Fue el 9 de febrero de 2009 cuando las primeras autoridades de la autonomía procedieron a colocar la primera piedra de la recuperación del Nacional para convertirse en el Gran Teatro Kursaal Nacional. Dijeron que iban a invertir seis millones de euros y que iban a tardar unos dos años en la idea. Plazos y presupuestos clavados. A finales de febrero –hombre, nos hemos retrasado dos semanas, tampoco hay que exagerar– el gran enclave de la cultura, abrirá sus puertas poniéndose a disposición de Melilla y de sus artistas.
Dos años aproximados de ejecución de una de las obras más importantes del Gobierno de la Ciudad Autónoma; “para mí la más importante”, apostilla Rafael Marín.
Una demanda histórica, la grandeza de lo que fue, la serenidad con la que llevó su historia, el trabajo y el empeño, el pasado y el futuro se unen en el Kursaal Nacional.
Queda muy poco para que nos pongan en las manos un tesoro y abran las puertas del monumental teatro con el que Melilla contará a partir de mediados de marzo. No contamos con fotos del interior porque el Gobierno de la Ciudad quiere mantener el secreto hasta el día de la inauguración, pero lo hemos visto y lo hemos admirado. Gracias, Antonio Jódar.
Estamos ante un edificio nuevo, hecho entero, parecido a como era. Es obvio, nos dice un orgulloso consejero de Fomento, que no se iba a construir un teatro con aspecto de otro siglo, es por ello que nos encontramos una infraestructura moderna, que cumple con todas las normas de accesibilidad y está engalanada por guiños a la historia y fisonomía del Kursaal Nacional de hace muchos años.
Ochocientas y algo personas ocuparán las tres plateas que rodean un espacio escénico de siete plantas; sí, siete plantas en las que se reparten camerinos, zonas de maquinaria, lavandería, peluquería, maquillaje… ya, a ras de escenario tenemos los camerinos de cambios rápidos. Se ha pensado en todo, en todo lo que usted, espectador melillense, pueda imaginar.
Unas paredes recubiertas de madera, de la que emerge una luz íntima y calida, abrazan un patio de butacas color vino, como las de entonces, como las del cine… unas butacas que también visten el anfiteatro desde donde se puede uno asombrar dejándose llevar por la majestuosidad de un espacio que aún está en obras, aunque le queda poco.
El Kursaal será también un espacio multifuncional, es decir no sólo se representará teatro, sino conciertos, galas e incluso proyecciones cinematográficas. También cuenta el edificio con una sala de ensayo.
Sin embargo, la fachada seguirá con el estilo y aspecto de entonces. Se han preocupado mucho de que el Kursaal Nacional de antes se parezca al de ahora. La balaustrada de la zona superior es la misma así como otros detalles del interior, por ejemplo la reja del “ambigú”.
Es muy fácil imaginarse al público de Melilla acudiendo al Kursaal, casi inevitable oír aplausos y risas en el patio de butacas, incluso permítan que se me encoja el corazón cuando atravieso camerinos aun por hacer y recuerdo la voz alzada de Cesar Jiménez, la maestría de Jesús Arrarás y el teatro con mayúsculas de su hijo César. Los tres se han hecho un agujerito en el techo para asomarse desde el cielo.
Señoras y señores, ocupen sus localidades, apaguen sus teléfonos móviles, la representación va a comenzar: Arriba el telón, bienvenidos al Kursaal.
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