Categorías: Medio ambiente

Ascenso al Gurugú en bicicleta, un desafío sólo apto para los ciclistas de espíritu aventurero

La escalada al castillo de Basbel o a la torre Kol - La se convierten en la prueba ideal para que veteranos y noveles midan su habilidad y resistencia en la pista.

El ciclismo continúa siendo uno de los deportes favoritos por los melillenses para pasar las horas de verano. Como ya hicimos en otra ocasión en las páginas de ‘El Faro’, proponemos a los amantes de la bicicleta, ya sean veteranos o noveles, alguna que otra ruta para explorar las zonas cercanas de Marruecos pedaleando y descubrir los encantos naturales y culturales de este país en trayectos de no más de tres horas, una excusa perfecta para ponernos en forma y disfrutar al mismo tiempo.

Esta vez planteamos un reto para los más avezados; la subida al Gurugú, un recorrido menos complicado de lo que podría parecer al principio, pero que desanima a muchos al ver la inclinación de las primeras cuestas. Sin embargo, pasado el peor tramo, el camino se convierte en todo un paseo por los senderos boscosos del monte que harán las delicias de los amantes del medio ambiente.

En concreto, son dos puntos del Gurugú los que presentamos hoy; la torre Kol – la y el castillo de Basbel, rutas que comparten la misma trazada durante los primeros once kilómetros y que los más aventajados en la montaña pueden realizar en un mismo día.

El comienzo es el de siempre, pasar el puesto fronterizo de Beni Enzar aprovechando las primeras horas de la mañana, ya que el flujo de vehículos y personas en menor, sin contar con que los rayos de sol pueden hacernos desistir de nuestro empeño si no nos adentramos antes de las 10:00 horas bajo la sombra de los árboles que pueblan el Gurugú.

Pasada la frontera, debemos torcer a la derecha, en dirección a la carretera Melilla – Nador. Recorridos 1,5 kilómetros aproximadamente, cuando el monte esté a nuestra diestra, giramos en esta dirección para encaminarnos a la primera cuesta pasando por varias calles semi asfaltadas.

El comienzo de la subida se reconoce a primera vista, ya que su grado de inclinación puede desanimar al más osado. En este tramo, lo más aconsejable es reducir marchas al mínimo y avanzar con paciencia, ya que al abandonar la zona, las pendientes son mucho menos pronunciadas y disfrutables. Para no desviarnos durante los primeros compases de la etapa, basta con estar atentos a las señales que indican el acceso al parque natural del Gurugú.

Llegados a la zona boscosa, la subida comienza a convertirse en más agradable, para transformarse unos kilómetros más adelante en un ‘paseo’ en comparación a las primeras cuestas. Además, el efecto positivo que surte sobre el ánimo del ciclista es innegable, por lo que lo recomendable durante el inicio del trayecto es apretar bien los dientes, ascender sin prisas y concentrarse en que cuanto más subamos, más accesible se hará la etapa.

Dependiendo de la época del año, no es de extrañar que comencemos a encontrar monos en las primera zonas frondosas, siempre observandonos silenciosos desde las cornisas escarpadas y los árboles que flanquean la carretera. En verano, suelen dejarse ver a primera hora de la mañana. Acostumbrados en gran parte a la presencia humana, no suelen ocasionar problemas a los ciclistas, aunque algún que otro se atreve a saltar a la carretera buscando que le demos algo de comida.

Conforme progresemos, podemos ver a nuestra siniestra el tristemente célebre Barranco del Lobo, donde cientos de jóvenes españoles encontraron la muerte en el año 1909. Conscientes del episodio histórico que se vivió en aquella hondonada hace más de un siglo, continuamos nuestro camino.

Llegamos así a un cruce en el que debemos elegir que camino tomamos; en dirección al castillo o a la torre. Éste es un buen momento para bajar de la bicicleta un rato y recuperar fuerzas hidratándonos y tomando algún alimento energético para reducir el desgaste físico.

Si nos decantamos por el recinto fortificado de Basbel nos espera un tramo duro pero que merece la pena; unos cuatro kilómetros de intensa subida en los que pasamos de 602 metros de altura a 789, claro ejemplo de que las pendientes se convierten en inclementes durante la recta final. 

Desde este punto, uno de los melillenses más aficionados a este deporte, Ricardo Ruiz, que posee una amplia información sobre el tema en su blog - http://ricardoruizvarea.wordpress.com -  nos recomienda un añadido; la subida de la pista de los monos por el Zoco El Had, consistente en unos tres kilómetros de pista que nos llevarán a lo más espeso del bosque para luego volver a la carretera de bajada.

Camino al Kol – La

Si hemos elegido esta ruta, hay que destacar que el camino es perfectamente transitable, pero debemos estar atentos a las grietas y piedras que lo pueblan para no tener un percance. Para iniciarnos, hay que llegar hasta el cruce de carretera que lleva a Seganga y seguir hasta el Morabo a través de un ligero descenso que agradecerán  nuestras piernas. Sin embargo, el descanso dura poco, ya que la escalada hacia la torre es inminente. Los primeros metros ofrecen una visión de camino desgastado y peligroso, pero sólo durante el principio, ya que luego la calidad de la pista mejora.

La subida se convierte en un trayecto solitario, pues son pocos los que se aventuran por aquí. Como añadido a nuestra expedición, podemos desviarnos a mitad de camino para visitar un antiguo campamento militar español, el de Hardú, en el que se identifican con facilidad la Plaza de Armas o el polvorín.

Últimos metros, último esfuerzo, dificultado por la presencia de arena de río en la pista, que es el material que se utilizó para su construcción. Sin embargo, la recompensa está cerca y merece la pena alcanzarla, porque nos permite deleitarnos con unas maravillosas vistas desde la impertérrita torre, un lienzo de 360 grados en el que podemos ver la Mar Chica, Melilla, Nador y los montes de Afra.

El descenso, con precaución

Sea cual fuere el camino que hemos elegido, el descenso hay que hacerlo con precaución. Los que han subido saben mejor que nadie que las pendientes son pronunciadas en muchos tramos y es fácil coger velocidad en unos metros, a lo cual se suman zonas de gravilla y otros materiales que hacen imposible una frenada ‘in extremis’ y facilitan que ambas ruedas patinen.

El esfuerzo está hecho, por lo que la bajada debe tomarse como una parte de la recompensa, siempre con la manos preparadas sobre los frenos y vigilando ambos lados de la carretera para tener controlados los vehículos que suben y los barrancos que circundamos.

Resultado; una tres horas de camino – dependiendo de los añadidos que decidamos recorrer – que nos llevarán a través de hermosas rutas rebosantes de interés histórico y riqueza natural. Para los más temerosos al calor, hay que reseñar que lo recomendable es iniciar la etapa al amanecer, para que los rayos del sol más inclementes no nos pillen al descubierto. El esfuerzo está asegurado, pero merece la pena.

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