La República Argelina Democrática y Popular ha dicho hasta aquí hemos llegado y veinte años más tarde ha determinado suspender el Tratado de Amistad, Buena Vecindad y Cooperación con España, por su vuelco con el Sáhara Occidental en favor de Marruecos. Obviamente, esto significa que las relaciones penden de un hilo y se congela el comercio exterior. Y en el peor de los casos, podría ser una tragedia porque Argelia es el mayor abastecedor de gas natural de España.
En caso de que se optara por quebrar unilateralmente este contrato, el conflicto subiría peldaños y acabaría resolviéndose con un arbitraje internacional. De ahí, que haya confianza de que el gas continuará llegando en las proporciones negociadas. Otra cuestión que inevitablemente redunda corresponde a su precio, lo que lleva a aventurarse por otros proveedores, porque históricamente Argelia ha sido el primer distribuidor de gas de España.
Pero, yendo por partes en las piezas que conforman este puzle no puede faltar el Reino de Marruecos, porque en los últimos años ha iniciado un ambicioso programa armamentístico que podría auparlo como la principal potencia militar del Magreb. Dicho rearme esconde su raíz en la compleja y cada vez más tensa relación con Argelia y sus deseos expansionistas y de influencia regional, en la que estos estados han fracturado sus nexos diplomáticos. Este escenario convulso no deja de pulverizar a España, quien ha pretendido reorientar sus vínculos con Marruecos y Argelia en un impulso de convertirse como intermediario, para terminar exponiéndose receptivo a la tesis de Marruecos sobre el Sáhara Occidental.
En la actitud de España es imprescindible tomar en consideración las discrepancias energéticas del conflicto, dada su total servidumbre del gas argelino, ya que la guerra entre Rusia y Ucrania podría llevar a un cambio de dirección de las políticas energéticas europeas en lo que al gas se detalla. Es sabido que la conexión diplomática entre Marruecos y Argelia jamás ha sido cómoda. Partiendo de un estatus que empeñado hace tres décadas, paulatinamente se ha ido descomponiendo hasta alcanzar los momentos actuales de discordia.
Hoy por hoy, las lógicas que ocasionan el contexto reinante contienen su fuente en el laberinto del Sáhara Occidental. Porque Marruecos reivindica el territorio que España dejó en 1975, mientras que Argelia ha venido alentando al Frente Polisario de Liberación Saharaui. Y como negativa a este amparo, Marruecos ha preconizado en la ONU la autodeterminación del pueblo cabileño argelino, contrapuesto con Argel.
Esta relación de por sí deteriorada, se agravó en 2021 como consecuencia de la muerte de tres civiles argelinos en la frontera entre el Sáhara Occidental y la República Islámica de Mauritania, asignado por Argelia a las fuerzas de ocupación marroquíes. Además, un suceso similar acontecido en 2020, llevaría al Frente Polisario a quebrar el estatus quo de 1990 y proseguir con las acometidas a objetivos marroquíes en la región, lo que inevitablemente tuvo una contestación inapelable por Marruecos.
Durante los últimos años de poder de Abdelaziz Buteflika (1937-2021), Argelia quiso restablecer su protagonismo sobre el Sáhara Occidental como reacción a las atracciones regionalistas de Marruecos, plasmadas en su reingreso en la Unión Africana en 2017 y su acrecentamiento en las correlaciones diplomáticas con pueblos vecinos. Posteriormente, cuando Argelia rompió estas relaciones ambos países han padecido una escalada de tensiones, descifrada en una enemistad permanente con la determinación de Mohamed VI (1963-58 años) que su embajador en Argel suspendiera sus desempeños, arguyendo falta de interés por remediar esta situación.
Sin lugar a dudas, dos han sido las coyunturas radicales que han caracterizado la progresión de estos despropósitos. La primera, la interrupción del espacio aéreo para Marruecos en 2021; y, segundo, la suspensión del gaseoducto Magreb-Europa que transita de Argelia a Marruecos para llegar al municipio de Tarifa.
