De unos años a esta parte estamos asistiendo a un fenómeno único en los países europeos de nuestro entorno: el descenso progresivo del nivel académico de nuestros estudiantes. Lo último ha sido eliminar la nota numérica en la ESO y el hecho de que se pueda a pasar de curso sin límite de suspensos.
La idea del Gobierno es disminuir todo lo posible los altos datos de abandono escolar temprano y la repetición que se produce en nuestro país, aproximadamente un 9% frente a la media de la OCDE que es del 1,9%.
Y si bien el objetivo es el acertado por eso de poner freno a la huida del sistema que se produce entre los estudiantes españoles, los métodos no lo son tanto. Bajar el nivel hasta ponerlo por debajo del suelo no se antoja como el mejor sistema, teniéndose en cuenta, además, la sociedad altamente competitiva en la que tendrán que desarrollarse estos alumnos y las exigencias que marca, cada vez más, el mercado laboral.
No se trata tampoco de ser inflexibles y duros como rocas. Ese tampoco es el camino.
Aquí lo que se está necesitando es una cooperación entre la escuela y las familias que promueva el esfuerzo como un valor imprescindible en nuestros jóvenes, que premie la formación como una garantía de cara al futuro y que eduque en la igualdad de oportunidades reconociendo la excelencia.
Eliminar asignaturas tan importantes como la Filosofía, que forma mentes independientes y pensantes, pasar de curso con la mochila llena de suspensos y no saber siquiera si has podido llegar a una nota mínimamente aceptable, es como decirle a los estudiantes que el valor del esfuerzo es una tontería y que no se preocupen, que la vida no hay que ganársela día a día.
Porque si se siguen bajando los niveles en nuestra educación nos encontraremos, por ejemplo, jueces con dolorosas faltas de ortografía en las sentencias, médicos incapaces de explicar un diagnóstico o arquitectos que desconozcan la estructura de edificios eternos como el Partenón o el Coliseo.
Craso error está cometiendo el Gobierno con estas iniciativas porque en materias como la educación, el largo plazo es importante. Su obligación sería poner bases para formar ciudadanos responsables, que desarrollen las competencias necesarias para tener mañana un puesto de trabajo y que dispongan de herramientas para discernir por ellos mismos. Y no, como hace ahora, poner parches para mejorar datos en la OCDE.
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