de acometerse con anticipación un itinerario de unos 15.000 kilómetros, cuya vía de ingreso por medio aéreo o marítimo es a través de la Isla Rey Jorge que cuenta con tres grandes bahías. Y, por último, una vez alcanzado el territorio nacional se promueve la tercera fase de la implantación preventiva, examinando las referencias obtenidas y ajustándolas en mediciones que valgan para reforzar la seguridad y salud, no ya sólo en la Campaña activa, sino en las próximas.
Para ser más riguroso en lo fundamentado, la comparativa de los datos emanados se plasma bajo dos procedimientos: la preceptiva nacional que los normaliza y el término territorial donde se recrean los trabajos. En razón del primero, no se muestran pruebas preventivas distintas a las halladas en una Base Militar y se emplea la legislación presente. Toda vez, que, en el segundo, al superarse el paralelo 60º Sur, se abre una situación competente diferente a la acostumbrada. Véase que, en el momento de proceder a las actividades, las jornadas en la Antártida no concluyen y en estación invernal la luminiscencia no cesa y reside en una penumbra dilatada que repercute en el reloj biológico que, a su vez, acompasa los tiempos de acción y descanso.
No ha de soslayarse en esta disertación, los factores psicosociales que se infunden en la organización del trabajo del contingente que acomoda las investigaciones científicas, y que prácticamente son inexistentes. Porque para los trece componentes selectos que conforman esta ilustre misión, es un verdadero honor ser seleccionados para cada Campaña.
Incuestionablemente, allí el curso de las horas depende y supedita las idas y vueltas de los científicos, al igual que manda en el rendimiento desmedido e intenso de los equipos expuestos.
Esta particularidad hace que se forje una fuerza de gravedad común con un mismo empeño: consumar el encargo con las expectativas más valiosas que están por venir. Las objeciones de molde fisiológico a los factores psicosociales como el emocional, cognitivo y conductual no tienen contenido en sus participantes.
La espontaneidad, hospitalidad y sociabilidad con la que se acoge en la Base a todo el/la que se incorpora, sin desentonar el estatus civil o militar, o su género o currículum vitae, hace más que admisible una integración resuelta en el acervo de los colaboradores.
En resumidas cuentas, con el criterio de amplificar la seguridad y operatividad, se afronta esta nueva ‘Campaña Antártica 2022’, que les hace ser embajadores en beneficio del gremio científico. Integrando una ‘Digna Representación’ de España, pero, sobre todo, demostrando a todas luces ser un emblema en las capacidades de nuestras Fuerzas Armadas, hoy por hoy, emisarias y legendarias para ejercer y cumplir a la perfección la polivalencia y multifuncionalidad en cada uno de sus hombres y mujeres, que con orgullo enarbolan en sus atuendos el atributo nacional.
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