Este matiz ha supuesto pérdidas catastróficas de 200 millones de euros para Marruecos, pero igualmente ha repercutido a España, puesto que en su amplia mayoría se sustenta del gas argelino y ve obstaculizada una de las dos vías de llegada del abastecimiento. Para compensar estas mermas económicas, se ha tratado un aumento del volumen de gas que directamente llega a España por medio de Medgaz, conectando Argelia con Almería y que es de menor capacidad, porque solo traslada 8.000 millones de metros cúbicos anuales de cara a los 10.000 millones del otro ramal.
“Este escenario convulso no deja de pulverizar a España, quien ha pretendido reorientar sus vínculos con Marruecos y Argelia en un impulso de convertirse como intermediario, para terminar exponiéndose receptivo a la tesis de Marruecos sobre el Sáhara Occidental”
Precisamente, es en este entorno en el que se emplaza el programa marroquí de refuerzo militar. Pero para comprender este rearme que asume como finalidad avalar la supremacía militar de Marruecos sobre Argelia, es preciso retroceder al año 2020, intervalo en el que el Presidente de Estados Unidos, Donald Trump (1946-75 años), hizo un apoyo expreso a la apuesta de Marruecos sobre el Sáhara Occidental, a cambio de una aproximación diplomática de Rabat al Estado de Israel, que tuvo como derivación el estrechamiento de lazos en materias de seguridad y defensa mutua.
El plantel de relaciones con Israel ha sido uno de los raciocinios para interpretar la enemistad de 2021, porque Argelia concibe estos vínculos marroquíes como una intimidación a su Seguridad Nacional. Fundamentalmente, tras la puesta en escena del memorándum de cooperación militar rubricado entre el Ministro de Defensa israelí y el Ministro de Defensa de Marruecos.
En réplica a esta cadena de acontecimientos, Argelia ha acrecentado su presencia en la República de Malí a raíz del repliegue de las tropas francesas y, por otro, se ha erigido en el tercer importador de armamento ruso.
Cabe recordar, que las Fuerzas Armadas Francesas han concluido la ‘Operación Barkhane’, pero que, no por ello, debe deducirse que Europa está renunciando a Malí, sino solo restableciendo su conformación para seguir respaldando este territorio y la región. Sin embargo, diversos observadores destacan que lo que más favorece a estos estados es conservar el estatus quo, y que en principio Argelia prescinde que la solución transite por un conflicto armado.
Y en el horizonte se vislumbra a Marruecos envuelta en su estrategia política y con incuestionables designios regionales, teniendo en consideración las implicaciones del reconocimiento estadounidense de la marroquinidad del Sáhara. Este movimiento ha desalojado por completo la labor de las potencias europeas en su tentativa de interposición en el Norte de África, pues podría consentir a Marruecos ir más lejos de las relaciones de cooperación internacional Sur-Sur, siendo el eje central de los paralelismos de cooperación entre el Sahel-Magreb y Europa.
Por otro lado, los mercados en África son cada vez más atrayentes para Occidente, así como para la Federación de Rusia y la República Popular China, por lo que Marruecos tiene una ocasión crucial para posicionarse como líder regional.
Del mismo modo, como plantea literalmente el Informe divulgado por el Instituto de Seguridad y Cultura, “Marruecos, el Estrecho de Gibraltar y la amenaza militar sobre España, la condición de aliado preferente de Estados Unidos perfila su imagen de Estado mediador y ejemplar para el resto de los países africanos en materia contraterrorista, diplomática y económica”. Pero a la hora de pretender las aspiraciones marroquíes, este Informe pone el énfasis en una etapa singularizada por los hitos temporales de 1999 y 2017, respectivamente. O lo que es lo mismo, desde la investidura de Mohamed VI hasta la inclusión de Marruecos en la Unión Africana, porque si se estaba en la búsqueda de un liderazgo regional, ahora estaríamos refiriéndonos a ir más allá mediante la consumación de uno suprarregional.
