Algo tiene de especial la Victoria para que sus habitantes no quieran alejarse de allí durante demasiado tiempo. Eso cuenta María, quien ha vivido sus últimos 50 años en este barrio, aunque nació en Batería Jota. “Cuando voy a la península para visitar a mi familia estoy deseando volver y pasar los días en mi calle”, asegura. Siempre que el tiempo lo permite, se dirige “a los banquitos” para encontrarse con otras vecinas y charlar durante horas mientras sus nietas juegan cerca.
María se siente una privilegiada por vivir en este rincón de Melilla y sostiene que muchas personas están “como locas” por instalarse en la Victoria. “Mi hija, por ejemplo, tiene aquí su peluquería y está deseando venirse al barrio, pero no encuentra casa”, expone. El presidente de la Asociación de Vecinos Ciudad de Málaga, Florentino Luque, cree saber el motivo por el que la gente siente tanto apego por la Victoria, donde reside desde hace 38 años: “Somos un ejemplo de buena vecindad y eso se nota en las calles, se ve la alegría”.
Lo cierto es que es un barrio completo y eso es de valorar. “Tenemos el mercado, aunque no va mucha gente; colegios, farmacias, una plazoleta, papelerías, estancos... Para apañarnos, hay”, resalta Carmen, una vecina que lleva 57 años en el mismo barrio. Según apunta, ha vivido en tres casas distintas, pero todas en la Victoria. Su hermana, Mercedes, también ha regresado a su barrio de toda la vida tras 42 años residiendo en Mallorca.
Los habitantes de esta zona tienen el privilegio de contar con uno de los rincones favoritos de muchos ciudadanos: ‘la muralla’. Desde este lugar se disfruta de una colorida panorámica de varios barrios de la ciudad, como Cabrerizas, Reina Regente, La Cañada, El Tesorrillo y el Centro. El mirador atrae a melillenses de todos los barrios, no sólo de la Victoria, que acuden de paseo, por las vistas o para pasar el rato. Así lo cuentan Juanjo y Benito, dos chavales de 18 años que suelen juntarse allí con sus amigos. “Hemos venido con la cachimba para ‘entanarnos’ aquí porque nos gustan mucho el mirador”.
Vecinos y habitantes de otros barrios sienten un cariño muy especial por la Victoria, y no sólo por sus lugares emblemáticos. También por sus gentes. Una de las personas más conocidas de esta zona es Paqui, dueña del quiosco que lleva su nombre. Ya está jubilada, pero asegura que por su ‘carrillo’ han pasado al menos tres generaciones de melillenses. Aunque ahora es su hijo quien está al frente, ella pasa muchas tardes en la esquina, junto al negocio en el que ha vendido miles y miles de ‘rufitos’. “Por aquí he visto a generaciones y generaciones de niños que salían de los colegios y yo los he visto crecer, como si fueran mis hijos”, asegura Paqui. Ella no sólo tiene allí el quiosco, sino que vive en la misma calle: “Aquí he pasado mi vida”.
Si algo tienen en común los vecinos de este barrio, es el orgullo que sienten por ser de la Victoria.
El barrio de la Victoria se construyó entre 1951 y 1959. Se planteó para completar el espacio disponible en la zona del Cerro de Camellos, según recoge el historiador melillense y cronista oficial de Melilla, Antonio Bravo, en su obra ‘El diseño de la ciudad y su espacio construido’. Para llevar a cabo este proyecto, se contó con los arquitectos Enrique Atencia y Guillermo García, que siguieron la experiencia del primero en Málaga, donde diseñó barriadas como la de Carranque.
De este modo, proyectaron “una verdadera ciudad satélite con el espacio articulado jerárquicamente en torno a una plaza porticada”. En la publicación, expone que los bloques de viviendas se alternaban con casas de planta baja y pequeño jardín, y los diferentes edificios se disponían geográficamente. De esta forma, el barrio fue dotado de “autonomía” y “sentido propio”.
Los vecinos de la Victoria tienen pocas quejas de su barrio. Aunque se sienten orgullosos de pertenecer a él, señalan que hay aspectos que podría mejorar. Para Carmen, su ‘espinita’ es el parque que hay frente a ‘la muralla’. “Llevo no sé ni cuántas legislaciones pidiendo a todos los políticos que vienen en campaña que me lo arreglen, porque el camino es de tierra y cada vez que llueve se forma una laguna y luego se embarra”, comenta. Harta, señala que “todos” le responden que no se preocupe, que eso tiene fácil arreglo. “Mentira”, dice ella.
Además, tanto esta vecina como otros jóvenes del barrio apuntan a la fuente que hay frente al mismo mirador. “No funciona y ahora sólo sirve para que la gente eche allí las bolsas de basura”, lamenta. Benito, de 18 años, pide que se haga algo para evitar que personas incívicas lo sigan utilizando como un vertedero. Carmen, por su parte, propone que lo adornen con flores y se convierta en rotonda. “Lo que sea, pero que no esté tan descuidada”, pide la mujer.
Los vecinos también comentan que los coches, a veces, circulan a una velocidad “desorbitada”, y también señalan que, por las noches, hay cierta sensación de inseguridad. “Pero yo creo que esto pasa en toda la ciudad”, agregan.
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