Una investigación hace importantes descubrimientos sobre la Iglesia del Pueblo

Un artículo sobre la iglesia de Melilla publicado recientemente en la prestigiosa revista académica italiana Archistor, ha colocado en su debido sitio la importancia histórica de dicha edificación y oxigenado el fuego del orgullo en torno a la riqueza del patrimonio de la Ciudad Autónoma.

El texto lo firman los investigadores Antonio Bravo Nieto y Sergio Ramírez, y se adentra en el proceso constructivo de un templo de indiscutible relevancia en el campo de la arquitectura española.

Los autores establecen que la iglesia melillense es una llamativa muestra del manierismo renacentista en tierras norteafricanas, en cuya erección estuvieron involucrados el soberano Felipe II y su ingeniero mayor, Gian Giacomo Palearo Fratino.

Llegados a este punto, vale aclarar que la revista consideró que el trabajo arroja luz sobre Fratino, uno de los autores italianos más relevantes del XVI, quien proyectó en Melilla la única iglesia de su notable carrera como ingeniero militar.

Ciertamente, no son muchas las localidades que pueden presumir de un edificio promovido por deseo expreso del rey y llevado adelante por su ingeniero mayor, elemento éste que da fe de la importancia de la ciudad para la monarquía española del siglo XVI.

Previo a esta investigación, se pensaba que la iglesia de Melilla pertenecía a la época barroca, pero se demostró que su construcción databa de antes. Es entonces que aflora un detalle capital: en España hay centenares de iglesias del barroco, pero son muchas menos las del periodo manierista.

Lo que sigue es un extracto del artículo aparecido en Archistor.

“Una arquitectura manierista inédita de Gian Giacomo Palearo Fratino. La iglesia de la Purísima Concepción de Melilla (1579-1608)”

En el transcurso de las siguientes líneas intentaremos explicar el proceso constructivo de una iglesia en la ciudad norteafricana de Melilla, cuya traza manierista asume un fuerte arraigo artístico italiano. Analizaremos las razones por las que se construye y los principales responsables de su fábrica, entre los que destaca, como autor del proyecto, el ingeniero italiano Gian Giacomo Palearo Fratino.

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Si este monarca (Felipe II) contó con el arquitecto Juan de Herrera para trazar su “ciudad ideal” religiosa en El Escorial, también eligió al Fratín para levantar algunas de las principales fortalezas que sustentaron la implantación universal de su imperio.

Melilla, como pieza norteafricana de esta potencia, no contaría durante la mayor parte del siglo XVI con una iglesia acorde a sus características. El primer templo que se construyó fue un edificio que hubo que demoler pronto debido a cuestiones relacionadas con la defensa, lo que provocó el uso provisional como iglesia parroquial de la ermita de San Miguel, durante buena parte de la centuria. Sin embargo, su reducido tamaño no resultaba adecuado para cubrir el servicio religioso principal de la ciudad, de ahí que fueran constantes las peticiones encaminadas a solicitar la erección de otra iglesia nueva, sobre todo después del terremoto de 1578. Dicho proyecto arrancó con la realización de su traza en 1579, si bien las obras se dilataron ampliamente en el tiempo y no comenzaron hasta 1598, quedando finalizada en los primeros años del siglo XVII.

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(…)la principal particularidad de la nueva iglesia es su estrecha vinculación con los modelos de la arquitectura italiana del Renacimiento tardío. Algo que, en un primer acercamiento, pudiera parecer sorprendente al aplicarlo a una ciudad situada en el norte de África y alejada de los principales centros creativos de España o Italia.

