Los catorce bomberos que han estado los últimos diez días en Valencia, ya han regresado a nuestra ciudad. Durante su estancia en la zona cero de la catástrofe causada por la DANA el pasado 29 de octubre, no han parado de trabajar en cuestiones como el desagüe de los garajes subterráneos, la retirada de los vehículos y, en general, todo aquello para lo que eran requeridos, según ha comentado el consejero de Seguridad Ciudadana, José Ronda, que dejaba ayer de manifiesto la felicitación del Gobierno melillense a estos voluntarios que han dejado muy alto el nombre de Melilla en medio del desastre.
Si las autoridades estatales y autonómicas así lo autorizan, también están preparados quince policías locales, igualmente voluntarios, para incorporarse a las tareas de recuperación de la normalidad que llevan a cabo cientos de personas en aquellas zonas inundadas. Se sumarían así a los voluntarios, vecinos, militares, bomberos, guardias civiles y compañeros policías de toda España que colaboran en esos trabajos penosos pero imprescidibles, que harán que esos pueblos puedan tener de nuevo la esperanza de un futuro mejor para sus gentes.
Los militares son, sin duda, de los que más acciones desarrollan en esas poblaciones, entre otras cosas porque son los que representan el mayor porcentaje de quienes están trabajando en Valencia. Hay fotografías que ponen de manifiesto hasta qué punto son capaces de sacrificarse en la ayuda: se les ve sentados, agotados, durmiendo en literas improvisadas y apoyando a las personas incluso subiéndoles el carrito con los alimentos.
Por eso no estaría de más que el Ministerio de Defensa se hiciera mirar cómo los trata desde el punto de vista salarial y de carrera profesional. Lo decía ayer la Asociación de Tropa y Marinería (ATME), que pedía también que se les reconozca como profesión de riesgo algo que, por cierto, todavía no han conseguido obtener ni la Policía Nacional ni la Guardia Civil por muy raro que pudiera parecer a cualquier ser humano con un gramo de sensatez.
Los militares merecen un mejor tratamiento por parte del Estado porque son ellos los que garantizan nuestra defensa y quienes más aportan ante situaciones como las que viven esos valencianos. Hace muchos años, tanto como casi 40, Melilla sufrió una tremenda gota fría que se tradujo en la peor riada que se conoce. Y si bien, afortunadamente, no hubo víctimas mortales, sí que hubo grandes daños, sobre todo en la vía pública. ¿Quiénes estuvieron ahí al pie del cañón? Los miembros del Ejército, que con palas, rastrillos y toda clase de artilugios quitaron el barro de nuestras calles.
Por otra parte, Melilla es una ciudad solidaria y así lo está demostrando. Carreras, caminatas con perros, zumba y un sinfín de actividades se organizan para recaudar fondos con los que ayudar a esas personas que lo han perdido todo, incluso familiares. Ahí está la gala benéfica, que contará con la participación de cuarenta artistas locales, todos a una, para arrimar el hombro; y con ellos, empresas como Seamel o Carlos Cruseilles e incluso este periódico, El Faro, que hace publicidad gratuita del evento para que el Kursaal esté el próximo domingo hasta la bandera. Tampoco olviden que hay fila cero por si alguien no puede asistir pero quiere hacer su donativo.
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