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Vicente Moga: “El archivo lucha contra la desmemoria histórica y preserva la vida del pasado”

El Archivo Histórico de Melilla cumple 50 años. El Hospital del Rey acoge esta institución generando un centro de gestión del patrimonio documental e histórico de la ciudad. En estas estanterías se narra cómo se construyó la ciudad, qué leían sus habitantes y cuántos costaban sus posesiones. Pero también se preserva la historia personal de muchas familias. A través de los ojos de su director, Vicente Moga, conocemos qué es el archivo, cómo se trabaja y por qué es tan importante preservarlo.

–El Archivo Histórico de Melilla está de aniversario.

–Cumple nada más y nada menos que 50 años. Es medio siglo de un archivo, de un repositorio documental que es una especie de anomalía. La legislación contemplaba que el archivo provincial tenía que estar en las capitales de provincia y, de hecho, Ceuta no tiene archivo histórico provincial. En cambio Melilla, sí que cuenta con él. Eso fue por una casualidad. Estaba de alcalde en ese momento el cronista oficial de la Ciudad, Francisco Mir Berlanga, que era un hombre le gustaba mucho la historia, y no sé cómo logró que el Ministerio de Educación de la época regulara como Archivo Histórico Provincial el de Melilla y desde entonces contamos con él.

–¿Cómo es el trabajo en un archivo?

–El archivo lucha contra el alzheimer histórico, contra esa desmemoria histórica e intenta preservar un poco los modos de vida y el devenir histórico del pasado. El Archivo Histórico de Melilla conserva documentación prácticamente desde la época de la ocupación de Melilla, a finales del siglo XV y XVI, aunque, sobre todo, contamos con documentación del siglo XVIII. Es una documentación, además, que tiene una tipología extraordinaria porque hay series documentales muy diversas. Tenemos un fondo que llamamos Fondo Melilla, que es el grueso de la documentación. Ahí está recogido todo ese devenir histórico, las relaciones que tienen los gobernadores de la plaza con la monarquía, los problemas internos de la fortaleza, es decir, cualquier cosa que tuviera que resolverse dentro de las murallas de la ciudad. Hay documentación relacionada con matrimonios, testamentos, inventario de bienes, expedientes de nacionalidad y juzgados y hay incluso una jurisdicción especial como era el juzgado de moros, que es algo que existe solo en Melilla. De manera que para responder a su pregunta de para qué sirve un archivo histórico es para fundamentar la memoria histórica de una ciudad. No se ha llegado hasta el 2019 de la nada, sino fundamentado en una historia muy intensa y muy rica.

–¿Qué podemos encontrar en el Archivo de Melilla?

–A veces digo que esto es como un circo con muchas pistas. El Archivo Histórico es una de las piezas centrales del puzzle del Hospital del Rey, nuestra sede. Este espacio está concebido desde el año 1997 como un centro de gestión del patrimonio documental e histórico de la ciudad.

Engloba los sistemas archivísticos que están reglamentados, fundamentalmente, el Archivo Histórico Provincial y luego el Archivo General de Melilla, en el que hay documentación más del tipo administrativo, pero con el paso del tiempo se convierte en historia. Un ejemplo de esto es el fondo de la Junta de Arbitrio de Melilla que va de 1879 a 1921. En su momento generaba una actividad administrativa cotidiana y en la actualidad es un fondo histórico. Todos estos archivos son una de las claves del Hospital del Rey.

Pero también hay otros servicios: bibliográficos, puesto que tenemos una biblioteca especializada en temas locales, como es el norte de África, Marruecos y el mundo amazight, aunque sobre todo hay de Melilla. También tenemos una biblioteca técnica del archivo y junto a ella hay colecciones especiales. Asimismo, contamos con fototeca, cartoteca, la serie de grabados y estampas e incluso una serie efímera en la que se guardan pasquines, puntos de lectura e incluso postales. Ésta es la otra parte del servicio de biblioteca y colecciones. Y junto a todo esto está el servicio de publicaciones, que también acaba de cumplir 30 años. Y luego hay una rama muy importante de extensión cultural, puesto que gestionamos dos salas de exposiciones. Hay una de muestras temporales en la que suele haber entre cuatro o seis al año y un par de ellas son de gestión propia.

–¿Cómo ha cambiado el trabajo en el archivo de la ciudad en estos últimos años?

–Ha cambiado radicalmente el sistema de trabajo. Cuando entré a trabajar en agosto de 1986 yo saqué las oposiciones de archivero bibliotecario. Fui a la biblioteca y saludé al antiguo bibliotecario y me dijo que nunca había entrado en el archivo. Éste estaba en un ala del Ayuntamiento. Cuando fui, pedí la llave, nada más abrir se caía la documentación. No pude entrar porque la documentación se venía encima. Me di cuenta que no había archivo y a partir de entonces se reorganizó todo el sistema.

