Este martes se celebró el Día Mundial del Autismo, un trastorno que, aún a día de hoy y pese a los repetidos esfuerzos realizados por los familiares de estas personas, continúa siendo en cierta forma invisible para la sociedad.
Su prevalencia en España puede parecer, más bien, baja, ya que sólo se da en una de cada 100 personas, pero no lo es tanto, ya que ello significa que, solamente en nuestro país, hay alrededor de 470.000. Según esa regla de tres, en Melilla podría haber unas 800 con lo que se conoce como trastorno del espectro autista o TEA.
Habitualmente, estas personas muestran problemas para la comunicación y para la interacción social, que son cuestiones que condicionan sus vidas y las de sus familiares.
En Melilla se quiso dar una buena visibilidad a este asunto y se organizaron dos concentraciones. En una estuvo Autismo Melilla, una asociación que, desde 2008, ha pasado de atender a 120 personas a 400. En su manifiesto, pidieron medidas que garanticen la equidad de los servicios que se necesitan, y también algo que se considera cada vez más importante como son el diagnóstico y la atención tempranas.
Como bien dijeron, es imprescindible lograr una mayor inclusión de estas personas en la sociedad, que es una cosa que todavía, al menos en España, estamos lejos de lograr. Un dato alarmante es que nueve de cada diez personas autistas están desempleadas. Ello, evidentemente, dificulta en gran manera su adaptación social. Por si fuera poco, en el colegio estos niños suelen sufrir discriminación o acoso hasta en el 80 por ciento de los casos, según las estadísticas que se manejan.
Por lo tanto, como bien apuntó Teama en la otra concentración, es preciso seguir trabajando para derribar barreras y que la sociedad sepa reconocer la singularidad de estas personas, pero tratándolas como a cualquier otra. Tampoco es esta una asociación nueva, pues ya lleva diez años instalada en Melilla. La existencia de ambas da cuenta de que no se trata de un problema reciente por mucho que haya gente que se quiera tapar los ojos.
De lo que se trata, en fin, es de crear entornos lo más inclusivos posibles que permitan a estos individuos desarrollar todo su potencial, que en algunas ocasiones es alto, pero para ello hace falta una voluntad firme tanto por parte de los políticos como de la sociedad. Hay que conseguir que tengan un mayor acceso a la educación y al mundo laboral, así como al diagnóstico sanitario.
Y tampoco hay que olvidarse de sus familiares, que son quienes los acompañan a diario, y es necesario proporcionarles toda la ayuda que sea posible.