Opinión

La autoestima dañada de Rusia en detrimento de Estados Unidos

Con anterioridad a la guerra de Ucrania, la Federación de Rusia amplificaba sus mañas de espionaje en la Unión Europea (UE) y Estados Unidos. Luego, el Kremlin sabe a las mil maravillas que el espionaje es la mejor alternativa para contrarrestar y neutralizar la proyección de Occidente.

Y es que, los confidentes rusos a modo de espías han estado presentes a lo largo de las coyunturas que han priorizado los intereses de Rusia. A nivel general, podría sintetizarse que el espionaje se identifica como la acción encubierta de obtener cualquier tipo de información estratégica acerca de las capacidades defensivas y ofensivas del contendiente. Si bien, no queda al margen el modus operandi en la que los agentes rusos pretenden interferir contra todo pronóstico en las sociedades, como de algunas evidencias específicas de espionaje en otros territorios.

A pesar de que existió una etapa de conexiones más fluidas, la integración de estados del antiguo bloque del Este en la Unión y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), la ocupación de Crimea (20/II/2014) y la invasión de Ucrania (24/II/2022) han erosionado los lazos con sanciones, agresiones sociopolíticas e incluso amenazas nucleares. Ni que decir tiene, que el mundo ha evolucionado a un orden multipolar con potencias como la República Popular China, desplegando señorío. No obstante, la apariencia rusa de que el Viejo Continente y parte del planeta siguen estando doblegados a Estados Unidos, no ha variado. Y de cara a este discurso, la posición rusa se ha adecuado en sus reservas energéticas y la red de gaseoductos y oleoductos.

De esta manera, el potencial de procurar recursos y adquirir influencia de negociación es inmensa.

A su vez, los rusos conciben que el espionaje y la ganancia de información de sus contrincantes es primordial para contrapesar la intimidación de Occidente. Para ello, robustecen la contrainteligencia y se interesan por conservar los secretos estatales preservados. Con lo cual, no cabe duda de que Rusia desenvuelve la conceptuación de ‘seguridad informativa’ y mantiene la disputa para socavar el tono a Estados Unidos en la pugna de la información.

De ahí, que las aspiraciones políticas, económicas y militares de Rusia demandan de una extrema atención a sus adversarios, por lo que el entresijo de espías coligados al Kremlin ha sido incuestionable en lo continuado de la historia. El espionaje ruso se ha concentrado en los estados occidentales, como al mismo tiempo en las demarcaciones correspondientes a la situación postsoviética y a la órbita de influencia de Rusia, por cierto, cada vez más escindida.

Dentro de las redes de espionaje rusas, se constatan espías que aparentan ser diplomáticos o agentes ilegales, como ciudadanos anónimos que poseen el resquicio de aproximarse a círculos de poder desempeñando el papel de lobbies o hasta asesinos a sueldo del Kremlin para llevar a término encomiendas llegadas desde Moscú.

Otro de los ejercicios definidos por los espías forma parte de entrar en contacto con las parcelas más sensibles de la sociedad. Este último matiz se ha desenmascarado por medio de inmigrantes en situación irregular o individuos en exclusión social en circunscripciones que son de interés para los servicios de inteligencia ruso, o claramente por medio de refugiados en aquellos sectores adyacentes a los conflictos. El capital que recogen a cambio de conseguir cualquier pesquisa e inducir a factores desestabilizadores, es un acceso de supervivencia y, a su vez, una ayuda a los intereses del Kremlin.

“La guerra de Ucrania y Rusia no sólo se libra en el campo de batalla, sino igualmente en el relato que hacen los gobiernos y en la cobertura que incurre en los medios de comunicación, donde las tecnologías emergentes y la inteligencia internacional juegan sus cartas”

Otra de las fórmulas de captación más frecuentes de sectores vulnerables se produce en las redes sociales y los mensajes instantáneos. Una vez más, su punto más caliente son ciudadanos en estrecheces económicas que por medio de sus movimientos, o de las coordenadas de sus puntos de atracción y el contenido multimedia que persiguen, forman un componente informativo útil para las agencias de inteligencia rusas.