Para ello la afirmación de la marroquinidad del Sáhara Occidental ha sido de gran peso. Gracias a las políticas de Mohamed VI desde 1999 hasta nuestros días, quince son los estados que han reconocido sus intenciones sobre esta zona.
Pese a todo, el verdadero punto de inflexión se produce en 2019, puesto que, tras la declaración norteamericana, el Reino de Arabia Saudita es el primer país en dar a conocer la apertura de un consulado y suscitar un efecto llamada.
Esta medida se circunscribe en el curso de la relación triangular de cooperación saudí-marroquí-estadounidense por medio de la Alianza Militar Islámica, oficialmente Alianza Militar Islámica contra el Terrorismo, IMAFT, y del deterioro interno de Argelia, los efectos desencadenantes del terrorismo en la República Federal de Nigeria, los estragos de la guerra civil en el Estado de Libia, el desplome de la diplomacia sudafricana o la República Árabe de Egipto forcejeada entre la dependencia y la independencia de Oriente Medio.
Y entretanto, Marruecos, lejos de focalizarse en el aspecto enteramente miliar, examina el desenvolvimiento de una estrategia integral asentada en el empaque político, religioso y económico.
Los dos primeros se encuadran en su sistema de gobierno que le concede identificarse tanto con las repúblicas de fuerte contenido de salafismo suní, como con las monarquías arábigas. Lo cual, incorporado a los automatismos propios del francés, le permite transferir sus ideales e influencia de manera descifrable con la que es sencillo de empatizar hasta en la República Democrática del Congo.
En lo que atañe a la economía, Marruecos quinta potencia de África, asume como ideal el liderazgo económico, aunque explora la diversificación de recursos, como los fosfatos del Sáhara Occidental que serán clave para esta conquista. Amén, que debido al cierre fronterizo con Argelia y para ganar sus objetivos, es esencial el tránsito de mercancías por el Sáhara Occidental.
Lo que ha conllevado a un mayor negocio en infraestructuras por parte de Rabat y el avance de un proyecto con Nigeria para dotar de gas a Europa, el conocido como complejo ‘Nador West Med’, próximo a Melilla y capaz de pugnar con las ciudades de Algeciras o Barcelona. Si bien, para el reino alauí ha de garantizar un ejército remozado capaz de combatir contra el terrorismo, tener la inmigración a lo menos y extraer el éxito del capitalismo de Estado. Y como no, en lo militar el ‘Plan Quincenal 2017-2022’, ambiciona renovar el ejército, disminuir la dependencia del extranjero para la obtención de armamentos y desbancar a Argelia como potencia regional.
Llegados a este punto de la disertación, los vínculos de Marruecos con España se han definido por una progresiva tensión que parece haber alcanzado un relativo apaciguamiento, con el anuncio del Presidente del Gobierno de España sobre el Sáhara Occidental que a muchos ha sorprendido.
En lo que respecta a España, desde Rabat se rotulaba el encaje de la Ministra de Asuntos Exteriores como la promotora del empeoramiento de las relaciones entre ambos estados. Y ya para poner la guinda a este pastel, la acogida en España del líder del Frente Polisario para recibir asistencia sanitaria, se respondió desde Marruecos con una incursión de inmigrantes hacia Ceuta y Melilla, donde a pesar de las grietas y desgarros que parecen no querer cerrarse entre los prejuicios de España y Marruecos, existe la tesitura de llevar a término vías de aproximación y agudeza compartida.
