Los bancos islámicos, que prohíben la usura o la inversión en juego o alcohol, muestran una falta de vigor en su actividad en Marruecos tras cuatro años de existencia, atribuible, según los observadores a los efectos de la pandemia y a una demanda que supera tres veces los fondos que gestionan estas entidades.
Este tipo de entidades bancarias surgió en los años setenta en Asia y el Golfo Pérsico y fueron introducidas en Marruecos en 2017 con el objetivo de satisfacer la demanda creciente de marroquíes deseosos de cumplir con los preceptos del islam también en sus finanzas y en sus operaciones bancarias.
Los llamados oficialmente bancos participativos en Marruecos siguen los preceptos de la sharia (ley islámica) que prohíbe la usura o el cobro de una tasa de interés por el préstamo, la inversión en negocios ilícitos por la religión como el juego y el alcohol, así como exige una mayor implicación del capital en la economía real, huyendo de transacciones especulativas.
El gobernador del banco central de Marruecos Bank al Maghrib (BAM), Abdelatif Jouahri, constató recientemente una atonía en la actividad de estos bancos, cuyas causas está estudiando su institución.
Pese al aumento sostenible de los créditos que ofrecen, que superaron los 17.500 millones de dirhams (1.600 millones de euros) en agosto pasado (con un aumento del 50 % respecto al mismo período en 2020), los depósitos a la vista que gestionan estos bancos solo llegan a los 4.500 millones de dirhams (428 millones de euros), según las estadísticas monetarias del BAM.
Más del 90 % de estos créditos están constituidos por la llamada "'mourabaha' (intermediación) inmobiliaria", un producto que sustituye a la hipoteca tradicional y que consiste en que el banco compra la vivienda y la revende luego al cliente con un margen de beneficio fijo. El cliente va pagando así, a plazos, la cantidad total, que es la suma del coste del bien inmobiliario más ese margen que añade el banco.
"El problema de los bancos participativos está en el aumento continuo de la demanda, porque los fondos que gestiona solo satisfacen un tercio de la demanda", explicó a Efe Abdeslam Balaji, presidente de la Asociación Marroquí de Finanzas Islámicas.
Balaji subrayó que esta banca logró en el primer año de su actividad acaparar el 10 % del mercado de financiación inmobiliaria, pero la falta de depósitos y la crisis sanitaria del coronavirus perturbó su auge.
Esta falta de liquidez tiene que ver también con los clientes: muchos piden préstamos pero pocos se animan a abrir una cuenta en estos bancos o domiciliar su salario allí ante la falta de incentivos, los altos costes y su poca implantación geográfica, según varios testimonios recogidos por EFE.
Es el caso de una pareja de Rabat, que compró un terreno a través de la "mourabaha" con el banco participativo Assafa, pero sigue manteniendo su cuenta abierta en otro banco convencional.
"Hemos comprado el terreno mediante la 'mourabaha' para evitar la usura y tener la conciencia tranquila, pero abrir una cuenta en Assafa no nos resulta práctico. En el Chaabi (Banco Popular) donde tenemos la cuenta abierta, encuentras agencias por todas partes", explica la esposa a Efe.
Los bancos islámicos tienen 166 sucursales en todo el país, mientras que las de los tradicionales superan las 6.300 oficinas.
Para refinanciar sus actividades los bancos participativos de Marruecos se basan principalmente en sus fondos propios o en aportaciones realizadas por los bancos tradicionales a los islámicos mediante la fórmula "wakala bil istitmar" (contrato de inversión), a cambio de un reparto de beneficios o a través de préstamos sin interés.
En Marruecos hay cinco bancos participativos (frutos de una asociación entre un banco local y una entidad líder en banca islámica, presentes en países como Catar o Malasia), además de tres llamadas ventanas bancarias abiertas en el seno de bancos marroquíes. Estos bancos solo ofrecen ahora la "mourabaha" para comprarse una casa, un coche o para financiar la adquisición de equipos profesionales.
Para completar su ecosistema, las autoridades monetarias marroquíes lanzaron -con el visto bueno del Consejo Superior de Ulemas- los "sukuk" o bonos islámicos y acaban de entregar el mes pasado tres licencias para el seguro islámico "takaful".
El gobernador del banco central también se mostró favorable a la concentración bancaria con la fusión de algunas de estas entidades y la ampliación de capital como soluciones que pueden relanzar los fondos de los bancos participativos.
Balaji cree que estas soluciones ayudarán a relanzar la actividad de estos bancos pero insiste en la necesidad de diversidad su actividad para incluir otros productos como la "mucharaka" y "mudaraba" (que convierten al cliente en asociado de una empresa), "salam" (contrato de venta con pago diferido) o "istisna" (contrato de fabricación).
"Los bancos islámicos deben mejorar también su política comunicativa y comercial para poder competir con los bancos tradicionales que tienen casi cien años de presencia en el país", concluye el experto marroquí.
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