En lo más alto de la ciudad, como si de una reina se tratase, está el barrio Virgen de la Victoria. Su mirador tiene una de las vistas más hermosas de Melilla; se ve desde La Cañada hasta la ciudadela y más allá pierde uno la vista al mar.
En la mañana de un día laboral, solo se ve a unos pocos melillenses paseando por la zona o comprando en el mercado que hay en el barrio. Uno de ellos es Alberto, quien va a pasar unos pocos meses en la ciudad y asegura que le gusta mucho la zona.
El lugar ha sido recientemente remodelado. Gema tiene una pequeña tienda de comestibles desde hace 20 años en el mercado y explica que el problema que tienen tras las obras es que cuando llueve se hace “un pozo de agua” en la acera que hace imposible acceder al mercado o a la tienda.
Además, señala que aún pagando más impuestos de basura por tener un comercio, no tienen un contenedor cerca y tienen que ir acumulando los cartones y demás hasta que se los pueden llevar. “Nos va viniendo mercancía, tenemos cartones y hay que acumularlos dentro de la tienda”.
Por otra parte el desagüe del mercado no tiene capacidad para tragar el agua y a ello hay que sumarle que las hojas de los árboles que se cuelan por las rendijas hacen también de tapón. Explica que ya han hablado con el consejero de correspondiente sobre este tema, “pero no nos han hecho caso”. La remodelación que han hecho en el parque sí que le ha gustado.
Nati saca a pasear a su perro por la zona. Está viviendo en el barrio desde hace más de 20 años y asegura que le gusta mucho y más ahora que han arreglado el parque que hay junto al mirador. Resalta que le encanta vivir ahí por la buena convivencia que hay entre los vecinos. “Es un barrio súper tranquilo y entre las vistas que tenemos a la ciudad, que estamos en lo alto, la gente es estupenda de la que yo no tengo ninguna queja y el barrio ha evolucionado bien”. Subraya que ahí tienen todo tipo de servicios: tenemos colegios, tenemos institutos, tenemos iglesias, tenemos piscina; lo único que lamenta es que ya haya destrozos en el parque “que no lleva ni un año hecho”. “Ya lo han pintorreado y no lo mantienen bien, no por parte de los limpiadores sino de las personas”.
Tampoco cree que la falta de aparcamiento sea un problema grave, pues entiende que está el hospital, los centros educativos, etc., y la gente cuando viene al barrio de otras zonas tiene que aparcar. “El barrio no es tan grande como para tener aparcamientos para todos, pero nos las apañamos”.
“Nos vinimos muy pequeños y me he casado aquí, es un barrio muy alegre, muy bonito, hemos jugado de niños mucho en la plazoleta”, dice Mari Carmen. Cree que la evolución del barrio es buena porque se ha asfaltado el parque, hay árboles, unas vistas muy bonitas, entre otros. Su mejor recuerdo del barrio es la niñez, una etapa que afirma que fue preciosa. También prefiere comprar en el mercado porque le gusta más que las grandes superficies.
Antonia ha vivido en el Victoria casi 50 años y siempre ha ido a comprar al mercado. Apunta a que las casas siguen siendo las mismas de antes, aunque se ha ido gente y ha venido otra nueva. Ella también puede que se acabe mudando porque vive en un segundo piso y ya le está costando subir las escaleras.
“Yo recuerdo una infancia muy feliz con mis padres”, afirma María del Carmen, que sale por la mañana a hacer deporte. Vive en la misma casa en la que nació y asegura que le encanta su barrio, lo único que lamenta son los excrementos de perros que hay por las acercas. Señala que es un problema de incivismo por parte de los dueños, pues es algo que ve a diario. “No hay conciencia”, insiste. Por ello pide más limpieza y civismo.
La queja de Fátima es parecida, pero ella se queja de los orines y excrementos humanos que hay en la zona del mirador cuando hay gente joven haciendo botellones en los bancos.
Más de 65 años son los que lleva Juan en el mismo lugar, ha notado que ha habido cambios y cree que lo mejor que hay son las familias que hay, que se conocen todas.
De un proyecto urbanístico de 1954 nace el barrio la Virgen de la Victoria, explica Francisco Saro Gandarillas en una publicación académica titulada ‘La expansión urbana de Melilla: aproximación a su estudio’.
Señala que las distintas campañas militares que hubo en el norte de África a finales del siglo XIX y principios del XX hizo que aumentara la población.
Así pues, cerrando el proceso de expansión de la ciudad, se levantó en las alturas de Camellos, último suelo urbano aprovechable para la construcción de un gran barrio, el de la Virgen de la Victoria, que comienza a habitarse el 1962.
Con él, apunta Saro, se considera acabado globalmente todo el proceso de expansión urbana de Melilla, proceso que apenas ha durado poco más de medio siglo.
Saro expone que todos los barrios nacidos posteriormente al de la Victoria y hasta la construcción del nuevo de la Constitución, no han hecho más que completar y rellenar los huecos existentes. Así pues, cree que se puede decir que el núcleo urbano básico de la Melilla actual estaba prácticamente formado a la terminación de las campañas que le dieron vida y crecimiento. Actualmente, según datos de la Ciudad Autónoma, el barrio tiene 5.319 habitantes.
Antonio acaba de llegar a Melilla. Natural de Ceuta, se ha mudado apenas hace unas semanas a su nueva casa en el barrio Victoria y está de obras. Asegura que a priori le parece una zona tranquila, de gente obrera “muy tranquilito” e insistió en que lo que más le gusta es la tranquilidad. “Y ya la edad que uno tiene, tengo el hospital al lado en caso de urgencia”.
Las diferencias arquitectónicas que encuentra entre Ceuta y Melilla es que la ciudad caballa ha crecido hacia arriba, haciéndose una ciudad más cosmopolita y europea con pisos muy altos. Por su lado, Melilla ha crecido más hacia lo ancho, con casas más bajas “o como aquí les llaman, casas mata”. “Es un estilo un poco más colonial y el centro modernista es precioso”. Él en Ceuta vivía en la zona del Mixto, la cual le recuerda al barrio Victoria, aunque hay muchos lugares más que se le parecen.
Su nueva casa melillense tiene que arreglarla porque son construcciones muy antiguas, ha dicho. “Hay que hacerles un mantenimiento”, ha apuntado con un una bolsa de azulejos en la mano.
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