Perdidos en la inmensidad del mar. Así localizó este miércoles la tripulación de la embarcación Ciudad de Melilla Club Marítimo a unos 40 migrantes de origen subsahariano que iban a bordo de una patera. “Los encontramos completamente desesperados”, relata el patrón del buque, José Luis Pérez. Según expone, estas personas viajaban en una zodiac en la que no deberían ir más de cinco. Y estaba llena de agua. “Nuestra presencia fue un alivio para ellos”, dice con un ápice de emoción en su voz.
Aunque la tripulación contemplaba que, dadas las continuas travesías por el Estrecho, cabía la posibilidad de toparse de frente con esta otra realidad del mar, la experiencia ha sido muy distinta a cómo se la imaginaba. Lo primero que sintieron los miembros fue sosiego al comprobar que no había nadie herido. “La verdad es que la experiencia ha sido muy bonita porque, sin querer ponernos de héroes, ni mucho menos, sí sentimos que de algún modo los hemos ayudado”, cuenta José Luis.
Lo cierto es que, por el tamaño de la zodiac a la que confió su suerte este grupo de migrantes, en el que había dos niños de corta edad, Salvamento Marítimo no había llegado a localizarla. “Nosotros fuimos los que dimos aviso y, como nuestra embarcación era más grande, sí que pudieron detectarnos con el radar”, señala el patrón. “Hicimos lo que teníamos que hacer, ni más ni menos”, afirma convencido.
Todavía pasarían dos horas hasta que llegase la entidad del Ministerio de Fomento al lugar en el que se cruzaron las dos naves, a unas 40 millas de Melilla. Hasta entonces, la embarcación Ciudad de Melilla Club Marítimo no se separó de estas personas. Chapurrearon algo de francés e inglés para entenderse y transmitirles calma.
“Estuvimos hablando con ellos e intentando tranquilizarlos, diciéndoles que vendrían a rescatarlos muy pronto”, relata José Luis. “Les dimos agua, comida y nos quedamos dando vueltas cerca para no alejarnos de ellos porque enseguida se ponían nerviosos y se levantaban, que era lo que no queríamos que pasara por el riesgo que conllevaba”, apunta.
Para el patrón de la embarcación, el trago más difícil de esta experiencia fue ver a los dos menores de corta edad que iban a bordo de la patera. Según dice, uno tendría cuatro años y el otro no más de siete. Estaban “malitos” del viaje y no dejaban de vomitar. “Los adultos nos insistían en que los niños estaban mal, con mucha preocupación, pero nosotros teníamos que mantener una distancia de seguridad para evitar que saltasen a la embarcación, porque podrían caer al agua y ahogarse”, señala José Luis.
Uno de los momentos más emocionantes de este encuentro en mitad del mar fue cuando comenzó a distinguirse a lo lejos la silueta del buque de Salvamento Marítimo. “Los inmigrantes saben perfectamente cómo son estos barcos y, nada más verlo aparecer, empezaron a entonar sus cánticos y a lanzarnos besos, transmitían muchísima alegría”, recuerda el patrón melillense.
Según cuenta José Luis, no quiere ni pensar qué habría pasado si las condiciones del mar no hubieran sido tan favorable. “Con un poco de viento, eso podría haber acabado en tragedia”, dice. Señala que se escuchan a diario noticias de personas que se juegan la vida para llegar a Europa, pero no es lo mismo verlo a que te lo cuenten. “Sentimos que hemos sido su salvación”, sostiene el patrón. Seguramente, así fue. Y el grupo de rescatados nunca olvidará la embarcación Ciudad de Melilla.
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