El sistema de archivo ha evolucionado extraordinariamente. Se ha normalizado e internacionalizado a través, sobre todo, de la informática. Cuando hice las oposiciones existía solo un manual y hoy hay una bibliografía inmensa y especializada en todos los idiomas. Además, hay una normalización que es internacional y que permite contactar los diferentes archivos y ha sido un vuelco extraordinario.

–También es una fuente de información para muchos investigadores y vienen de todas partes del mundo.

–Sí. Curiosamente hay más investigadores de fuera del país que españoles o de la ciudad. Ahora tenemos a un investigador de Estados Unidos y hemos tenido de Japón, del Reino Unido, de Australia e incluso de Singapur. Vienen de muchos sitios porque les llama la atención la ciudad. Melilla es poliédrica. Nosotros que vivimos aquí no nos damos cuenta de hay una frontera, migración y problemas cotidianos que no les damos importancia para personas de fuera que nos observan resulta algo muy llamativo. Vienen muchos investigadores y al final trabajan sobre muchos temas diferentes. Ahora mismo hay varias investigadoras alemanas analizando la ciudad, sobre su conformación y cómo se creó. Melilla es una ciudad muy especial. Como ciudad se puede decir que nace en 1931 y hasta esa época, como decía el catedrático fallecido ya José María Antón, era un cuartel con calles. A raíz de 1931 empieza a tener una cierta raíz civilista, aunque luego se corte en 1936 y no reaparece hasta 1978 con la Constitución. Aquí hay una gran cantidad de tramos de investigación que son enormes. Y muchas veces, esa puesta en valor de la investigación no la hace las personas locales, sino la gente que viene de fuera que valora la documentación tan interesante que tenemos aquí.

–¿Se han encontrado datos sobre Melilla que se desconocían buscando en los archivos?

–Cada día. Cada día te das cuenta de lo poco que conocemos de la historia. En relación al Archivo Histórico de Melilla y relacionado, sobre todo con los protocolos notariales, que empiezan siendo escribanías de guerra. Aquí está la documentación de las escribanías de guerra de Melilla, pero también hay la de Alhucemas, la de las Islas Chafarinas y la del Peñón de Vélez de la Gomera. Ves que esa vida cotidiana te da muchas luces sobre lo que era la Melilla del siglo XVII y XVIII. Los inventarios son tan exhaustivos, por ejemplo, cuando muere un gobernador, un capitán o un teniente de una compañía, de forma inmediata, el escribano de guerra hacía un inventario en la casa de estos oficiales y recoge todos y cada uno de los objetos que hay. Normalmente había una deuda de juego o con otros familiares y por ello, se hacía esa relación de bienes para afrontar esos pagos. Eso nos da una idea magnífica sobre qué leían los melillenses en el siglo XVIII, qué comían, cómo dormían, qué vestían y cuáles eran sus preocupaciones cotidianas. Todo eso está por descubrir. Prácticamente de la historia de la ciudad se ha escrito muy poco, un 20% quizás o un 25%.


–¿Cómo se conservan esos documentos en una ciudad con una humedad en el ambiente como Melilla?

–Me he dado cuenta a lo largo de mi experiencia, y lo he comentado con muchos compañeros, de que la documentación se adapta como nosotros, es decir, sufre, pero se adapta. Lo que peor lleva la documentación, como las personas, son los cambios bruscos. Entonces, lo que evitamos siempre son esos cambios bruscos de temperatura y que haya la mejor conservación. También se intenta que la restauración de los documentos sea la mejor posible porque es la conservación preventiva. Cuando se restaura un documento siempre hay una actuación ‘agresiva’ que pretende devolverlo a la actualidad, pero siempre tienes que actuar y ya no es el original. A veces las condiciones de temperatura o humedad no son las más idóneas, como tampoco lo es para nosotros. Pero sí que hay una adaptación de ese papel que lleva viviendo desde el siglo XVI, por ejemplo, a hasta la actualidad. Eso ocurre porque era un papel de alta calidad. Quizás nuestro problema viene más con las tintas. Las que se usaban antes los escribanos de guerra eran tintas muy ferrogálicas, entonces oxidan el papel y lo cortan, por ello se usan papeles barrera para que absorban la acidez y el óxido que realmente deteriora muchísimo la documentación.

–¿Si los ciudadanos encuentran un documento en casa podrían traerlo al Archivo?