En este momento, los mayores desafíos de los espías en Occidente son amilanar la unidad con sus aliados y emprender manifestaciones que minen, a la vez que completen sus propósitos. Entre algunas de estas disyuntivas se haya el impulso de secesionismos, incitar a reproches contra la remesa de ayuda a Ucrania, avalar el aumento de iniciativas políticas que salpiquen el tablero geopolítico, la interposición en campañas electorales o la exclusión de actores que son o han sido rivales de Rusia.

Internamente de la inteligencia exterior rusa nos topamos con el Servicio de Inteligencia Exterior (SVR), la Comisión para Asuntos Militares e Industriales del Gobierno de la Federación y la Dirección Principal de Inteligencia. Amén, que con relación a los instrumentos de control, Vladímir Putin (1952-70 años) encamina el proceder de los servicios y resuelve sobre su plasmación o aniquilación. Por otra parte, el parlamento ruso sanciona la legislación formulada, el gobierno sistematiza el funcionamiento de los servicios en atención a las directrices del presidente, al igual que el Consejo de Seguridad ostenta competencias en materia de coordinación.

De igual manera se advierten destellos de espionaje derivados de organismos de seguridad interna como el Servicio Federal de Seguridad (FSB), el Ministerio de Asuntos Internos (MVD), el Servicio Federal de Protección (FSO) o el Servicio Federal de Guardias de Fronteras (FPS). Pero la Rusia del siglo XXI ha dispuesto las destrezas de espionaje de las épocas de la Unión Soviética. Sin ir más lejos, Putin fue en su momento agente de la Agencia de Inteligencia y de la agencia principal de policía secreta (KGB), trabajando como espía en Dresde (Alemania).

Inexcusablemente, la República Federal de Alemania es por antonomasia uno de los marcos de espionaje contra Occidente, ya que no simplemente lidera la UE, sino que es el reflector principal de representación del desmoronamiento del espacio soviético y la Rusia inexpugnable que tuvo que rehacer su identidad en la década de los 90.

Ya, en 2015, un grupo de ciberdelincuentes rusos abordaron el Bundestag o Parlamento Federal, mientras que en 2022 se produjo un sabotaje en los servicios básicos ferroviarios que colapsó el sistema, tras cortarse cableados en sitios explícitos de la red, igualmente asignado a intrusiones rusas. De hecho, tras el comienzo de la invasión de Ucrania y el vaivén en el paradigma de la política exterior alemana, se llegaron a apartar hasta cuarenta diplomáticos rusos con la inculpación de espías.

Hay que destacar al respecto el caso de Vadim Krasikov, procesado por la justicia alemana por el crimen de Tornike Khangoshvili, rebelde checheno de procedencia georgiana en pleno centro de Berlín en 2019. Aparte de este delito, el Tribunal Supremo de Berlín confirmó que Krasikov era un espía del FSB, agencia de inteligencia nacional rusa. La fiscalía recapituló que dicho atentado se había promovido por orden directa de Moscú.

Por lo demás, el excombatiente desapareció de Georgia tras sobrevivir a una conspiración en su contra y se escondió en Berlín, sin éxito en su petición de asilo político, habiendo informado de su pasado en la insurgencia chechena. Putin lo consideró literalmente ‘un bandido y asesino’ por sus prácticas contrarias a Rusia. En paralelo, la revista ‘Dere Spiegel’ mostró el auténtico nombre del espía tras divulgarse el nombre de Vadim Sokolov. Al igual que se aportó información sobre su recalada en Alemania y el conocimiento de estos antecedentes por medio de una orden internacional de detención que Rusia más tarde revocó. Posteriormente, se le juzgó en 2020 y fue condenado a cadena perpetua tras estar en prisión permanente desde su captura, mientras que Moscú desmintió cualquier vínculo con lo sucedido.

