César Mallorquí (Barcelona, 1953) creció escuchando el sonido de la máquina de escribir de fondo, de manos de su padre, el escritor José Mallorquí. Con estos mimbres, no le quedó más remedio que acabar dedicado a la escritura. El autor está hoy de visita en nuestra ciudad para participar en el II Ciclo de Encuentros de Literatura Juvenil de Melilla, organizado por Oxígeno Laboratorio Cultural con el apoyo de la Consejería de Cultura, y en el que presentará la novela ‘La caligrafía secreta’. La cita será a las 17:00 horas, en el salón de actos del Campus de la Universidad de Granada.
–¿Conoce Melilla?
–No, es la primera vez que la visito. Me apetece mucho ir. Me parece muy interesante por las circunstancias de Melilla. Cuando me lo plantearon, no me lo pensé.
–¿Qué aventuras esconde ‘La caligrafía secreta’?
–La novela está ambientada en los tiempos de la Revolución Francesa y trata una investigacion detectivesca en la que se deben desvelar los secretos de una caligrafía.
–¿Acerca el libro la historia a los jóvenes?
–Sí, les ayuda a conocer la Revolución Francesa pero mi propósito no era hacer una novela histórica. Mi intención es contar una historia a los jóvenes y que disfruten con ella.
–¿Ayudan los clásicos a que los jóvenes se aficionen por la lectura o les hacen huir?
–Tengo varios amigos docentes y uno de ellos me dice que cuando se ve obligado a mandar la lectura de un clásico, sabe que pierde diez lectores. Estos libros no son adecuados para un joven. Cuando yo tenía quince años, leí la primera parte del Quijote. Y lo odié. Los estudiantes ven la lectura de clásicos como una carga. Para fomentar la lectura entre los jóvenes, lo que hay que hacer es proporcionarles textos más cercanos a ellos. Hoy tienen consolas, juegos, teléfonos... muchas posibilidades a su alrededor.
–¿Y cómo puede competir la literatura con las enormes posibilidades tecnológicas que tienen los jóvenes de hoy en día?
–La lectura es una experiencia completamente diferente. No se puede comparar con una película y llega a sitios diferentes. Yo les digo que hay tiempo para todo, para leer y para todo lo demás.
–¿Cómo animaría a los chavales a leer esta historia?
–Que prueben. Que lean las primeras páginas y si no les gusta la historia y no les engancha, les devuelvo el dinero... [Risas] Intento escribir con mucho gancho. Es una historia divertida, con momentos de misterio.
–¿También habla de valores en esta novela?
–No es mi obligación. Mi intención es contar lo mejor posible una historia de tal forma que ayude a los jóvenes a aficionarse a la lectura. Yo no me planteo aplicar mis propios valores a un libro. No es mi propósito ser moralista. Y, además, no me gusta la idea.
–¿Cuál es el secreto para llegar a los jóvenes?
–Son los mismos que utilizaría para escribir para un adulto. Hay que crear unos personajes y narrar una historia que tenga gancho. No hay una receta. Lo único que diferencia a los jóvenes de los adultos es que son más inexpertos en la lectura. Pero si no les gusta, dejan la novela sin pensarlo.
–¿Leen los jóvenes? ¿O los que no leen son los adultos?
–Hay más adultos que no leen. Los jóvenes son más lectores pero es verdad que llega un momento, sobre los 16, 17 años, en el que pierden el hábito.
–Usted se declara fan de Tintín. ¿Es el cómic un buen género para aficionar a los jóvenes a la lectura?
–Yo leía muchos cómics y lo recomiendo pero no como una fórmula para llegar a la novela. El cómic es un género en sí. Una persona que los lee puede acabar leyendo libros o no.
–Comenzó escribiendo ciencia ficción. ¿La ha dejado o piensa volver a ella?
–La ciencia ficción es mi pasión secreta. Pero en nuestro país es un género minoritario. Yo me dedico a escribir, soy escritor profesional y no podría vivir de ello. Pero me regalo a mí mismo escribir sobre ciencia ficción. Vivir de la escritura no ha sido un camino fácil. Hay que prepararse para escribir una novela empezando por lo más bajo. Y yo creo que debe ser así el proceso.
–¿Qué le recomienda a los chicos que quieren dedicarse a escribir?
–Que practiquen. Les animo a escribir para aprender a expresarse e incluso para que les ayude a conocerse a sí mismos. Pero para ser escritor profesional, tienen que tener paciencia; no se puede ir con prisas.
–También ha sido periodista. ¿Se cansó de la profesión?
–[Risas] Trabajé durante nueve o diez años en el periodismo. No sé si me cansé o el periodismo se cansó de mí. Empecé a trabajar en los setenta. Era una época excitante. No podías hablar nada, enseguida te aplicaban la censura. Tuve dos procesos por artículos míos en ‘La Codorniz’. Me sentía muy atado. Me cansé del periodismo. Después me dediqué también a la publicidad.
–¿En qué trabaja ahora?
–Estoy trabajando en una trilogía y estoy acabando la tercera parte. Es una historia de aventuras, en la que aparecen las redes sociales. No es una historia posapocalíptica, pero se produce una regresión.
–¿Cómo le ha influido tener como padre al escritor José Mallorquí?
–Que mi padre fuera escritor ha sido fundamental para que yo haya acabado dedicándome a escribir. Nací en una casa llena de libros, donde se respiraba literatura día y noche; el tabaleo de la máquina de escribir de mi padre fue la banda sonora de mi infancia. No es que decidiera seguir su ejemplo conscientemente, antes me dediqué al periodismo y a la publicidad, sino que era algo que estaba dentro de mí, como un virus, aunque yo no lo supiese. Supongo que llevaba la escritura en la sangre.
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