–Sí, estamos encantado. Hacemos un llamamiento a todas las personas que tengan documentación histórica y antigua que si quiere una valoración sobre si tiene importancia lo traigan. También la podemos digitalizar. Además, se puede llevar esa copia digital y dejar en el archivo el original en un depósito o donarlo.

De hecho, se han hecho depósitos muy importantes como la documentación relacionada con el general Picasso, que se depositó en el archivo hace un par de años. Y luego ha habido donaciones de archivos muy importantes, como la de Emilio Blanco Izaga que fue un interventor militar y delgado de Asuntos Indígenas que, sobre todo, fue el mejor etnógrafo que hubo sobre el norte de Marruecos. Para cualquier donación, consulta o valoración estamos abiertos a los ciudadanos.

–Y si alguien busca alguna referencia a su familia, ¿la podría encontrar aquí?

–Es que es una de las consultas más realizadas al archivo. La genealogía es una pasión, sobre todo, cuando la gente se jubila y buscan información sobre sus abuelos o bisabuelos. Sí que atendemos muchas demandas de estas. Melilla ha sido una ciudad de migración, por la Guerra Civil, sobre todo, y por circunstancias sociales o económicas. Nos llegan muchas cartas de familiares, sobre todo, de Francia o de Argelia, que nos piden remontarse a alguien de su familia, como un abuelo que tenía un comercio y con unos pocos datos que recuerdan, nosotros intentamos tirar un poco del hilo para darle satisfacción a esas personas que realmente lo que quieren es saber cuáles son sus raíces. Nosotros estamos encantados de que nos hagan estas consultas.

Las joyas del archivo: una carta de Carlos V y el acta de la Patrona como alcaldesa

El director del Archivo, Vicente Moga, muestra uno de los documentos “más valiosos del archivo” y es de 1535, el más antiguo. Se trata de una carta de Calos V a su mujer Isabel contándole que han tomado La Goleta en Túnez. Está muy bien conservado y a penas tiene roturas. Es un documento que apareció de pronto, cuenta Moga, que añade que es mucha la documentación histórica que aún no está bien catalogada porque antes se encontraban con unas fichas poco descriptiva en la Torre del Reloj.

Otro escrito llamativo es en el que se ratifica a la Virgen de la Victoria como la Patrona de Melilla. Es un auto de 1756. Se trata de un documento que se ha restaurado y podrá durar otros 500 años más en buenas condiciones. Hubo que desencuadernar y deshilar todo el expediente, limpiarlo, en ocasiones, con pasar una goma por encima es suficiente porque elimina la grasa, y luego reintegrar algunas partes con papel japón y volver a encuadernar este auto.

También llaman la atención unas cartas del cónsul británico de Málaga y se desconoce por qué están en Melilla esos documentos, como también hay de Vélez Málaga y de las Islas Canarias. Todos estos documentos aparecieron en la Torre del Reloj.

Otro tipo de escrito que está archivado en este espacio es un expediente sobre una información de limpieza de sangre. Moga explicó que durante el antiguo régimen, cualquier persona que tenía que acceder a un cargo debía aportar su certificado de limpieza de sangre porque ser gitano era algo terrible en esos años y se dice en este documento que “está equivocado de gitano y tiene filiación muy noble”. Además, hay protocolos notariales, es decir, las notas de un notario durante un año. El director del Archivo muestra uno realizado a mano y asegura que comprender o no la letra, dependía de cada escribano.

Fotos, postales, pasquines, mapas o planos

El Archivo de la ciudad guarda mucho más que documentos escritos. Entre sus estanterías hay cajas y cajones con otro tipo de información, como la colección de postales y pasquines que recoge el director de esta entidad, Vicente Moga, porque dentro de unos años nos darán información sobre lo que fuimos. Pero también hay un espacio reservado a fotos antiguas. Se encuentran en sobres con su número de registro y entre papeles que evitan que los químicos de los materiales con los que están hechos las conviertan en imágenes amarillas, comenta Moga.

Se pueden pedir las originales y si se necesitan, están digitalizadas y se pueden solicitar las copias para los trabajos que se deseen hacer.

El director del Archivo argumentó que son muy solicitadas estas imágenes porque se han hecho muchos documentales sobre nuestra ciudad, desde locales a extranjeros. “Aún tiene mucha documentación que es inédita este archivo”, añade Moga.

También hay una zona especial para los mapas. La cartografía que se guarda en este lugar tiene un gran valor. Además, hay planos de obras o proyectos. Se preserva, por ejemplo, parcelario de Melilla de 1929. “Es una de las joyas que hay”, destaca aunque lo ideal es que quien desee consultarlo lo haga con el digital.

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