En cambio, echando un vistazo a Estados Unidos, uno de los incidentes de espionaje más patentes corresponde al de los Guryev. Me refiero a una familia de espías que residían en Montclair, municipio ubicado en el condado de Essex en el estado estadounidense de Nueva Jersey, en los que se dedicaban a obtener información para la SVR y KGB de acuerdo con fuentes facilitadas por la Oficina Federal de Investigación (FBI). En el año 2010 fueron apresados por el FBI tras una batida y su detención se produjo junto a la de otros ocho espías rusos en Boston, Manhattan, el Norte del estado de Virginia y Yonkers, lo que reabrió un sinfín de titulares parecidos a la Guerra Fría (1947-1991).

Lo cierto es que este grupo supo estar perfectamente enmascarado y en ningún instante levantaron el más mínimo recelo. La operación del FBI y la Agencia Central de Inteligencia (CIA) se fundamentó en escuchas telefónicas hasta obtener el código secreto que manejaban para contactar con Moscú.

Hoy por hoy, el futuro espionaje pasa por la potencialidad de las redes entre Estados Unidos que estratégicamente no se hallan cómodas. Si se despliega un nexo diplomático más fuerte entre países enfrentados, se da un aire de supuesta normalidad en los vínculos que no atañerá con los servicios de inteligencia, a los que se proporciona su trabajo con más recursos para el espionaje.

El entramado de agencias de inteligencia y espías rusos dispone de varias prolongaciones, pero incidiendo en los casos presentes, concurren patrones comunes y objetivos que se ajustan a una sucesión de ideas troncales. Tómese como muestra, las infiltraciones del vivir diario o la capacidad de ejecutar las tareas de un espía llevando un modo de vida peculiar. Cuanto más sea la integración, mayor va a ser la habilidad para llevar a término las actividades. Conjuntamente, es habitual la efectividad de un organismo o similar capaz de encomendar diversos desempeños y con determinaciones que transitan por los aparatos del Kremlin.

Igualmente, es preciso subrayar los cometidos comunes de recopilación de información, como el acercamiento a cúpulas de poder para entremeterse en decisiones habitualmente políticas y la incursión contra enemigos de Rusia que permanecen en los estados en los que tiene lugar el espionaje en sí.

Más adelante, los agentes tanto de seguridad como políticos, deben contar con ideales que se superpongan a los intereses externos, que buscan desafíos y que resultan de actores populistas con enlaces en Moscú. Pero no únicamente en la UE, sino igualmente en Estados Unidos y en la esfera postsoviética.

Llegados a este punto de la disertación, desde la disolución de la Unión Soviética (26/XII/1991), han existido tres presidente en Rusia. Llámese Borís Yeltsin (1931-2007), Dmitri Medvédev (1965-57 años) y Putin. Este último lleva en la gestión desde el año 2000, bien sea como primer ministro o presidente. Además, en el año 2020 dio luz verde a una enmienda constitucional que le autoriza a proseguir en el poder hasta el año 2036. Un proyecto en el que sutilmente se establece como principio general un máximo de dos mandatos de seis años cada uno para el jefe de Estado.

Al hilo de lo anterior es complejo puntualizar con exactitud cuál es el apoyo real a Putin, porque tanto las elecciones como las encuestas no siempre son cristalinas y pueden estar sometidas a manipulación. Contrariamente algunas indagaciones verifican que los respaldos acostumbran a ser elevados, entre el 60 y el 70%. Toda vez, que hay diversos ingredientes que hacen caer la balanza en la popularidad dominante.

Es sabido que el gobierno ruso despliega un fuerte control sobre los medios de comunicación y la sociedad. Por otra parte, la oposición política es prácticamente imaginaria por la contención y las restricciones impuestas. Circunstancias que pueden repercutir en la imagen política y pública. Aunque se tiene la opinión que el apoyo a Putin se debe a la inexistencia de alternativas políticas factibles y a la omisión de un indudable debate político.