Más tarde, España trató de reconducir este contexto agitado con el cambio de la titular de Asuntos Exteriores. Y tras la llegada en 2021 de su relevo, desde España se diseminó la cooperación. Aunque Marruecos recibió con expectativas esta variación, en enero del mismo año no titubeó a la hora de criticar que España apoyara sus relaciones económicas y de colaboración en la lucha contra la inmigración y el terrorismo, sin ceder lo más mínimo en el debate que quedaba pendiente sobre la mesa: el Sáhara Occidental.
En esta tendencia previa a la noticia de disposición a reconocer un régimen de autonomía para el Sáhara Occidental en un marco de soberanía marroquí, es necesario traer a la memoria los requerimientos territoriales del país magrebí. Tras el vaivén ofrecido por España, desde Marruecos se expuso que lo siguiente sería reabrir y tocar el fondo de Ceuta y Melilla. Dos años más tarde del reconocimiento norteamericano, Rabat convino con Israel el desarrollo de bases militares próximas a ambas plazas españolas estrechando su relación estratégica.
A esto España objetó en febrero de 2022 en el Congreso de los Diputados que, en caso de haber un conflicto con Marruecos por esos dos enclaves, intervendría con contundencia. De la misma manera, el 23 de marzo Marruecos hizo público en la página web de su embajada en Madrid, un mapa modificado englobando el Sáhara Occidental junto con la anexión de ambas Ciudades Autónomas.
Sin inmiscuir, que habrá que estar muy pendiente de cómo afecta una probable corrección del plano marroquí, puesto que, de incluirse el Sáhara Occidental, el espacio de 250 millas náuticas solicitadas por Marruecos colisionaría con las aguas de soberanía canaria, por no señalar que se podría entrar en el litigio de los montes volcánicos submarinos ricos en recursos como el plomo.
Y con motivo del comienzo del conflicto entre Rusia y Ucrania y con anterioridad al reconocimiento del plan de autonomía marroquí, todo parecía sospechar que España jugaría un protagonismo importante en las pretensiones de seguridad energética de la Unión Europea, debido a su posición única con Argelia.
De hecho, se sugería que la relación con Argelia iría de bien en mejor, puesto que España de la mano de Europa, tantearía terciar con Marruecos para reducir sus rigideces con Argelia, mientras que este último podría resultar como una alternativa al gas ruso. Evidentemente, esto se supeditaba al menester de no tener más conflictos activos o potenciales más allá de la guerra de Ucrania.
A resultas de todo ello y a la luz del reconocimiento de España sobre el Sáhara Occidental, muchas son las incógnitas que se ciernen. Desde España, tanto el Presidente del Gobierno como el Ministro de Asuntos Exteriores, declaran haber puesto el punto y final a una complejidad de cuarenta y seis años con Marruecos, estrechándose los lazos y cumpliendo con la legalidad internacional vigente.
En concreto, recuérdese la carta remitida por el Jefe del Ejecutivo al rey Mohamed VI, haciendo mención al alcance que envuelve que ambos países estén fusionados a sus conexiones culturales y a la necesidad de cimentar una relación asentada en la “transparencia y comunicación permanente”.
Como se puede distinguir, los grandes perjudicados por este Acuerdo no son otros que Argelia y el Frente Polisario. Y es que, las amistades entre España y Argelia han declinado en las últimas horas, tras la aproximación a Rabat por parte de Madrid, como era de esperar, entreviéndose un creíble corte de suministro de gas a España por medio del gaseoducto de Medgaz, recientemente agrandado con motivo del cierre del gaseoducto Magreb Europa. Pese que desde el Gobierno se alega que, a pesar de que Argelia llamó a consultas a su embajador de Madrid, el suministro está confirmado, ya que económicamente España muestra precios competitivos y es clave para que Argel diversifique su cartera de clientes y llegue a Europa.
