Yamila no olvidará jamás el café que tomó el pasado viernes en un establecimiento del Paseo Marítimo. Le supo “a gloria”, asegura. Hizo falta que la Policía Nacional se personara en el local para que sirvieran a la mujer la taza que llevaba cerca de media hora pidiendo.
“Cuando vi que no me atendían, después de mucho esperar, les pedí la hoja de reclamaciones, pero no me la dieron”, relata Yamila, quien dejó Casablanca hace ya tres décadas para establecerse en Melilla.
Al avisar al camarero de que, ante su actitud de desprecio, pensaba llamar a la Policía, recibió una respuesta que, según sostiene, le hirió profundamente: “Me dijo que yo solo era una musulmana y que la Policía no me haría ningún caso porque yo no era nadie en esta ciudad”. Yamila, que aclara que el trabajador también era musulmán, apunta que ninguna persona de otra religión le había hecho tanto daño como este hombre.
Afortunadamente, tras este episodio, la mujer tuvo una experiencia que fue mucho más agradable. “Inmediatamente vinieron cuatro agentes de la Policía Nacional y me aseguraron que estaban para lo que yo necesitase”, explica Yamila.
Hubo una frase que, dice, le llegó al corazón: “Señora, estamos para ayudar a los ciudadanos, sea cual sea su religión” , recuerda la mujer, sin disimular lo orgullosa que se siente de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.
Yamila cuenta que, por un momento, llegó a creerse lo que le dijo el camarero del establecimiento. “Tuve miedo de confirmar lo que él me estaba diciendo pero, afortunadamente, pude comprobar todo lo contrario”, dice la mujer.
Asegura que en Melilla se siente muy integrada, pero a veces escucha comentarios que ponen en duda esta igualdad entre ciudadanos. “Esta vez, ganaron la igualdad y los derechos”, dice con alegría en los ojos. La mujer, que insiste en lo mucho que le gustaría agradecer a los agentes que intervinieron “la cosa tan bonita” que le hicieron sentir con su trato, además, cuenta que, al final, el camarero se dio cuenta de que su actitud fue del todo inadecuada con esta cliente. “Si es que yo solo quería una taza de café, no pedía nada más”, se ríe ahora.
El hombre se mostró arrepentido y pidió perdón a Yamila. Ella decidió aceptar sus disculpas y no registrar una queja en la hoja de reclamaciones del establecimiento.
“La Policía me preguntó: ¿Usted quiere un café? Pues siéntese”, recuerda la mujer. Y eso es lo que hizo. Volvió a la mesa del local en la que había estado sentada más de media hora, sin que se le hiciera caso. Esta vez, no sólo disfrutó de la taza. “Me sentí muy orgullosa de ser española, porque así me siento yo y así me hicieron sentir los agentes”, subraya Yamila.
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