Sea como fuere, puede afirmarse que la propaganda rusa fuera de Moscú se mueve del mismo modo que en el interior de la capital: todo está intervenido por el estado y éste proporciona recados alentadores que los líderes de Rusia tienen el control de todas las cuestiones.

En otras palabras: la maquinaria putinista ha cerrado con éxito los medios de comunicación y, a su vez, ha ampliado los medios e ingenios de propaganda durante los últimos años. Amén, que no se sabe a ciencia cierta hasta qué punto un ciudadano ruso lo entiende a la perfección, aunque la comunicación es continua y apenas hay pocas fuentes externas para contrapesarlo.

Hay que tener en cuenta que no es sencillo poner sobre la mesa el apoyo exclusivo de Putin como la calidad de éstos. Claro, que adquiere sentido matizar que los apoyos que pueda obtener, quizás los posea porque se halla en el poder. Es decir, son refuerzos aparentes, pero puede haber un número de personas que en realidad no estén dispuestas a dar la cara por él.

Ahora bien, Rusia tiene un total de 17,1 millones de kilómetros cuadrados y consiguientemente, posee regiones remotas dentro de su territorio. Justamente, estas superficies apartadas es donde Putin ostenta más avales. Eso se debe a la sensación de que el gobierno central de Moscú está distanciado y desligado de los requerimientos e inquietudes de las zonas más aisladas. Y por si fuera poco, en estas comarcas existe una cierta dependencia del gobierno central más significativo en términos de recursos, infraestructura y mano de obra. Hecho que pudiese comportar una lealtad notable en la administración.

Asimismo, no ha de soslayarse que la propaganda estatal y los medios de comunicación intervenidos por el gobierno son demasiado acreditados en los territorios más lejanos. De esta manera, ello podría ayudar a ofrecer un retrato retocado e inequívoco de Putin y su dirección.

De cara a la galería de otros países, estos mensajes son aún más elocuentes, porque los medios televisivos avasallan y los rusos están al tanto de lo que les interesa sobre el régimen que se trama en Ucrania, o a su criterio, la desafortunada vida en Occidente o la incidencia de la OTAN y, como no, los hipotéticos sobresaltos que se encuentran los parlantes rusos en Ucrania.

En la misma línea, en las provincias hay menos tejido asociativo y organizaciones no gubernamentales. Al igual que vuela la sensación de la tesis demográfica, porque la media de edad es de mayores de 55 años, los jóvenes eligen las ciudades y hay que hacer hincapié en que estos últimos son los que se activan más a la causa. Rusia acumula una población envejecida y se pone al corriente mayoritariamente a través de la televisión y, por ella transita una gran cantidad de propaganda. Sin eludir, que la movilización podría haber afectado menos en estas zonas, porque como ya se ha dicho, el conjunto poblacional es más longevo.

Entretanto, podría decirse que mismamente se abre la caja de pandora, porque para muchos de estos jóvenes la única manera de escalar socialmente es alistarse a las fuerzas armadas. Durante los años de Yeltsin y Putin la fisura y la diferencia entre la vida en las grandes ciudades se ha acentuado exponencialmente. En las provincias, prosperar es realmente dificultoso y hay signos que donde la movilización ha sido desmedida, no dan tanto apoyo a la guerra como se hacía en un principio, cuando el conflicto bélico se hace más real.

Rusia tenía calculado apoderarse de Ucrania lo antes posible, pero no resultó como lo había presumido. Esta conflagración sirvió para mostrar sus tentáculos y de lo que es capaz, poniendo de relieve la red de espionaje, la experiencia en lo subterráneo de la información estratégica para darle el enfoque de expansión y aquí vislumbraría su oportunidad, pero tendrá que perfeccionar, o tal vez, revolucionar y restaurar su aparato de espionaje, porque últimamente ha sido sorprendido.

