La actualidad del día de ayer no sólo pasaba por los sucesos en El Aaiún, especialmente ligado a Melilla no sólo por nuestra evidente situación geográfica sino también por ser cuna de muchas familias finalmente melillenses que, tras su descolonización por parte de España, echaron sus raíces en esta tierra y acabaron por emparentarnos un poco a todos con el mítico Sáhara. Hoy en día El Aaiún no tiene nada de mítico, de arenas doradas y playas de ensueño como las que recordaban algunos de los que allí nacieron o vivieron durante su primera infancia. El Sáhara es tristemente un polvorín que sigue sin solución 35 años después de que España lo abandonara en 1975. Lo peor es que tampoco acaba por saberse a ciencia cierta la magnitud de los enfrentamientos entre la población saharaui, las fuerzas de orden marroquíes y, según cuentan las crónicas, colonos marroquíes que están participando activamente en los ataques a los saharauis.
No hay prensa libre que pueda contarlo, ni española ni de otros países. Ya se sabe que los periodistas de nuestro país no pueden acceder pero es que, además y según señalan todas las informaciones, la prensa extranjera y los observadores que se encontraban allí antes del desmantelamiento del campamento de Agdaym Izik, también fueron expulsados.
El Black-out o ‘cerrojazo informativo’ no puede ser más sintomático del delirio que sigue presidiendo toda la historia del Sáhara, sobre todo después de que en 2003 acabase fallando el Plan Baker, que el Polisario sí aprobó pero que Marruecos rechazó, aunque el censo propuesto para la celebración de unas elecciones autonómicas y un referéndum pasados cinco años fuera favorable a Marruecos.
Un Black-out, como gusta aplicar la prensa marroquí a los medios melillenses, que anda conmoviendo muy poco a las autoridades del mundo civilizado y que sigue dando carta de naturaleza a una vil manipulación que de manera grotesca se ceba paralelamente con nuestra ciudad.
Mi compañero, Marcos Rober, esboza en un artículo de esta misma edición el singular tratamiento con que los medios marroquíes, animados especialmente por los oficiales y públicos, silencian los graves sucesos en El Aaiún, mientras se centran diariamente en Melilla, relatando un sin fin de falsedades sobre los disturbios sucedidos hace dos semanas en distintos barrios y especialmente en el de ‘La Cañada’.
En un intento vano por desviar la atención sobre el Sáhara, la agencia oficial MAP y la televisión pública de Marruecos persisten en volcarse en nuestra ciudad, donde, según sostienen, no sólo hubo un muerto a causa de los mismos disturbios, sino que los conflictos continúan a diario aunque son acallados por los medios de comunicación melillenses, a causa, dicen, de un ‘black-out’ impuesto por las autoridades españolas.
El forzado y esperpéntico paralelismo muestra una vez más cómo nuestra tierra sirve fácilmente al vecino país de moneda de cambio o recurso seguro con el que poner a sus súbditos en nuestra contra, cada vez que se apresta a una negociación o necesita forzar a sus aliados hacia posturas que le sean más favorables.
Como escribía ayer mismo ‘El País’ en su edición digital, España y resto de aliados (léase desde la UE hasta la ONU), ya tendrían que haber empezado a tomar otra actitud respecto de Marruecos para evitar que “un país decisivo en el Magreb”, “actúe de manera que sus amigos y aliados deban poner en entredicho los principios que defienden”. “Lo que está en juego –añadía el mismo periódico- es la capacidad internacional para mantener un único criterio en materia de derechos humanos o ceder, por el contrario, a la tentación de los dobles raseros”.
Y ese doble rasero que, por desgracia, es el que parece se está imponiendo, no sólo no favorece la estabilidad en la zona, sino que hace gala de una política errónea, débil y malentendida, que sólo por si misma explica cómo España aún no ha hecho una nota verbal de protesta contra ese falso muerto que no sólo se mantiene ‘secuestrado’ por la Guardia Civil, sino que nadie pone en cuestión en todo el Magreb, porque nuestro país no ha hecho nada para que se desmienta. De hecho, la opinión pública marroquí está convencida de que efectivamente un melillense de origen bereber murió en los disturbios de hace dos semanas en nuestra ciudad. Y como eso, que los conflictos persisten, que la prensa local no informa porque se le ha prohibido, y que hasta el presidente de la A.V. de la Cañada, Abdelkrim Mohand, fue arrestado precisamente el mismo día en que en realidad estaba siendo recibido por el presidente Imbroda.
El goteo de falsedades, unido a informaciones sensacionalistas sobre impedimentos a la prensa marroquí para trabajar en Melilla, fuerzan este esperpéntico y absurdo paralelismo en el que anda involucrándonos Marruecos, mientras nuestra ministra de Exteriores no sólo calla ante el ‘rapapolvo’ de su homólogo marroquí a la prensa española; tampoco emite ninguna nota verbal de protesta, tal cual le aconsejaba ‘El País’, para acallar la intoxicación sobre nuestra tierra.
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