Aun así, no conviene perder de vista que Melilla, por su situación estratégica, recibirá a lo largo de todo el siglo XVI la visita de importantes ingenieros y personalidades de origen italiano. Entre 1525 y 1535, en época del emperador Carlos V, encontramos trazando proyectos en esta ciudad a Gabriel Tadino de Martinengo y a Micer Benedito de Rávena. Más adelante, en los años que corren entre 1574 y 1580, serán varios los ingenieros que aparecen implicados bajo el auspicio de Felipe II, bien diseñando o supervisando los trabajos de las fortificaciones, bien visitándolas para informar sobre su viabilidad como ciudad amurallada. En noviembre de 1574 el príncipe Vespasiano Gonzaga y Jacome Fratín visitan Melilla de cara a elaborar un informe sobre su estado y defensas.

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La obra de la iglesia fue financiada fundamentalmente mediante el presupuesto real y con aportaciones procedentes de diferentes impuestos. Por ejemplo, el 2 de diciembre de 1581 se dictaron varias condenas, en virtud de las cuales se obligaba a diferentes personas de Melilla a sufragar multas con destino a la edificación de la iglesia. Años después, en 1588, el gobernador remite varias cartas a la corte, donde confirmaba que lo recaudado con el importe de las llamadas “penas de cámara” iba destinado a la erección del referido inmueble.

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Podemos concluir este largo proceso señalando que con el proyecto de Jacome Fratín, la dirección de obras de Gregorio de Arano y el impulso final de Pedro de Heredia la iglesia de Melilla pudo ser finalmente rematada.

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La actual iglesia de la Purísima Concepción de Melilla no dista mucho de la primitiva de San Miguel diseñada por Jacome Fratín en lo que a superficie y composición se refiere, más allá de las reformas, ampliaciones y remodelaciones estéticas a las que se viera sometida, tanto en la segunda mitad del siglo XVII como, principalmente, a mediados del siglo XVIII. Es decir, que ha permanecido su estructura interna fundamentada en el esquema basilical de tres naves perpendiculares, separadas mediante arcadas de medio punto sobre columnas pétreas y capilla mayor en el ábside. Un rectángulo, sin transepto ni crucero, alterado con ampliaciones posteriores en la zona de la cabecera con el camarín de la Virgen de la Victoria, y en los laterales de la epístola y del evangelio con otras capillas coronadas con cúpulas que distorsionaban la planta original. A estos cambios habría que añadir la ampliación de la altura y la compostura de nuevas bóvedas, junto a las decoraciones superficiales en yeserías propias del barroco. En definitiva, una planta de enorme tradición en la Europa occidental, tanto en Italia como en España, adscrita en la mayoría de las ocasiones a una cronología siempre anterior al siglo XVII.

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La idea de reino universal que asumió España en el siglo XVI, puede explicarnos que el propio monarca Felipe II llegara a ocuparse personalmente de muchos de los proyectos que debían ejecutarse en sus amplios dominios. Melilla formó parte de ellos y, por esta razón, el monarca ordena la construcción de una iglesia para esta ciudad y designa para ello a su ingeniero principal, Jacome Fratín.

Trazada en 1579, su construcción se iba a dilatar largamente en el tiempo, las obras no comenzaron hasta 1598, siendo su maestro mayor Gregorio de Arano, y el gobernador Pedro de Heredia quien finalmente la remata.

Con posterioridad, durante los siglos XVII y XVIII, se producen importantes modificaciones en el edificio, sobre todo ampliación de capillas, abertura de camarines y elevación general de la altura del edificio, si bien persiste casi al completo la primera iglesia, perfectamente identificable en su portada y en la planta donde destacan sus columnas y arcadas. Además, estos elementos se encuentran estrechamente vinculados con algunos modelos de la tratadística italiana del siglo XVI, caso de los libros de Vignola y Serlio, destacando la convicción de que la belleza debe basarse en la adecuada aplicación de proporciones matemáticas, con fundamento en la utilización de módulos y de la divina proporción.

Este trabajo, basado en el análisis de archivo y en el estudio del monumento, nos ha permitido documentar una iglesia del Renacimiento tardío que debe su traza a uno de los ingenieros italianos más prestigiosos del siglo XVI, Jacome Fratín.