La vicepresidenta del Gobierno, Gloria Rojas, ha firmado un acuerdo con la Cooperativa Ómnibus de Autobuses (COA) para que los alumnos de la UGR, la UNED y Aulas de Mayores puedan subir gratis a la COA desde el 15 de este mes de noviembre y hasta el 22 de diciembre con la única exigencia de mostrar el carnet de estudiantes.
En una ciudad como Melilla, donde el uso del transporte público está estigmatizado, creo que medidas como ésta ayudan a reconciliar a los usuarios con un servicio que nos prometieron que se modernizaría con la instalación de nuevas marquesinas a partir de septiembre pasado, pero estamos en noviembre y no hay obras a la vista. A día de hoy el panorama sigue siendo el mismo de siempre: tercermundista, aunque nos cuentan que sí, que va en serio y los trabajos están en fase de licitación.
Me llama la atención que la gratuidad de los billetes de los estudiantes que suban a la COA la debemos a la generosidad infinita de la propia Cooperativa de Ómnibus porque la Ciudad no pone un duro.
Esto es impensable en cualquier otro punto de España, pero aquí, todo es posible. La COA hará una prueba piloto de un mes para ver cómo va la cosa y después ya hablarán con la Administración.
Estamos de acuerdo en que hay que reconciliar a las nuevas generaciones de melillenses con el transporte público y esta iniciativa puede ser un primer paso importante. Si la gente se acostumbra a usar el autobús y le viene bien por horarios y ruta, con seguridad, una vez que acabe la gratuidad, seguirá usando el servicio.
En el resto de España hay billetes de cercanías gratis para todos y a Melilla aún no han llegado los 156.000 euros que el Ministerio de Política Territorial ha destinado a garantizar el descuento del 30% del transporte público local. Pero hay que tener en cuenta que esa ayuda se corresponde con el 8,5% de la recaudación de la COA en 2019, año previo a la pandemia.
Seguramente les dará un respiro, pero en ningún caso compensará las pérdidas provocadas por el confinamiento y el cierre de la frontera durante los dos años de coronavirus.
En definitiva, seguimos sin hacer una apuesta decidida por el transporte público en Melilla en tiempos en los que a nadie se le ocurre llevarse el coche a Madrid si se va a quedar en el centro de la ciudad porque los parkings son caros y limitadísimos. Sin embargo, en Melilla el parque móvil parece que se reproduce por esporas. Solo que aquí no sumamos vehículos nuevos y menos contaminantes sino turismos de segunda mano procedentes del centro y norte de Europa que en muchos casos no tienen permiso para circular por allí.
Son más baratos y vienen con sus humos a dar a Melilla mientras nuestros concesionarios, los que crean puestos de trabajo, se mantienen estables dentro de la gravedad, profundamente afectados por el encarecimiento de los combustibles, las materias primas y la crisis de los microchips. A eso hay que sumarle que apenas se venden coches eléctricos en la ciudad por la dificultad para recargarlos.
El Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico espera tener a partir del año que viene un listado de las estaciones de servicio que en todo el país están obligadas a tener puntos de recarga eléctrica de acuerdo con su volumen de ventas ya que, como sabemos, ésta es una de las principales barreras que impide que se democratice este tipo de vehículos menos contaminantes.
Se estima que en nuestro país hay más de 200 gasolineras que en 2019 vendieron más de 10 millones de litros de combustible. Con seguridad estarán obligadas a instalar un punto de recarga de potencia igual o superior a los 150KW; las que venden 5 millones de litros al año tendrán que ponerlo de 50KW y en caso de no llegar a esta cifra, estarán obligadas a instalarlo aquellas estaciones de servicio que lideren las ventas provinciales.
En Melilla, de momento no se ha informado oficialmente a las gasolineras de este cambio que se avecina y que deja sin alternativa a los propietarios para instalar los puntos de recarga en terrenos de su propiedad o de un tercero ya que deberán estar a 300 metros del surtidor de combustible.
En definitiva, cuando uno lee esas cosas, se le quedan los ojos como platos porque el mundo va muy rápido y nosotros nos estamos quedando desfasados, enganchados a los viejos coches traídos de Alemania como a las riñoneras que nunca pasaron de moda por aquí.
La Ciudad tiene que apostar por el transporte público con microbuses que circulen por el centro con mayor frecuencia; con paradas modernas en las que podamos saber cuánto tiempo le queda a la COA para llegar y, sobre todo, con billetes baratos y bonos atractivos.
Sólo así ganaremos espacio para los peatones y jubilaremos los coches o los dejaremos en la península. Una Melilla verde es posible, pero para eso hay que empezar por abrirle fuego a los humos negros en el centro de la ciudad y por rascarnos el bolsillo. Esto no nos va a salir gratis ni a nosotros ni a la Administración ni a las empresas.
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