El presidente de la Ciudad compareció ayer para hacer balance de un Gobierno que se sostiene en una concepción política de objetivos muy claros y que se apoya en una lluvia de cifras, encaminadas a probar que cuanto afirma es tal cual dice.
El Gobierno Imbroda, como todos los que se prolongan más de dos mandatos electorales, corre el riesgo de aislarse, de rodearse y nutrirse a su vez de una clac que lo separe y termine distanciándolo de la realidad.
En el caso que comentamos, el Ejecutivo se basa en un presidencialismo decisorio que marca toda su pauta, su ritmo y energía, y hasta su más pequeña impronta, lo que a su vez implica riesgos pero también un enorme capital si, como es el caso, su líder es capaz de cosechar victorias sin parangón en la historia democrática de la Melilla actual.
El balance del Gobierno Imbroda se basa sobre todo en una política que pretende combinar la atención social a la ciudadanía con el crecimiento propio de la ciudad. En gran medida se ha conseguido, pero los restos siempre son muchos y los objetivos en el mismo sentido aún dejan mucho margen para seguir cubriéndose. El PP haría bien en tenerlo presente si aspira a que los resultados que la augura la encuesta de Sigma Dos para ‘El Mundo’ lleguen a convertirse en realidad en mayo del año que viene.
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