El Pleno de la Asamblea sacó adelante ayer la licitación para proceder a la rehabilitación del antiguo edificio de Correos cuyo destino, como todo el mundo sabe, será servir como sede del campus universitario de Granada en Melilla, algo con lo que no está muy de acuerdo Somos Melilla, que considera inviable que la ciudad pueda llegar a albergar 5.000 estudiantes como planea el Gobierno y, en consecuencia, prefiere que ese inmueble tan céntrico y de una superficie considerable debería emplearse en cualquier otra cosa.
El caso es que la aprobación contó con el voto a favor de todos los grupos políticos a excepción de los cepemistas, que se abstuvieron, si bien tampoco dieron explicaciones del por qué de esa actitud.
Y lo que parecía que iba a ser un asunto de trámite por cuanto se trata de poner sobre la mesa cuestiones administrativas previas e imprescindibles para llevar al inicio de las obras, se convirtió al final en una discusión política con momentos verdaderamente increíbles a costa, cómo no, de quién debe ponerse la medalla de esta realización.
La portavoz socialista, Elena Fernández Treviño, quiso adjudicar el mérito de los "avances" en el tema del edificio de Correos a su compañera y exconsejera Gloria Rojas. El consejero de Fomento, Miguel Marín, lo tenía claro: el Gobierno del PP fue el que compró el inmueble y el que dejó todo prácticamente listo solo para llegar y poner en marcha el previo administrativo inherente a una obra pública que importa nada menos que 8 millones de euros.
En definitiva, el popular le reprochó a la socialista que dejaran paralizado cualquier movimiento favorable a la rehabilitación del edificio durante sus cuatro años al frente de la Ciudad Autónoma por el único motivo de que se trataba de un proyecto del PP.
La discusión recordaba a la que aún se mantiene muchos años después entre populares y socialistas sobre la continuación de las obras del nuevo Hospital Universitario. Ambos se culpan entre sí del retraso en la construcción y puesta en funcionamiento y llevan así años, desde que el entonces presidente Rajoy decidió aumentar el presupuesto para los trabajos hasta los más de 90 millones de euros en 2018, aunque no le dio tiempo a ver los resultados de la previsión económica por la moción de censura que le ganó Pedro Sánchez.
Desde entonces se discute quién es el que debe ponerse la medalla cuando, en realidad, a los ciudadanos ese tipo de debate le trae al fresco y solo provoca una desafección de la política que luego se critica. Y el caso del edificio de Correos, a la vista de lo sucedido en el Pleno, va a seguir por el mismo camino.
Sería muy importante que los representantes públicos asumieran de una vez que al melillense de a pie le da igual si fue antes el huevo o la gallina, que lo que quiere el ciudadano es que las cosas funcionen, que se les den los mejores servicios y que todos los políticos arrimen el hombro para conseguir lo que todo el mundo busca: un empleo, que Melilla sea cada vez más próspera y moderna, y que dé garantías de futuro para que los jóvenes no tengan que irse a la península a buscar oportunidades.
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