Claro, que no podemos olvidar de este escenario al Frente Polisario, porque Brahim Gali (1949-72 años) no ha tardado en desacreditar la posición decidida por España, instando a que la soberanía del Sáhara Occidental pertenece al pueblo saharaui, manifestando que los representantes españoles han vuelto a cometer otra traición como la correspondiente a 1975. Conjuntamente, habiendo sostenido el Gobierno tener afianzado el abastecimiento de gas, desde Argel se han tensado aún más las relaciones, por lo que España corre el riesgo de perder su puesto como proveedor de gas a Europa, en menoscabo de la República Italiana.
En consecuencia, el reconocimiento del Sáhara Occidental parece más una estrategia orquestada por Europa, desde donde se busca afianzar un suplemento energético superpuesto a Rusia; al igual, que persistir en la línea de Washington con relación a su comportamiento en el Norte de África.
“Argelia ha dicho hasta aquí hemos llegado y veinte años más tarde ha determinado suspender el Tratado de Amistad, Buena Vecindad y Cooperación con España, por su vuelco con el Sáhara Occidental en favor de Marruecos”
También, España pone su granito de arena en esta ecuación que considera una decisión unilateral e injustificada, puesto que es una nación puente entre Europa y el Norte de África. Este cambio de posicionamiento que, por activa y por pasiva ha redundado en esta disertación, entraña una reducción escalonada de tensiones entre Europa y Marruecos, asegurando un trato poco embarazoso con un líder regional. Y cualquier prototipo de conflicto con Argelia parece falto de sentido, puesto que para su economía la comercialización de la energía es de vital trascendencia.
A tenor de lo dicho, para sanear un suplemento de gas estable y sin mayores inconvenientes, primero hay que revisar el argumento marroquí. De esta forma, Argelia se ve obligada a ceder y cooperar mirando su economía, mientras que Europa se vale de un socio potente y estable y consigue cierta influjo sobre otro de los líderes regionales como es Argelia.
A día de hoy, un hipotético conflicto bélico entre Argelia y Marruecos que parecen estar prediseñadas para el acoso y derribo es incierto. Aunque este podría acaecer, terminaría perjudicando a España y, por consiguiente, a la Unión Europea que lógicamente a nadie le interesa.
Europa ha construido lazos garantistas con Marruecos y busca hacer lo mismo con Argelia. Habrá que estar muy atentos cómo evoluciona el conflicto de Ucrania, pero por el momento, ambos estados tienen oportunidades de negocio que no pueden dejar esfumarse. Sabedor que la dotación de recursos que puede dar el Sáhara Occidental a Marruecos castigaría a Argelia, a ninguno de los dos le satisface un conflicto a gran escala.
Junto con la materia canaria, ahora es la ocasión puntual en que España debe entrar a negociar y salvaguardar sus intereses. Se abre un compás de espera y estamos en un punto de presentación de propósitos y de llegar a futuros acuerdos.
Parece que España ha flaqueado en uno de los aspectos para comenzar a dialogar, pero la soberanía de su territorio es totalmente innegociable. Puede ser que, en alusión a la soberanía de las millas náuticas, Marruecos logre sobreponerse. Menos factible sería que a riesgo de generar un conflicto mayor, pretenda presionar promoviendo penetraciones migratorias en Ceuta y Melilla.
A todo lo cual, lo más presumible es que en estos meses hayamos alcanzado una llanura de relativa tranquilidad, pero con numerosas negociaciones. España ha trabado el ascenso de Marruecos y Europa parece haber aplacado a Argelia.
Que las incertidumbres entre Marruecos y Argelia están candentes, no es algo novedoso, pero tampoco parece que, en un corto o medio plazo de tiempo, ambos estados se proyecten retomar a las relaciones o cooperar y reabrir el gaseoducto Magreb-Europa.
Sin llegar a presuponer que el Viejo Continente haya ignorado los intereses españoles en la determinación de su postura, el contexto presiona a España a saber jugar sus bazas, si no quiere salir mal parado de este episodio que puede marcar su devenir, pretendiendo operar en línea con los intereses europeos en el marco de las eventualidades energéticas procedentes de la guerra en Ucrania.
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