El diputado popular Miguel Marín ha pedido la paralización del concurso del contrato marítimo de Melilla por considerar inadmisible el retroceso en el número de viajes semanales con Málaga, Almería y Motril y, sobre todo, el encarecimiento de los precios de los camarotes y butacas.
Estamos hablando de que en Semana Santa, cuando los melillenses habitualmente pegamos la espantada, sólo el 20% de los pasajeros de nuestra ciudad podrá acogerse a la reducción de precios de los billetes del barco.
Eso significa que ocho de cada diez habitantes de esta tierra tendrán que pagar lo que la compañía les pida por el camarote o la butaca si quieren salir de Melilla. Eso no sólo es inadmisible, es además un asalto a mano armada. Es una deslealtad más de nuestros servidores públicos. ¿De verdad nos vamos a quedar de brazos cruzados?
Nosotros, como españoles que somos, pagamos en 2019 con nuestros impuestos el rescate de nueve autopistas en quiebra en nuestro país. Eso nos costó 3.300 millones de euros. Ahora que melillenses y ceutíes estamos precariamente comunicados con la península no hemos escuchado a ninguno de nuestros representantes políticos barajar la posibilidad o al menos estudiar la necesidad de solicitar un paquete de ayudas para las navieras que atracan en los dos puertos españoles del norte de África.
Les da igual que se hundan. Esto es un sálvese quien pueda. Y no es que defendamos la financiación pública de los negocios privados. Defendemos nuestro derecho a viajar por nuestro país sin dejarnos el sueldo en el intento. Si caen las navieras, caemos nosotros. Es puro egoísmo: sentido común, señores.
Dicho esto, me parece oportuna la propuesta de Marín y me pregunto si el PP, siendo como es un partido de Gobierno, ha intentado buscar el consenso para que esta solicitud salga de todos los partidos políticos de Melilla. Los votantes merecemos saber quién apoya la defensa de las conexiones con la península y quién antepone las siglas de su formación al bien común.
Sabemos, porque no nacimos ayer, lo mal que se le da a los populares tomar decisiones desde el consenso y el diálogo, pero esta vez podría incluso hablarse de maniobra política legítima y necesaria. Quien se abstenga o quien se oponga, con su decisión está avalando que tengamos el peor transporte marítimo del último cuarto de siglo. Den el paso, obliguen a la gente a retratarse. Estamos deseando ver la foto.
En cambio, quien apoye la propuesta popular, debidamente planteada y sin los güevos de nadie encima de la mesa, merece que le reconozcamos su utilidad en el debate político. Porque en tiempos de coronavirus seguimos echando de menos la altura de miras de nuestros representantes. Nos hemos metido de lleno en la pandemia sin capacidad para dialogar, caminar hacia un punto común donde encontrarnos con el resto y demostrar que se está en política porque se busca lo mejor para todos y no sólo un puesto de trabajo privilegiado en una ciudad con el paro por las nubes.
Hablando con un militante del PP, le explicaba que mis tirones de orejas a sus jefes no se deben a una predisposición política, sino a la necesidad de que tengamos en la ciudad un Partido Popular fuerte, de la misma manera que necesitamos la solidez y fortaleza del resto de formaciones políticas.
Sólo así vamos a poder hacer frente no sólo a la asfixia económica que vive esta ciudad, sino también a la presión descarada de Marruecos. No es gratuito que tengamos un salto a la valla. Todos sabemos lo difícil que es escapar de la mirada policial en Nador como para creernos que 150 migrantes subsaharianos burlaron la vigilancia de la alambrada porque son más listos y ágiles que los que no lo han intentado. Las cosas no funcionan así del otro lado de la frontera.
Un PP donde las decisiones las toman cuatro no es lo mejor para Melilla. El proyecto está dando señales de agotamiento desde las elecciones de 2015 cuando el equipo de Imbroda consiguió 12 escaños en la Asamblea; perdió la mayoría absoluta (15) que consiguió en 2011 y necesitó el apoyo de los rebeldes de PPL para poder gobernar.
No fue un patinazo coyuntural. No fue un hecho aislado. En 2019, perdieron dos diputados más y al no poder pactar con Vox y Cs tuvieron que entregar la Asamblea.
Todos recordamos cómo en la noche electoral, Dunia Almansouri le pisaba los talones a Sofía Acedo. Imbroda salvó los muebles, pero lo demás no fue bien. Es un hecho, no una opinión. Fue francamente mal.
Ahora hay un grupo de ‘insurgentes’, como les llaman en el Partido Popular, que buscan la regeneración de los liderazgos históricos. Los veteranos han tenido su momento y ha llegado la hora de dar un paso al lado. Sabemos que es jodido tomar esa decisión porque ahí hay gente que no tiene ni oficio ni beneficio fuera del partido. Otros sí entendieron que la política tiene, como todo en la vida, un punto y final y por eso estudiaron y se prepararon para una vida independiente de las siglas populares.
Es el momento de la renovación. Por el bien de Melilla, algunos tendrán que ser generosos a la fuerza.
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