Avelino Gutiérrez, un melillense más aunque naciera en Toro

Perpetuo Avelino Gutiérrez (más conocido como Avelino Gutiérrez) nació en Villardondiego, en la provincia de Toro (Zamora), en 1949. Además de ser conocida por su buen vino, Toro fue, en 1505, el lugar de reunión de las Cortes tras la muerte de Isabel la Católica. Allí se llevó a cabo también la batalla de Toro, que supuso la anexión del Reino de Portugal a la Corona de Castilla.

Muy pronto, en cualquier caso, Avelino se marchó a vivir con sus padres a Madrid, donde entró en la Escuela de Periodismo. Ello le permitió ingresar en la antigua Prensa y Radio del Movimiento y, en 1967, fue destinado a Melilla. Antes había estado colaborando en El Correo de Zamora y en otros medios de comunicación.

Cuando llegó a la ciudad autónoma, como redactor en El Telegrama, se encontró “una ciudad muy antigua, muy lejos de lo que había en la península”. Una ciudad donde, cuenta, apenas había discotecas, la diversión estaba muy ligada al ambiente familiar y había mucha diferencia entre clases, con gente que podía ir a La Hípica, el Casino Militar y el Club Marítimo y gente a la que no se permitía hacerlo.

Avelino vivió, en primera instancia, en la calle Cánovas, en el barrio del Carmen, muy cerca del periódico, que se encontraba donde hoy en día está el Teatro Kursaal-Fernando Arrabal. Allí vivió hasta que se casó, en 1973.

Aprovechando su faceta de periodista, Avelino se metió de lleno en la escena musical, con programas en Radio Melilla donde presentaba las novedades y con la creación del primer club para jóvenes, llamado Club 21, en el Tesorillo, donde contribuyó a la creación de grupos musicales como Los Débiles. También montaba actividades los fines de semana, especialmente los domingos, con festivales casi permanentes en el cine Avenida.

En esos momentos, Avelino afirma que la diversión típica para los jóvenes “prácticamente era nula”. Él sólo puede hacer memoria del Club de Juventud, donde los jóvenes se reunían a bailar y a escuchar música. “Melilla estaba muy lejos de lo que era el ambiente normal de una ciudad española de sus características, anota.

Compaginó su trabajo en El Telegrama con la corresponsalía en la agencia Efe o El País. Cuando cerró el periódico, en 1984, se puso al frente de la edición que para Melilla publicaba el diario Sur. Allí estuvo hasta 2002, por lo cual allí vivió lo que sucedió en los años 1985 y 1986, cuando la entrada en vigor de la ley de extranjería que motivó el problema del colectivo musulmán en la ciudad colocó a la ciudad, durante algunos meses, como “el foco mundial de la información”. “Todas las grandes cadenas de televisión y los grandes rotativos nacionales e internacionales sacaron a Melilla”, recuerda.

También fue presidente de la Asociación de la Prensa de Melilla, que refundó en 1985, hasta 1993. Ese año creó la Asociación de la Prensa Deportiva en la ciudad, cuya presidencia abandonó el pasado mes de mayo al no querer presentarse a la reelección. Igualmente, colaboró con la Ciudad Autónoma como inspector y gestor de Turismo.

Con la perspectiva que le da el hecho de haber vivido casi 60 años en la ciudad, Avelino asegura que la ve “totalmente distinta” a cuando él llegó. Comenzando por la fisonomía, ya que “Melilla era una ciudad donde prácticamente no se construía y, desde hace unos 20 años, se ha construido muchísimo, condicionado, lógicamente, a las limitaciones territoriales de sus 12 kilómetros cuadrados”. En su opinión, otro momento clave fue la apertura del centro asociado de la UNED, que permitió a los jóvenes estudiar unas carreras unas carreras universitarias para las que, hasta entonces, debían irse fuera.

Después de todo este tiempo aquí, él ya se considera un melillense más a pesar de no haber nacido en la ciudad. Por mor de su profesión, se ha “pateado todos los barrios de la ciudad”, con sus fiestas y verbenas incluidas. Poca gente conoce la ciudad como él, ya que, además de esto, sus presidencias de la Asociación de la Prensa y de la Asociación de la Prensa Deportiva lo han obligado a estar en permanente contacto con los clubes y las federaciones.

En cuanto a los barrios, con los que, si no diaria, sí ha tenido una relación cotidiana, Avelino considera que, salvo excepciones, han tenido “una escasísima remodelación desde hace 50 años”. Desde la experiencia que le da su vida en Colón, donde se instaló tras casarse, certifica que al barrio de Cabrerizas ha sufrido muy pocas transformaciones. Entre los barrios adonde sí ha llegado la urbanización, cita el Real, con “una sensación de modernidad que antes no existía”.

Pese a todo, si tiene que elegir, se queda con la Melilla de ahora. Antes, afirma, la ciudad estaba “muy constreñida” y había gente que no había salido de ella hasta el viaje de estudios o incluso hasta el momento de su boda. En todo caso, “como ahora, Melilla era entonces la gran desconocida y la gran olvidada de España”, dice, y argumenta que, aunque las comunicaciones sean mejores ahora que hace 50 años, “es muy difícil conseguir que venga gente”.

Una reflexión sobre los medios de comunicación

Hoy día Avelino ve “fatal” la situación de la prensa local si se tiene en cuenta que tradicionalmente “Melilla ha sido una abanderada en lo que a medios de comunicación locales se refiere”. Por ejemplo, cuenta que, cuando se creó El Telegrama del Rif –luego El Telegrama de Melilla-, en el año 1902, “Melilla era un hervidero de noticias”. Pero no hay que remontarse a tanto tiempo atrás, ya que, hace 10 años, había, según sus cálculos, el doble de medios de comunicación que ahora.

En este sentido, recomienda “una regulación total y absoluta” de los medios de comunicación en la ciudad. Y no habla de instalaciones, sino de que “los periodistas sean periodistas, los colaboradores sean colaboradores y los directivos sean directivos”, porque, si no, “cuando se mete todo en una olla y sale un batiburrillo, encontramos lo que hay actualmente”.