Primero, Bélgica, haría el anuncio de la exclusión de diecisiete diplomáticos rusos que fueron culpados de espionaje y, segundo, los Países Bajos hicieron lo propio con veintiún funcionarios. Ambos gabinetes del exterior convocaron a los embajadores rusos autorizados para ponerle al tanto sobre la decisión tomada, en base a los informes fundados.

“Los rusos conciben que el espionaje y la ganancia de información de sus contrincantes es primordial para contrapesar la intimidación de Occidente. Para ello, robustecen la contrainteligencia y se interesan por conservar los secretos estatales preservados”

Por su parte, tanto Estonia como Letonia y Lituania, apartaron por la misma causa a diez diplomáticos rusos y en la misma sintonía Rusia procedió del mismo modo.

Y por si no quedase aquí la cuestión, el jefe del Comando Norte de Estados Unidos, Glen Vanherck, ha declarado que las piezas de la Dirección Principal de Inteligencia del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Rusia, se valen de México como plataforma puntual, y es aquí donde se encuentra la mayor cantidad de componentes de inteligencia que se afanan para tratar de incurrir lo máximo posible en los Estados Unidos. Ya pueda ser en la vida política, o las deliberaciones estratégicas, los procesos electorales, ataques cibernéticos, y así un largo etcétera.

México es propicio para operaciones de inteligencia, dado el contexto de los movimientos encadenados con el narcotráfico y la delincuencia organizada, así como por el espacio de inseguridad que suscita múltiples probabilidades para ejecutar episodios de espionaje que pueden intrincarse en el desconcierto y asaltar la seguridad interior.

A ello hay que unir, que la inmigración, el tráfico de personas y drogas, forman parte del crimen transnacional organizado, por lo que el desequilibrio en la frontera repunta en oportunidades para agentes rusos y de otros estados.

Hoy, cualesquiera de las acciones de Rusia que percuten contra sus agentes, diplomáticos o periodistas, o todo aquel que se contempla contrario al régimen, acaba siendo envenenado. Y si no, recuérdense las prácticas que se extendieron para liquidar a los traidores o desleales.

A pesar de las certezas en las artimañas rusas contra Ucrania que quebrantan no sólo el derecho natural más básico, los tratados internacionales y las leyes efectivas, Rusia cuenta con apoyo expreso en Latinoamérica que podría parecer únicamente un apunte anecdotario entre otros, pero no lo es, puesto que en atención a la geoestrategia concreta una seria amenaza para la estabilización en la zona por las guerrillas, la corrupción o la trata de personas que podría conllevar la aparición de un incipiente bloque del hemisférico oriental constituido por Venezuela, Brasil, Cuba, Nicaragua, Perú y México.

En consecuencia, la guerra de Ucrania y Rusia no sólo se libra en el campo de batalla, sino igualmente en el relato que hacen los gobiernos y en la cobertura que incurre en los medios de comunicación, donde las tecnologías emergentes y la inteligencia internacional juegan sus cartas.

Y es que, la capacidad del espionaje ruso en Europa se ha visto ampliamente atenuado, tras la expulsión de numerosos agentes y topos y la detención de espías clandestinos que se hacían pasar por civiles, como los casos de Eslovaquia, Bulgaria, Alemania, Países Bajos, Albania, Noruega y Suecia.

Cada día salen a la luz muestras incuestionables de que el SVR y su Agencia de Inteligencia Militar (GRU) tratan agraviadamente de rehacer sus redes de espionaje. Particularmente, con los ojos puestos en el armamento que Occidente consigna como ayuda militar a Ucrania, tratando de recuperar la pérdida de espías basados en embajadas que tienen la misión acuciante de detectar talentos locales para el reclutamiento, o bien, encarrilar activos humanos solapados

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